Escribo el adjetivo “muchos” porque es imposible cuantificar cuántas personas directa o indirectamente son responsables de que la riqueza de un territorio se malogre o desaparezca; del grave deterioro del Mar Menor murciano, de los peligros, quizás a estas alturas, ya insalvables, que padece el Parque Nacional de Doñana, las Lagunas de Ruidera, los bosques gallegos o la costa mediterránea, obviamente no son solo culpables los responsables políticos que han tomado negativas decisiones sobre estas riquezas, sino también las miles de personas que sabiendo que su explotación o actividad era dañina para su conservación han continuado llevándola a cabo.
Este gran porcentaje de la población española que no cuida suficientemente los bienes que son de todos, no solo de los españoles actuales, sino de todos los futuros españoles, tienen, digámoslo eufemísticamente, una extraña conducta en relación a su tierra. Preguntémonos, ¿qué les ocurre? ¿Que están en una situación tan necesitada que les impide pensar en sus compatriotas de otras regiones, o en sus hijos, nietos y bisnietos, a los que se les está desposeyendo de esa riqueza? ¿O que ni siquiera sienten como suya la riqueza que pertenece a todos y por eso la destruyen o maltratan?
¿Pueden estas personas sentir (no hipócritamente proclamar) el orgullo o amor por su tierra, por su patria? La respuesta es no. Nadie puede amar a alguien o algo y a la vez agredirlo o matarlo. Los que maltratan o matan a su cónyuge, a su hijo, a su mascota, sabemos que nunca lo han querido. La misma lógica aparece con los bienes materiales, medioambientales o culturales, que uno debe sentir como propios, pues pertenecen a toda la población de una nación.
Desgraciadamente hay que concluir que esa parte de la población no es capaz tampoco de cuidar lo suyo propio; nadie en su sano juicio echa veneno en las aguas de su piscina para a continuación bañarse o permitir el baño a sus seres queridos.
Hasta aquí me he referido a riquezas del medio ambiente. Pero los mismos mecanismos se dan con las riquezas culturales. El otro día leí en esas mininoticias que brinda Google sin buscarlas, restos o ingenuos reclamos de periódicos, que un escritor español (de cuyo nombre no quiero acordarme) ha publicado un libro titulado “Grandes maricas de la Historia”; en su lista incluye a nuestro gran D. Miguel de Cervantes En este caso el extraño escritor no ensucia el nombre de Cervantes con el calificativo de “marica” ( la homosexualidad es una modalidad más de las relaciones sexuales) sino lo ensucia por la ausencia de verdad sobre nuestro mayor escritor. No es el momento éste de describir todos los datos que confluyen en afirmar la heterosexualidad de Cervantes, pero téngala el lector por segura. Alguien haciendo una parcial o inconexa investigación puede llegar a la conclusión que él desea, como le ha ocurrido a esta persona, pero haciendo erróneamente ese “estudio” se ha extraviado completamente de la realidad. Es otro modo de no valorar ni cuidar otra riqueza no material de nuestra patria.
Volveremos en otro artículo, sobre tanta riqueza cultural, actual o de otras épocas de nuestra historia, mal o insuficientemente valorada y cuidada.