El pasado miércoles nuestra actriz más internacional, Penélope Cruz, al recibir el Premio Nacional de Cinematografía, se refirió a su particular viaje a Itaca[1] una bella referencia para repasar su trayectoria vital. Y es que ese antiguo y simbólico viaje del héroe griego Odiseo (Ulises para los latinos) de regreso a su casa después de la Guerra de Troya, atribuido a Homero[2], hoy podríamos decir, por muchos más méritos que otras cosas, Patrimonio de la Humanidad.
Es probable que a muchos les resulte raro, pero cuando el primero de mis nietos era aún pequeño yo nunca le conté ni leí el cuento de Pinocho, Caperucita, la Bella Durmiente o los Tres cerditos; le contaba las aventuras de Prometeo, Teseo, Ulises o Perseo; y también apasionantes mitos de la Grecia Clásica por lo que hoy sabe que es ‘ser la manzana de la discordia’, que era la caja de Pandora, como nació y murió el Minotauro, porque el dios Hades era cojo, porque Icaro cayó del cielo o porque hablamos del ‘talón de Aquiles’ cuando nos referimos al punto débil de alguien. Pero sin duda sus ‘cuentos’ preferidos, como él lo llamaba, siempre fueron los trabajos de Hércules (Heracles para los griegos) y las aventuras de Odiseo en su regreso a Itaca.
Y es que en la Odisea podemos encontrar ‘personajes’ de plena actualidad a los que el héroe, hoy nosotros, tuvo que hacer frente para poder alcanzar su destino. Los ciclopes, con su único ojo, serían todos eso hombres y mujeres de mirada estrecha, testarudos, fundamentalistas, anclados en sus viejas creencias y que continúan cuidado sus cerdos encerrados en la soledad de sus cuevas. Los lotófagos (los comedores de loto, flor que hace perder la memoria) serían esos embaucadores, predicadores de autoayudas que quieren hacernos que creer que es obligatorio ser feliz en todo momento, que podemos alcanzar todo aquello que nos propongamos, olvidándose de que somos seres limitados y que el dolor, el sufrimiento y la frustración, también forman parte de la vida. Las redes sociales que, desde sus acantilados virtuales a orillas de la realidad del mundo, son las sierenas ofreciéndonos con sugerentes y melodiosas voces un éxito escurridizo, prometiéndonos que podemos ser algo que deseamos ser pero que no somos, y utilizan como provocativos cantos esos irreales Likes y los Followers. El poder dios Poseidón castigando a Ulises, lo podríamos ver en todas esas adversidades que, sin saber muy bien porqué, se cruzan en nuestro camino.
Incluso a los muchos pretendientes, que sin escrúpulos saquean Itaca deseosos de ocupar el trono que legítimamente corresponde a Odiseo, mientras para retrasar el momento su esposa teje durante el día un tapiz que por la noche deshace, les encontraríamos paralelo hoy en la despiadada competitividad que inunda toda nuestra sociedad.
Penélope Cruz recordó su viaje citando el poema de Konstantino Kavafis[3] que finaliza diciendo: Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado - Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia - entenderás ya qué significan las Ítacas.
Descubrir cuál es nuestra Itaca particular, el puerto en que queremos amarrar nuestro barco al finalizar la travesía, es importante para poder seguir un itinerario correcto, como lo es mantener firme el timón para sortear los peligros que se presenten. Y es que todos tenemos en el fondo los mismos deseos que Ulises, llegar a un lugar seguro, un lugar en el que seamos queridos y gozar de un merecido descanso al lado de aquellos a los que amamos.
Nadie dice que sea fácil, como no lo fue para el héroe griego, seguro que habrá fracasos incluso podemos llegar a naufragar en el intento, pero ese es el riego de viajar por la vida porque, a fin de cuentas, eso es la vida, una apasionante viaje y la metáfora épica de Homero está de plena actualidad como siempre lo ha estado. El propio autor así lo dejó escrito:
Cualquier momento puede ser el último. Todo es más hermoso porque estamos condenados. Nunca serás más adorable de lo que eres ahora. Nunca vamos a estar aquí de nuevo.
Buena travesía.
[1] La Odisea.
[2] Siglo VII a.C.
[3] Importante poeta griego del siglo XX