TOROS
Actualizado 16/09/2022 22:47:44
Ana Pedrero

Morante es distinto, es único, es otra cosa, y eso se percibe en la plaza por el silencio, por la expectación, por la importancia de todo lo que hace. Al levantar levemente el brazo para mecer el capote casi se corta la respiración a la espera de la verónica más hermosa, más grácil, más inspirada.

Pero existe otro Morante igual de grandioso con el toro que no le permite dibujar, esculpir la belleza, si acaso robarla a base de imponerse; existe un Morante inmenso con el toro que le obliga a redactar un tratado de técnica, tiempos y distancias; con el toro que le obliga a tragar parones, a poner los muslos, a clavar las zapatillas, a matar en chiqueros. Un Morante que en el cuarto ha realizado una faena tan distinta pero tan intensa, tan de tocar las cuerdas del toreo hasta dibujar unos muletazos de cartel, de los de Morante en Morante.

Morante apostó hace un año por Galache y no equivocó la apuesta, pues los patasblancas han dado una tarde también distinta, tan necesaria. El primero era noble y tuvo calidad, aunque no terminó de romper porque andaba justito de fuerza. Pero salió el segundo. Ay, el segundo. Qué toro. Qué torazo. Bravo en toda su extensión, galopando, con una transmisión que enseguida caló también en los tendidos. Salió pidiendo torero y encontró torero enfrente, a Domingo López Chaves, que lo llevó por abajo largo y poderoso, de tú a tú. No es fácil estar a la altura de un toro con una extraordinaria condición cantada desde que asomó por chiqueros, con una embestida tan larga, con la boca apretada después de una faena en la que nunca se cansó de embestir. Pero al de Ledesma los años le han dado un poso, una pátina de sabiduría, de oficio, de magisterio, que le permitió firmar una faena emotiva, otro concepto, otra clase de toreo que ilustra perfectamente por qué cada toro es un misterio, una forma distinta de llamar a las puertas del alma.

Salamanca ha visto hoy al otro Morante, que hace bueno aquello de que el arte no tiene miedo, que ha apostado por un toro cuando nadie apostaba y ha firmado una antología de la lidia, de como hacer bien las cosas, incluyendo el manejo de la espada, de principio a fin. Ha visto un Galache que hasta la fecha es el mejor toro que ha saltado al ruedo en lo que va de feria, de altísima nota.

Y en el regusto y el alto registro de tanta veteranía, tanta torería, a Alejandro Marcos le ha tocado un lote que hacía casi imposible su triunfo, aunque actitud no le ha faltado en una tarde en la que muchas almas empujábamos por si se repetía el milagro, la alegría de su rotunda puerta grande del año pasado. Ha dejado constancia de sus modos, apuntes de su exquisito trazo, pero su tarde ha sido como un caramelo en la boca cuyo sabor nos hubiese encantado apurar. Por requemado, a veces el guirlache amarga.

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