OPINIóN
Actualizado 12/09/2022 10:12:47
María Jesús Sánchez Oliva

El viernes no es el día de la semana más indicado para que comience el curso escolar, pero en Castilla y León, los escolares de los primeros cursos, el viernes tuvieron que volver al cole. De cualquier forma, comiencen las clases en lunes o comiencen en viernes, la vuelta a las aulas siempre es un motivo de alegría para los niños, para los padres, para los maestros, y este curso, especialmente, para el alcalde de un pueblo de Soria porque después de cuarenta años cerrada, ha conseguido que vuelva a abrirse la escuela para siete alumnos.

Se entiende la alegría de este alcalde. Volver a ver niños en no pocos pueblos de la comunidad es casi un milagro. Y seguro que los vecinos sabrán agradecerle sus esfuerzos con la junta y el ministerio, que sabiendo como andan las cosas, ni habrán sido pocos, ni mucho menos fáciles. Pero desgraciadamente esto es pan para hoy y hambre para mañana.

Las escuelas de nuestros pueblos, como las de tantos pueblos de España, no se cerraron porque se quedaran sin niños como dicen los políticos, fueron los niños los que se quedaron sin escuelas porque se las cerraron, y muchos de los padres que hasta hace poco llevaban a sus hijos al colegio de la mano, de niños, para ir a clase, tuvieron que coger un autocar y recorrer pueblos recogiendo niños hasta llegar al centro escolar que se les había asignado. Por esta, entre otras razones, muchas familias tuvieron que abandonar los pueblos, por lo que deberían hablar de los pueblos abandonados, no de los pueblos vacíos. Ahora quieren volver a llenarlos, pero rehacer lo que se deshace, es poco menos que imposible.

Es verdad que algunas familias con hijos en edad escolar han vuelto a los pueblos abandonados, pero son, generalmente, familias que han tenido que huir de sus países con lo puesto o españolas que la falta de recursos económicos les impide vivir en ciudades o en poblaciones con los servicios necesarios, y antes o después, ojalá puedan hacerlo, porque aunque solo sea por sus hijos tendrán que seguir los pasos de las familias españolas que los abandonaron hace años. De momento, como en los primeros tiempos de la enseñanza en España, tendrán que conformarse con una escuela que será una sala del ayuntamiento o de cualquier edificio, sin gimnasio, sin biblioteca y, por supuesto, sin un profesor para cada ciclo. El maestro o la maestra que vaya tendrá que impartir clases a alumnos de distintas edades, y aceptará porque será su primer trabajo y por algo hay que empezar, no porque le compense tanto esfuerzo.

El alcalde soriano no es el único que se ha movilizado para que los siete niños de su pueblo tengan escuela, todos quisieran un maestro aunque fuera para un solo niño, pero solo lo consiguen los que tienen tres como mínimo, que son los menos, y es una solución que agradecen las familias, pero, o se trabaja para hacer de los pueblos lugares habitables, o esto, lamentablemente, no es otra cosa que pan para hoy y hambre para mañana.

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