La población gitana no ha dejado de ser ignorada, perseguida y excluida por el Estado brasileño y la sociedad desde su llegada al país, lo que afecta directamente a su salud, educación y calidad de vida. Además, la policía brasileña vulnera sistemáticamente los derechos fundamentales del colectivo.
Autora: Irene Martí García. Defensora de los derechos humanos.
Las comunidades gitanas han sido y son víctimas de persecución y exclusión social, sin embargo, a diferencia del antisemitismo e islamofobia, la gitanofobia siempre ha sido silenciada, y esta impunidad es una de sus señas de identidad, razón por la cual puede que dure hasta hoy.
La exclusión de las personas gitanas, especialmente en Europa, existe desde su llegada hace cinco o seis siglos desde la India y se da a nivel económico, social y político, como indican encuestas de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este apartheid racial y económico, causa y consecuencia del odio al diferente, es característico de muchos de los 27 países de la UE. En casi toda Europa del Este se da una segregación en las escuelas, hoy en República Checa, las niñas y niños gitanos van a escuelas sólo para ellos o a centros especiales para personas discapacitadas. En Grecia y Hungría el número de delitos de odio por motivos raciales y étnicos aumentaron drásticamente, coincidiendo con la crisis económica; y es que países como Bélgica, Austria, Francia, Holanda o Reino Unido, han tratado de convertir a las minorías gitanas en el chivo expiatorio durante las épocas de crisis.
Además, esta discriminación hacia las personas gitanas no se da sólo en Europa, sino que la sufren en una grandísima parte del territorio mundial, así, cabe destacar la realidad qué están viviendo actualmente las gitanas y gitanos de Brasil, que como algunas relatan, se trata de “un clima de terror, miedo e inseguridad”.
Todo comenzó el pasado julio tras el conflicto entre una familia gitana y dos policías, que acabó con la vida de dos miembros de la familia y los dos miliares, en la región de Bahía. A partir de entonces, la policía comenzó una violenta búsqueda y captura del resto de familiares involucrados en el caso, la cual ha resultado en una decena de personas gitanas baleadas (algunas en estado grave), así como el asesinato de al menos otras tres personas gitanas, entre ellas un adolescente de 13 años. Esta represalia de la policía no acaba ahí, pues en las redes sociales están circulando vídeos de coches y casas de familias gitanas de la región siendo quemados, así como un cartel de “Se busca” con la foto de los hermanos de los fallecidos en la confrontación mencionada, incluyendo una recompensa económica.
Estas acciones de violencia policial, invadiendo casas sin orden judicial, amenazando e intimidando, están conllevando graves consecuencias para familias gitanas que no tienen ninguna relación con los involucrados en el altercado. Por un lado, se está alimentando el antigitanismo y odio, contribuyendo de esta forma a una mayor exclusión social e incluso muerte. Y digo mayor porque no debemos olvidar que, a pesar de estas recientes actuaciones, la población gitana no ha dejado de ser ignorada, perseguida y excluida afectando directamente a su salud, educación y calidad de vida, por el Estado brasileño y sociedad desde su llegada al país en el siglo XVI. En Brasil, los Pueblos Gitanos fueron reconocidos en 2006, incluyéndolos como parte de los pueblos tradicionales del país en los documentos oficiales. Por otro lado, se están violando derechos humanos, con la agravante de que es la policía brasileña la autora de ellos. Este hecho no es un caso aislado, los excesos cometidos por la policía militar están plasmados en datos oficiales, como los procedentes del Anuário Brasileiro de Segurança Pública que indican que la policía brasileña es la más letal del mundo, así como la que más muere; además de que, en el caso de 2021, más del 70% de profesionales estaban fuera de su horario de servicio. Y “casualmente” según la portavoz de los gitanos del caso de Bahía, Dinha, los dos policías no vestían uniforme y fueron contratados por un terrateniente para matar a un gitano mayor.
La comunidad gitana, la minoría más numerosa y culturalmente más rica de Occidente, que mientras ha contribuido en muchos países (incluido Brasil) a la construcción de las culturas e identidades nacionales, ha sufrido históricamente una grave discriminación, marginalización, miedo, opresión, además de forma silenciada en muchas partes del planeta, sigue haciéndolo hoy, de manera muy deshumana, indigna, violenta e intolerable, como el mencionado caso de Brasil. Esta situación no se puede permitir, no se pueden negar los derechos fundamentales de la población gitana, es incompatible con el respeto a la democracia y a los derechos humanos, se trata de un delito de odio racial.
Por lo tanto, esta situación debe acabar, la Historia nos muestra cómo estas segregaciones, persecuciones estatales e indiscriminadas de los gitanos y su explotación con objetivos racistas, políticos y electoralistas, siempre han antecedido a las peores infamias. ¡Las vidas gitanas importan!