Los voluntarios internacionales reciben manutención y alojamiento a cambio de apoyar la labor de los educadores, dinamizar las actividades y acompañar a los residentes
Alexis vino de México a principios de agosto para hacer voluntariado en Casa Samuel, el espacio de Cáritas para apoyar a personas con VIH en riesgo de exclusión social. Es diseñador gráfico y se dedica a “contar historias” a través de su trabajo, por lo que creía que la experiencia le serviría para abrir sus horizontes. Quince días después se va con la maleta llena de información para “cambiar un poco de mentalidad y evitar un poco el tabú”.
Sara, una de las educadoras del centro, explica que la tarea principal de los voluntarios internacionales es apoyar en las que ya realizan los educadores día a día para potenciarlas y aportar “ilusión y frescura”. Encuentran alojamiento y manutención en la casa y se encargan también de la limpieza y el apoyo en comedor y espacios comunes. Acompañan a los residentes en sus gestiones o citas médicas y se encargan de la dinamización de actividades de ocio y tiempo libre.
El verano, dice, es el mejor momento para romper la rutina del curso y emprender excursiones y visitas a la piscina, con lo que los voluntarios, normalmente gente joven, “tienen muchas ganas de hacer cosas distintas”. Alexis destaca la buena relación en el centro y los tiempos de charlas y compartir experiencias. “Las personas que han estado aquí han sido muy lindas, muy amables, y me han compartido un montón de experiencias. Personalmente me suma mucho porque me ha dado otra perspectiva sobre su vida, cómo es la vida en España y sobre todo Salamanca, que es muy bonita y tiene muchísima historia”.
Otra parte del programa es la educación desde la experiencia, no únicamente a los voluntarios, sino a todo el ecosistema que los rodea. Alexis cree que “el VIH aquí en Europa está un poco menos estigmatizado, desde mi perspectiva, pero en México sí que hay un poco más de tabú” por lo que fue fundamental y pedagógico dialogar con sus conocidos, y aún lo será más a su vuelta. “El fin de esto es crear un poco más de cultura y globalizar un poco más”, remata. Sara está de acuerdo con la importancia del testimonio de los voluntarios en otros países, aunque señala que también es didáctico para los salmantinos “que nos vean con ellos, ir a los sitios” para seguir rompiendo barreras.
Cree que la relación entre voluntarios, residentes y personal es muy buena y “no se termina solo con el voluntariado”. Muchos alargan el contacto, especialmente en fechas especiales como la Navidad, a través del correo electrónico o el Whatsapp. Sorprendida, comenta que pese a que la oferta se hace a través del Servicio Civil Internacional y llega a muchos países, la mayoría de voluntarios proviene de México, de hecho los cuatro de este verano son de allí. Los requisitos son dominar el castellano y tener más de 21 años.
Los salmantinos también pueden ayudar a mejorar la calidad de vida y la asistencia de las personas con VIH en riesgo de exclusión social, hay grupos de voluntarios que llevan décadas colaborando con Casa Samuel, algunos prácticamente desde su nacimiento. Para comenzar, hay que ponerse en contacto con el servicio de voluntariado de la entidad, en la Sede Central de la calle Monroy. Desde allí, atendiendo a su disponibilidad, podrán pasar a formar parte de una institución social con casi treinta años de antigüedad.