Sebastián pertenece a la masculina, con más de treinta años de antigüedad, Zazu y María acaban de fundar la femenina
Sebastián, Zazu y María forman parte de la Tuna de Medicina, el primero de la masculina, las dos segundas de la recién creada Tuna Femenina. Explican que sus valores, “como cualquier tipo de hermandad humana” son la honestidad, la lealtad y el cariño. “Es como una familia, donde hay gente que se está integrando y gente con mucha experiencia, hay distintas formas de ver la vida y distintas formas de llevarla. Todos vamos por diferentes caminos pero hacia el mismo destino: preservar nuestra tuna y la tuna en general”, explica Sebastián.
El suyo comenzó a los trece años, cuando vio a su primera tuna actuar y quedó fascinado. Sus padres le dijeron que cuando comenzara la Universidad podría entrar, y así lo hizo. En 2015 viajó desde Chile a España y continuó formando parte de la institución internacional. Recuerda haberse sentido acogido y como en casa, “la tuna a nivel mundial sigue ciertos parámetros, no se diferencia en la esencia”. Ha viajado por 17 países, el último Alemania, donde estuvo actuando con la Tuna de Medicina masculina en julio.
Zazu y María son parte de las fundadoras de la Tuna de Medicina femenina. Zazu, con 27, comenzó en la general, la Tuna Universitaria Femenina. Se las encontró en la feria de bienvenida organizada con la USAL en la que asociaciones y organizaciones de todo tipo se reúnen para acoger a los nuevos estudiantes. Allí descubrió que había una tuna femenina, a la que se unió. Hace apenas un año decidió crear la de Medicina junto con otras compañeras para acoger a quienes se formaran en el área sanitaria. María, a pesar de haber crecido en Salamanca, no sabía nada de la tuna hasta que unas amigas la convencieron para entrar.
Señalan que en Salamanca son muy bien acogidos porque es una tradición muy asentada, “parte del encanto turístico”. En otras ciudades, donde estos grupos son más pequeños o no actúan tanto por la calle, sus actuaciones son casi un acontecimiento. “En Burgos, donde no es tan habitual ver a la tuna, se formaban corros enormes, parecía un concierto”. Defienden que forman parte de los artistas que “dan vida a la ciudad. Una calle que no tenga absolutamente nada es una calle muy triste”.