A medida que la enfermedad y su tratamiento ha ido cambiando, el lema de la Casa ha pasado de ser "morir con dignidad" a "vivir con dignidad"
En 1994, el sida provocado por el virus del VIH era la primera causa de muerte entre los jóvenes españoles. Se trataba de una enfermedad todavía desconocida y muy solitaria por la alarma social que despertaba. Como reacción de ayuda a las personas contagiadas, nació Casa Samuel el 17 de junio en Salamanca, al lado de la iglesia Nueva del Arrabal. Lo hizo de la mano de Sagrados Corazones, Cáritas Diocesanas de Salamanca y un grupo de voluntarios. Fue el primer hogar para personas con VIH en Castilla y León que no contaban con recursos suficientes para poder “morir con dignidad”.
Casi 30 años después, el edificio es otro y el lema también. Casa Samuel se trasladó a unas instalaciones con mayor capacidad de acogida al tiempo que la enfermedad iba cambiando. Tal y como explica Pilar, su coordinadora, “ha habido mucha evolución desde las primeras personas que llegaron hasta la actualidad” porque también el tratamiento del virus ha cambiado mucho, especialmente desde su cronificación gracias a los antirretrovirales, descubiertos en 1997. El lema ha cambiado a “vivir con dignidad”, Pilar explica que desde el centro trabajan “por la recuperación de la persona a nivel general”.
Sara, una de las educadoras del centro, detalla que allí ofrecen un acompañamiento individualizado para trabajar los objetivos que tienen cuando llegan. El de Pilar es “que la persona sea lo más feliz posible y esté lo más agusto posible consigo misma y con los demás” para que, en la medida de lo posible, puedan lograr una vida autónoma. En la recuperación entran en juego talleres educativos a nivel grupal y a nivel individual; de habilidades sociales, manualidades o actividad física, a la medida de sus necesidades. Los residentes también reciben acompañamiento en la realización de gestiones o citas médicas.
Al hogar acuden personas en riesgo de exclusión social, sin apoyo familiar, con una situación económica o laboral vulnerable, en situación de calle o tras cuya salida del hospital no tienen dónde recuperarse. “Hay casos de patología dual porque la enfermedad mental promueve la drogodependencia y al revés”. A estas situaciones se une el diagnóstico con VIH. Lo que diferencia a esta Casa de otros tipos de albergue es su especial preocupación por la salud, por su tratamiento y por un estigma que todavía sigue presente.
“A veces en el hospital llama la atención que a las alturas que estamos de la enfermedad hay personas que tienen un cierto rechazo, siendo profesionales de la salud” explica Sara. Pilar también señala el desconocimiento por una enfermedad que se ha ido olvidando pero de la cual perduran los tabús alarmistas de décadas atrás. “Hay gente que cree que se puede contagiar por el aire, por un abrazo o por darte un beso”. Aunque, “en el contacto externo y en el diálogo con las personas intentas con tu testimonio, tus gestos, por cómo les tratas, que se note que no pasa nada porque esa persona tenga VIH”.