OPINIóN
Actualizado 19/08/2022 10:50:41
Mercedes Sánchez

El mar es un regalo, con sus brazos permanentemente abiertos, esperando a recibirnos.

Se mantiene firme, siempre en el mismo lugar, aguardando nuestra visita.

Cuando llegamos, miramos con ojos incrédulos, asombrados de que siempre siga ahí, eterna fidelidad, con su inalterable movimiento.

Al sumergirnos en él nos rodea en su entraña acogedora.

Su abrazo húmedo nos contiene mientras se deja bañar, en toda su inmensa extensión, por un sol reluciente.

Sus azules aguas brillan, igual que escamas de pez, al ser acariciadas por los rayos generosos.

Su superficie, como ropa arrugada, cambia su tono tornasolado con la intensidad de la luz.

Las mareas, inflexibles, quieren dominar su circulación, pero vuelve, impertérrito, con su tic tac constante y pausado, a besar la arena regalando sus encajes.

La blanca vela de un barco se yergue sobre su manto en su vaivén adormecido.

El mar es una fábrica de vida.

Su sonido mece nuestros sueños.

Su color les da esplendor.

Su continuo motor a la vez nos calma y nos recarga de energía, convirtiéndonos, inexorablemente, en uno de los versos de ese poema abierto que es el bello mar.

Dedicado a la belleza interior de Maribel, eterna enamorada del mar, buena amiga.

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