La localidad del Rebollar celebra sus fiestas de verano en compañía de los hijos del pueblo que residen fuera
Durante estos días del mes de agosto las casas y calles de la localidad de Robleda se encuentran muy concurridas tras la llegada de oriundos y forasteros que pasan estos días estivales buscando el reposo tras un largo año de trabajo.
Se puede apreciar a simple vista les grands maisons de construcción típica francesa con las ventanas abiertas y los jardines bien arreglados; igual que al introducirse en sus calles, bien podíamos decir que nos encontramos en cualquier ciudad gala si escuchamos hablar a los neófitos y efímeros lugareños que ambientan las calles robledanas durante estos días.
Todo esto consecuencia de la emigración masiva de buena parte de los habitantes del rebollar en los años 50 y 50 al país vecino, buscando un buen jornal que paliara las necesidades de una zona con pocos recursos económicos.
El Ayuntamiento robledano consciente de esta situación, programa una serie de actividades muy parecidas a la de la festividad de San Juan a comienzos de verano para dar gusto y hacer mucho más acogedora la estancia de ‘sus hijos’.
La programación festiva comenzó el pasado día 10 de agosto en la que están teniendo acogida diversas actividades para todo tipo de gustos, edades y aficiones.
Uno de los actos más emblemáticos y curiosos de esta zona, es el izado de un pino que los quintos del año presente instalan en San Juan, retirándolo durante estas fiestas de verano para que los más mayores, en este caso los quintos del 57, lo sustituyan por un gran roble que lucirá hasta bien entrado el otoño en la Plaza del Caño.
La hazaña está envuelta en toda una fiesta a la que todo el mundo acude. Por la mañana, a la salida del sol, cerca de una docena de quintos de los que tuvieron que emigrar a finales de los años 50, se personaron en el monte para elegir uno de los mejores robles ya en tiempo de corta por haber alcanzado su edad y ser utilizado bien para calentar los hogares en el inminente y frío invierno, o bien para servir de material para algún enser o viga en cualquier casa.
Mientras los mayores estaban en el monte, los más jóvenes retiraban el enorme pino de 30 metros colocado por ellos mismos en el mes de junio.
La comitiva de los once antecesores llegó pasado el mediodía entre sones de gaita y tamboril, con cánticos tradicionales acompañados de una gran afluencia de público.
Ya el roble en la Plaza del Caño, cantes y bailes al son de gaita y tamboril sumado al reparto de perrunillas animaron la plaza hasta que los quintos ayudados por maquinaria apta para maniobrar con madera colocaron el roble.
La programación festiva continúa durante el fin de semana con programación musical terminando el lunes día 15 con una comida popular en el Área Recreativa El Bardal, tras acudir a una misa en honor a Nuestra Señora de la Asunción.
El punto y final lo pondrán con una capea al estilo tradicional por las calles del pueblo.