SOCIEDAD
Actualizado 06/08/2022 11:47:43
Elena Esteban

Alba, que este verano ha acogido a Taufa, de siete años, sigue considerando su hermana a una de las niñas que vino a su familia cuando era pequeña

Taufa tiene siete años, cinco hermanos en uno de los campamentos de refugiados de Tindurf, Argelia, desde donde ha venido hace apenas unas semanas y dos que está empezando a conocer en Salamanca. Como el resto de los trece niños y niñas saharauis que han venido a pasar unas 'Vacaciones en Paz' a la provincia, sale por primera vez de los 55 grados del verano de la región.

“Lo hacen por necesidad”, explica Alba, su madre de acogida, que ahora está en contacto con la familia de la niña. “Miedo, todo el del mundo” por dejar marchar a su hija a más de 2.000 kilómetros de distancia con personas a las que en realidad no conocen, “pero creen que va a estar mejor”. Taufa se ha integrado muy rápidamente, aunque no es tan fácil para todos los niños, “son muy pequeños, suelen llorar, les suele costar la adaptación, estar con la familia y no entender el idioma”.

“Es una niña que ayuda en todo, todo lo que le dices”, y aunque llegó sin ninguna noción de español, en menos de un mes ya es capaz de entenderles. Por su corta edad, todavía no ha empezado las clases de lo que será su segunda lengua, aunque sus hermanos o primos mayores le enseñaron las expresiones básicas: “Hola, ¿qué tal?¿Cómo te llamas”.

La familia de acogida al completo, formada por Alba, Manu y sus dos hijos, Aroa y Manuel, ya son veteranos poniéndoselo fácil y empatizando con cómo se sienten los pequeños. Para Alba, la primera vez fue cuando tenía ocho años. Esa vez, su papel era de hermana y reconoce que le costó “dejar de ser hija única”. Ahora, con otro rol diferente, se alegra del “hermanamiento” que están desarrollando Aroa y Manuel, de edades cercanas a la de Taufa: “a mí me aporta mucho y considero que a mis hijos también”. Es la segunda vez que viven el verano con un niño saharaui, la primera fue dos años antes de la pandemia, que paralizó el programa.

Acoger por primera vez con AMPUSASA

Para apuntarse por primera vez hay que ponerse en contacto con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en Salamanca (AMPUSASA), donde una trabajadora social hace una entrevista a las familias que solicitan acoger a un niño. Una vez ha comprobado que las condiciones son buenas y estas se hacen socias de la asociación, solo queda esperar a julio. A su llegada se les hace un reconocimiento médico para confirmar que está todo bien. Donde más problemas suelen tener es en los ojos y en los dientes, pero la entidad cuenta con médicos colaboradores de estas y otras áreas que se hacen cargo de mejorar al máximo su calidad de vida antes de su regreso.

La experiencia va enseñando poco a poco qué adaptaciones hay que hacer, aunque aseguran que el choque cultural no es muy grande. En los campamentos duermen en colchones a ras del suelo, por lo que aquí evitan que duerma en una cama alta “por si se cae”. Para los niños de siete años como Toufa “es todo nuevo”, aunque sin duda lo que más le ha impactado ha sido el agua. “Ella quiere piscina todo el día” y los días que viajaron a Galicia quedó fascinada con el mar.

“De cara a los que tienen hijos no es un gran cambio”, apunta Alba. La pequeña hace lo mismo que el resto de sus hijos, va a las colonias con ellos y “si se compra un helado se compra para los tres, si se compra una chuche se compra para los tres”. Además, mantiene el contacto constante con su familia vía audios de Whatsapp, y cada tres o cuatro días hacen videollamada. La facilidad para conectar es “una suerte”, Alba recuerda que en 1998 “llamaban dos veces en todo el verano, costaba como quince euros”.

Aunque ya piensan en viajar a los campamentos en octubre para visitar a Taufa, esta posibilidad de comunicarse durante los meses de otoño, invierno y primavera alivia la tristeza de la partida. Alba continúa hablando “todos los días” con la segunda niña que vino a su familia cuando era pequeña, ahora una mujer, y la considera su hermana, “cuando hablo de mis hijos me refiero a sus sobrinos”. Por ello, afirma que vale la pena: “todo lo que me dan durante dos meses suple el mal rato que pasamos todos cuando se van”.

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