OPINIóN
Actualizado 05/08/2022 18:21:16
Julio Fernández

Esta semana el gobierno de Sánchez ha aprobado el Decreto que regulará el plan de ahorro energético, una norma que se asemeja a las que se están aprobando en los diferentes países de la Unión Europea. Estamos ante una situación excepcional debido a factores diversos y muy complejos: la pandemia de la COVID-19 que, afortunadamente va quedando atrás y la guerra entre Rusia y Ucrania. Este último motivo está generando tensiones políticas y sociales muy graves en el seno de la comunidad internacional, que provocan, a su vez, una crisis económica sin precedentes. Rusia, que es el principal suministrador de gas a Europa, está recortando los envíos, lo que obliga a los distintos países a adoptar medidas de ahorro energético.

Es lo que intenta el gobierno español con esta norma. Desde la oposición, hace algunas semanas el líder del PP, Feijóo, se había manifestado a favor de subir la temperatura de los aires acondicionados en la época estival y bajar la de las calefacciones en las temporadas de frío. Incluso fue más lejos, diciendo que sería necesario también recortar el alumbrado público. Por tal motivo, no parece comprensible que la presidenta madrileña, Ayuso, una vez más, inspirada por su inquina y resentimiento generalizado hacia el gobierno español, manifieste -con ignorancia impropia de un líder político que tiene que gestionar los intereses generales- que “Madrid no se apaga”, que “apagar los escaparates de los centros comerciales a las 10 de la noche genera inseguridad ciudadana”, algo que también ha ratificado la edil madrileña de Ciudadanos, Villacís –otra política inepta, entregada al PP de Almeida e indocumentada-, cuando los expertos dejan muy claro que el alumbrado público, además de la vigilancia física y electrónica que protagonizan las Fuerzas de Seguridad, es el factor que más disuade de la comisión de hechos delictivos por la noche, no la luz de los escaparates.

Con estas reacciones políticas, el PP pone de manifiesto, como es habitual, que no tiene un proyecto político sólido, que actúa en función de la gestión del gobierno oponiéndose sistemáticamente a todas las políticas y actuaciones que éste lleva a cabo, sean del calado que sean. Feijóo, al mejor estilo de su maestro M. Rajoy, cuando un tema le resulta sangrante, cuando percibe enfrentamientos entre los diferentes sectores de su partido, esconde la cabeza debajo del ala y pone de manifiesto su calculada ambigüedad política, demostrando que el timón del barco no lo lleva él. En esta ocasión –y ya ha pasado casi una semana desde que el gobierno aprobó en Consejo de Ministros el Decreto del plan de ahorro energético- no se ha pronunciado aún al momento de redactar este artículo, mientras que varios políticos de su formación iniciaron el ataque al gobierno diciendo que no lo iban a cumplir en sus territorios y que lo recurrirían ante el Tribunal Constitucional. Estos sectores se han ido aplacando progresivamente, pero siempre hay argumentos que sacan de su “chistera” y al final ha sido la portavoz de Congreso, Cuca Gamarra, la que –con un tono bronco e irrespetuoso, como siempre actúa- ha sacado a colación la energía nuclear, culpando al gobierno de no ser partidario de prorrogar la vida útil de las centrales nucleares. Quién da estos giros, estos virajes incomprensibles es porque no tiene argumentos serios, sólidos y constructivos en ninguna materia y ejercen la crítica no como alternativa a las políticas del gobierno, sino sólo para convencer a la ciudadanía de que son mejor opción, que les voten, que les den un cheque en blanco, que les crean, pero sin ninguna garantía de gestión de los intereses colectivos como desea la ciudadanía. Intoxican, manipulan, tergiversan la realidad e insisten en identificar al presidente del gobierno con el inframundo, personificado en los terroristas, los separatistas y los comunistas, siempre con un tono peyorativo, para que los ciudadanos se alejen de él, de su partido y de todas las formaciones de izquierda en los procesos electorales. Y en esta misión son fervientemente apoyados por sus aduladores mediáticos y, en Salamanca, sabemos mucho de eso.

Practican técnicas que me recuerdan a las que utilizaban los dirigentes del régimen franquista y su propaganda; las mismas que, incluso, querían avalar con la pseudociencia del gabinete de investigaciones psicológicas fundado y dirigido por el psiquiatra Vallejo Nágera para afirmar que los “rojos”, los comunistas y socialistas tenían un gen que probaba su inferioridad moral en relación a los genes que poseían los políticos y ciudadanos de la derecha social franquista. Es más, como dijera Vallejo Nágera, ese gen provocaba que los “rojos” fueran más feos que los adictos al Régimen. Debido a ello, Vallejo Nágera diría Franco era más guapo que Azaña. ¡Qué gran especialista en psiquiatría criminal! Todo un lujo que tuvo vigencia durante los años de la dictadura.

Esta es la verdad material sobre la actuación del PP y sus líderes, lo que demuestra, una vez más, que políticamente no tienen ni ética, ni honestidad, ni decencia, sólo ansia por llegar al poder al precio que sea.

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