Llega el verano, llegan las vacaciones, pero no conseguimos desconectar. Esa era la razón última de las vacaciones, la de desconectar del trabajo, obligaciones o preocupaciones y recargar pilas en forma de batería mental y alivio para nuestro cerebro. Pero las vacaciones han cambiado y la tecnología nos hace casi imposible desconectar.
El trabajo, el calor, la cultura y la necesidad de descanso hicieron del verano un tiempo propicio para las vacaciones. Esas vacaciones variopintas que no significan lo mismo para todos, pero que, para la mayoría, nos traen nostalgias de unos días vividos en el relajo, en la intensidad de un viaje o unas fiestas lugareñas como punto de encuentro.
Para el recuerdo y la nostalgia quedan aquellos largos viajes por carretera, cuando el precio de la gasolina aún era asequible, para visitar un paraje extraordinario; pasar largas horas jugando con la arena de la playa, haciendo un pozo con una pala, donde milagrosamente aparecía el agua, o castillitos cuya fragilidad sucumbía ante la llegada de los restos de una ola ya varada en la playa; kilómetros y kilómetros andados por la orilla del mar, recibiendo la brisa fresca de la mar. Estas distracciones, y muchas más, eran suficientes para descansar y disfrutar de unas vacaciones de ensueño, sin necesidad de ninguna tecnología.
No solo lo avances tecnológicos han cambiado las vacaciones, también han contribuido a ello los cambios socioeconómicos, la precariedad laboral, la situación real de crisis o amenazas de que estas aparezcan, la presencia digital constante y hasta el hecho de estar enganchado a las tecnologías de la información y la comunicación. Sin darnos cuenta de lo que ello supone en cuanto a riesgos psicosociales y para la salud mental del individuo.
Los terminales de las redes de comunicación como el ordenador portátil, el teléfono móvil, u otros, siempre pegados a nosotros o en la mano, son como una extensión del ser humano. Actúan como si se tratase de unas extremidades más de nuestro cuerpo que, aunque aparentemente nos esforcemos en apagarlos en algún momento, la realidad es que, mentalmente, seguimos conectados, al estar pensando en las fotografías a hacerse para enviárselas a nuestros contactos y que, cuando vamos a enviarlas, nos sorprende y hasta nos inquieta la cantidad de mensajes que hemos recibidos y esperan nuestra respuesta. Con ello el descanso psicológico se ha perturbado y aparece el desasosiego, aun estando de vacaciones.
Ni que decir de la hiperdisponibilidad imperiosa que nos lleva a revisar el correo electrónico constantemente, leer artículos o seguir noticias relacionadas con nuestro trabajo, amén de preguntar a los colegas cómo van las cosas por allá, por la empresa. Para colmo, se dice que el talento digital es un bien escaso y que hay que crearlo y estimularlo internamente, en las empresas, buscando fórmulas para mejorar el compromiso de los empleados con la compañía en la que operan.
Es difícil conseguir unas vacaciones, también digitales, porque cuando parece que has conseguido desconectar de lo cotidiano y llegado la paz mental, volvemos a echar mano del móvil, para hacer una foto, retocarla, enviarla o subirla a la red. Ya no nos conformamos con disfrutar el momento, como antes. Ahora el disfrute pasa desapercibido, porque tenemos la necesidad de dejar constancia en internet y de compartir lo que está pasando en todo momento.
Con la variedad de posibilidades que ofrece, el teléfono móvil supone una vía de escape de la monotonía. La contrapartida es la adicción a la inmediatez tecnológica que no solo es un pasatiempo o un alimentador de las redes sociales, es también una reacción a la crisis económica y de salud, a posibles crisis personales. Así como una manera de externalizar la necesidad de cambio que tenemos, para salir de aquellas.
Durante las vacaciones es recomendable priorizar el descanso y las experiencias cara a cara con amigos y familiares y, si necesitas enviar un mensaje o subir a internet una foto, hazlo cuando llegues a casa o al hotel, agrupando todas las acciones de conexión en un tiempo limitado, descontaminando, digitalmente, el resto del tiempo. En cuanto a la desconexión digital con el trabajo y para evitar tentaciones, facilite a sus colegas un medio de localización, por si surgiera algo realmente importante, cierre el correo electrónico y cualquier otro grupo de Facebook o WhatsApp del que forme parte en la oficina y entréguese al descanso y el disfrute. Su entorno y el mundo seguirán igual cuando vuelva de vacaciones.
Desde las ciencias del comportamiento la recomendación es desconectar, también, digitalmente, tomarse unas vacaciones digitales. Es difícil, pero no imposible. Quien escribe, uno de aquellos que siempre están pegado al ordenador, como herramienta de trabajo y de comunicaciones, he tenido la experiencia de irme de vacaciones y dejar el ordenador en casa, para no tener tentaciones. Tras 15 días de viaje y playa, lo único que ha pasado es que la mente se ha revitalizado y he “cargado pilas”, lo demás todo sigue igual. El mundo no se para porque no estemos conectados al ordenador o al teléfono, no somos imprescindibles. Sí necesitamos estar sanos, también de mente.
¡Felices vacaciones!
Les dejo con David Deseo & Barroso y sus Vacaciones
https://www.youtube.com/watch?v=jq-3D3h2zwU
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© Francisco Aguadero Fernández, 22 de julio de 2022