OPINIóN
Actualizado 23/07/2022 10:53:38
Julio Fernández

Durante el presente verano estamos viviendo un desaliento social, económico y medio ambiental de proporciones ignoradas hasta ahora en España. Las elevadas temperaturas –en muchos sitios desconocidas desde que hay registros- y los incendios han provocado un cóctel tremendamente explosivo que trasciende no sólo a lo económico, sino también a lo político y social y pone e peligro los valores de humanidad de una sociedad que se está tornando insolidaria, egoísta y poco empática con los problemas de los más débiles.

Los incendios (provocados o no), como la mayoría de las catástrofes naturales atacan siempre con mayor virulencia a los más débiles, a las zonas más desfavorecidas y, en algunos casos, la respuesta de los organismos públicos que tienen la obligación competencial de sofocarlos se torna ineficaz porque ni cuentan con los medios humanos ni materiales adecuados, ni el trato dispensado a los escasos medios humanos se corresponde con la obligación que tienen las administraciones públicas de procurar el bienestar y la felicidad de sus ciudadanos. Resulta descarnado y sobrecogedor que la Junta de Castilla y León ofrezca a los bomberos que llevan más de 15 horas trabajando duramente por la extinción de los incendios forestales, un bocadillo, una pieza de fruta y una botella de agua, como ha denunciado el portavoz de la Asociación de Trabajadores de Incendios Forestales de Castilla y León. Estos trabajadores dependían de la buena fe de los vecinos de los pueblos por los que pasaban para poder beber agua y, fundamentalmente, de sus propios recursos económicos. La poca comida que les llegaba lo hacía con retraso y con escasa variedad. Los principales incendios, además, han transcurrido por las zonas más deprimidas de Castilla y León, zonas que, curiosamente, presentan unos espacios naturales de excepcional belleza, como la sierra de La Culebra y cuyo impulso económico depende en gran medida de los recursos naturales que motivan el turismo rural por la zona. En la provincia de Zamora, una de las más deprimidas de España, que cuenta con unos datos demográficos espeluznantes y que en pocos años ya no habrá personas que vivan en sus deshabitados y tristes pueblos, se han quemado unas 60 mil hectáreas (que supone el 5 % del total de la superficie de la provincia de Zamora y un 73 % de los incendios forestales que hasta el momento ha habido en España este verano). El trato que ha dispensado la Junta de Castilla y León a estos brigadistas de extinción de incendios, ha sido cruel, inhumano y degradante. Y luego, el gobierno de la Junta se permite el lujo de pagar una renta anual elevadísima al vicepresidente (político de Vox), señor Gallardo, una vicepresidencia sin funciones y cuyo titular no hace más que decir sandeces del estilo de que la finalidad de las relaciones sexuales entre hombre y mujer, es la procreación.

Estas lindezas cometidas por la Junta de Castilla y León no provocan, en cambio, un giro de las políticas públicas ni cambios de gobierno. Recordemos que el PP lleva gobernando en la región desde hace 35 años y de forma ininterrumpida y muchos ciudadanos que habitan en esas zonas devastadas siguen dándoles su apoyo incondicional. A pesar de ello, ¿cuál es la respuesta de los gobernantes de la Junta de Castilla y León? Ninguna, nuestra tierra ya no sólo está olvidada, vaciada y abandonada, sino también ahora calcinada.

Pero lo más sorprendente y humillante de esta situación es que cuando a través de las redes sociales muchos ciudadanos se atreven a denunciar esta situación de abandono, desidia e incompetencia por parte de los gobernantes competentes: la Junta de Castilla y León, los ínclitos defensores de los gobiernos del PP reaccionan culpando de la situación al gobierno de España porque, según ellos, ha concedido ayudas como el denominado “ingreso mínimo vital” a personas y familias con graves necesidades económicas y, en cambio, estos beneficiarios “no colaboran en la extinción de estos incendios”. Según ellos quienes tienen que sofocar los incendios deberían ser los que reciben estas ayudas y los presos de las cárceles, porque “son parásitos que está manteniendo el Estado y no hacen nada cuando su deber es colaborar con la sociedad en estos casos

La realidad de los incendios de Zamora debería ser conocido por toda la ciudadanía, porque, como muy bien ha denunciado el alcalde de uno de los pueblos afectados, Tábara, unos días antes de declararse el incendio de la sierra de la Culebra, miembros de la Unidad Militar de Emergencias, UME (Dependiente de las Fuerzas Armadas y, no lo olvidemos, unidad que fue creada por el gobierno socialista de Zapatero), que estaban de maniobras por la zona, solicitaron a la Junta de Castilla y León autorización para realizar prácticas de ampliación y limpieza de los cortafuegos en la zona, que no se concedió por ser “competencia exclusiva de la Junta”. La UME, en las labores de extinción de estos incendios, no ha podido desplegar todo su potencial operativo porque la Junta de Castilla y León –recordemos, gobernada por el señor Mañueco y por el PP desde hace 35 años- no solicitó la declaración de nivel 3, para no perder su mando, que si se hubiese declarado, hubiera pasado al Ministerio del Interior. También denuncia el alcalde de Tábara que años atrás algunos municipios solicitaron permisos para podas y desbroces durante varios años y que se subvencionaran con fondos europeos y la Junta sólo concedió lo solicitado para ciertas zonas. Curiosamente, los lugares donde no se concedieron las ayudas fueron inmediatamente pasto de las llamas.

Todo lo anterior prueba claramente que la Junta de Castilla y León es también partícipe de que 60 mil hectáreas de la provincia de Zamora hayan quedado calcinadas, por lo que se deberían exigir responsabilidades, no sólo políticas, sino también penales. Si la Junta de Castilla y León hubiera actuado con la deber objetivo de cuidado necesario, con la diligencia debida, quizá no se hubieran producido los devastadores incendios.

Con esta tristeza, me viene a la memoria aquélla preciosa canción de Serrat, con letra en catalán, titulada “Pare” (Padre) que, según palabras del propio autor “es una canción que, con mucha amargura y vergüenza, quiero dedicar a esos canallas que queman nuestros bosques, ensucian nuestras aguas, envenenan nuestros alimentos y se enriquecen con las miserias ajenas”.. Y yo, apostillaría, “escenifican una falta de empatía de los poderosos hacia los más humildes” –que se lo digan al alcalde de Madrid, quién quiere echar balones fuera, como siempre, en el caso de la muerte por un golpe de calor de un humilde barrendero municipal que cumplía con sus obligaciones en el Puente de Vallecas. La hermosa canción de Serrat, entre otras cosas dice:

“Padre, decidme qué

le han hecho al bosque que ya no hay árboles.

En invierno no tendremos fuego

ni en verano sitio donde resguardarnos.

Padre, que el bosque ya no es el bosque.

Padre, antes de que oscurezca

llenad de vida la despensa.

Sin leña y sin peces, padre,

tendremos que quemar al barca,

labrar el trigo entre las ruinas, padre,

y cerrar con tres cerrojos la casa…

Padre, si no hay pinos

no habrá piñones, ni gusanos, ni pájaros.

Padre, donde no hay flores

no se dan las abejas, ni la cera, ni la miel.

Padre, que el campo ya no es el campo.

Padre, mañana del cielo lloverá sangre.

El viento lo canta llorando…”

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