Sin embargo, a pesar de los avances en materia de igualdad entre niñas y niños, mujeres y hombres, la discriminación de género sigue siendo muy acusada; además, la pandemia del Covid-19 la ha agravado.
Irene Martí García: Defensora de los derechos humanos.
Una de las más graves manifestaciones de esta desigualdad es la práctica de los matrimonios infantiles y las consecuencias que estos conllevan. Según los datos, detrás de los cuales hay vidas, son 650 millones de mujeres las que han sido casadas forzosamente en su infancia, y se prevé alcanzar los 800 millones en 2050. Esto significa que cada día 34 000 niñas son víctimas de este crimen, lo que supone las 12 millones al año. Asimismo, a nivel geográfico, la cifra más alta de estos matrimonios se produce en África subsahariana (aproximadamente cuatro de cada diez mujeres jóvenes se casaron antes de los 18 años), destacando Níger, donde el 76% de su población femenina lo sufre.
No es de extrañar que la causa principal que lleva a la “celebración” de matrimonios infantiles sea la situación de extrema pobreza económica de la familia, pues Níger es considerado uno de los países más pobres de África y del mundo. En estos casos, el matrimonio les permite ahorrarse la manutención de la hija, además de recibir un ingreso extraordinario a través de la dote, así la aportación de esta compensación es el único deber que tiene el hombre por cometer un crimen. Por otro lado, esta práctica es avalada y reforzada por las normas sociales, culturales y religiosas de determinadas comunidades, las cuales no sólo las aceptan, sino que las entienden como positivas y su oposición como un acatamiento de la “norma occidental”. Finalmente, también se recurre a estos matrimonios como búsqueda de la “falsa protección” que les va a aportar a las niñas. Sin saber que, lo último les va a acarrear es protección.
Los matrimonios infantiles forzados suponen una “cadena perpetua” para la mujer, marcada por la “esclavitud”. No sólo el matrimonio infantil representa una violación de Derechos Humanos, sino que este es sólo el punto de partida para una sucesión de dichas violaciones. Se abre la puerta al abuso y maltrato físico, psicológico y sexual, a la reducción al derecho a la salud, a la exclusión social, a la asunción de responsabilidades domésticas, así como al abandono escolar, intrínsecamente ligado a los matrimonios infantiles, pues la educación es clave aquí; según diversos estudios, las niñas que terminan secundaria son seis veces menos vulnerables al matrimonio infantil forzado. Asimismo, cabe destacar la más grave de estas tremendas consecuencias, la muerte de las niñas provocada por los precoces embarazos y partos que sufren.
En concreto, Save the Children ha denunciado, a través de un estudio realizado recientemente, la muerte de más de 22 000 niñas cada año por dichas causas, pues sus cuerpos no están preparados para tener hijos. Destaca de nuevo África, Occidental y Central, con casi la mitad (9600) de todas muertes relacionadas con el matrimonio infantil. Concretamente, la tasa de mortalidad materna de adolescentes aquí es cuatro veces mayor que en cualquier otro lugar del planeta. Pero también se producen numerosas muertes en otras partes del mundo, como el sur de Asia (2000 niñas al año), Asia oriental y el Pacífico (650), América Latina y el Caribe (560).
Permitir y celebrar matrimonios de niñas obligadas a ello y con hombres, a menudo, mucho mayores, es una práctica que denigra y cosifica a las mujeres. Este crimen es una representación íntegra del patriarcado y de la desigualdad de género, pues no se tiene en cuenta su voluntad, se aprovechan de su situación de inocencia, indefensión y pobreza económica, y además las niñas son vistas como objetos que se compran y se poseen. ¿No se parece a la definición de esclavitud?
El matrimonio infantil es intolerable, viola Derechos Humanos, muchísimos de ellos. Me parece asqueroso que haya hombres que piensen en casarse con estas niñas, contra su voluntad, robándoles la oportunidad de seguir aprendiendo, de ser niñas y muy a menudo, de sobrevivir. Se trata de una de las peores y más letales manifestaciones de violencia de género y sexual contra las niñas.
Por lo tanto, hay que acabar con esta práctica, y este cambio debe plasmarse en varios niveles, en el plano legal, económico- pues esta nunca debería ser la solución a la pobreza-, y, sobre todo, social, rompiendo con esta espiral de abuso tan arraigada socialmente y concienciando de que no sólo no es la mejor solución para una vida digna, sino que es la causa de una vida llena de violaciones de sus derechos, incluido el más básico y principal de todos, el derecho a la vida. No se puede dejar a más niñas en riesgo de morir, sus peligros para la salud no pueden ser ignorados; los gobiernos deben priorizar a las niñas y garantizarles su protección ante el matrimonio infantil y sus muertes prematuras, así como darles voz en las decisiones que les afectan, además tan drásticamente. En última instancia, por si todavía no fueran suficientes las razones para abolir esta práctica, combatir esta lacra es lo más sensato para todas las personas, pues no sólo favorecería a las mujeres, sino que supondría potenciar el desarrollo de los países que la practican. No al matrimonio infantil.