OPINIóN
Actualizado 09/07/2022 10:43:11
Julio Fernández

Cada día está más claro que al señor Feijóo le queda muy grande el traje de elegancia política y de buen estadista que le han colgado los ideólogos de la derecha política, mediática y económica; dado que con sus declaraciones está demostrando, más bien, que emerge de los sectores más reaccionarios y resentidos del conservadurismo español, el del caciquismo y el clientelismo decimonónico, de aquélla España tan bien retratada por Machado en su “Mañana efímero”, la de “charanga y pandereta/, cerrado y sacristía/ devota de Frascuelo y de María”. ¿No se le cae la cara de vergüenza pedir el cese de la ministra de igualdad del gobierno de España porque haya hecho un viaje oficial a Nueva York, en donde la ONU ha alabado las políticas de igualdad del gobierno español?. Porque Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU mujeres, ha dicho que “España es pionera para la igualdad de género”. Este hombre ha perdido claramente el norte, además, a sabiendas de que el propio Feijóo siendo presidente de la Xunta de Galicia ha hecho viajes oficiales a instituciones europeas y americanas, también a Nueva York y Miami, lo mismo que el “número tres” del PP Elías Bendodo, en 2016 cuando era presidente de la diputación de Málaga o Díaz Ayuso más recientemente. Precisamente, los aduladores mediáticos de Ayuso en el viaje a Nueva York decían, para ensalzar su figura, que Ayuso aparecía públicamente más esbelta y joven, producto, probablemente del ácido hialurónico y del botox. Y era un comentario con ánimo de aupar a una política a la que quieren convertir en una lideresa carismática que “lucha como una heroína contra el comunismo, el socialismo, el separatismo y el terrorismo”, intentando asemejar las ideas políticas tan respetables como las comunistas o socialistas con la violencia terrorista. En Román Paladino, a los progresistas nos quieren identificar con el terrorismo y la barbarie y eso es intolerable y un atentado grave a la dignidad de las personas que legítimamente defendemos las ideas de progreso, libertad e igualdad de todos los ciudadanos.

¿Le molestan a Feijóo las políticas de igualdad del gobierno? ¿Prefiere las políticas reaccionarias, carcas, xenófobas y en contra de la lucha contra la violencia de género que proclama Vox, su socio de gobierno en Castilla y León? ¿Cómo puede pedir el cese de la ministra por ese viaje cuando Feijóo era un invitado de lujo del narcotraficante gallego Marcial Dorado, condenado a 13 años de prisión? ¿Cuál era la contrapartida que solicitaba el narcotraficante al político gallego, que, recordemos, ya entonces ocupaba puestos de responsabilidad política y de gobierno? Son preguntas que el señor Feijóo tiene el deber de responder y los ciudadanos españoles el derecho a conocer a quién pretende ser el presidente del gobierno de un país. Sea como fuere, si esas fotos y esas amistades de varios viajes por España, los hubiera hecho cualquier político de izquierdas, la derecha ya había conseguido, no sólo que estuviera el interesado ante los tribunales de justicia y, desde luego, fuera de la política activa, porque habrían puesto en marcha la trituradora mediática hasta límites insoportables.

Pero Feijóo no sólo tiene el descaro de criticar conductas políticas que son realizadas por él mismo y sus compañeros de partido –con la agravante de que una de las realizadas por él mismo tiene peor aspecto, porque la mafia del narcotráfico siempre tiene mal aspecto- sino que también se toma la licencia de vaticinar una hecatombe económica para España y atribuirla exclusivamente al gobierno de Sánchez, cuando los indicadores económicos desfavorables (alta inflación o elevados precios de los carburantes) no son patrimonio de un solo país (España, en este caso), sino que en Europa, por ejemplo, está afectando casi por igual a todos los países desarrollados; incluso y debido a la habilidad política en este caso de España y Portugal (ya que fueron los presidentes de estos países los que lo propusieron en el seno de la Unión Europea), nos beneficiamos del precio de la luz (más bajo que en el resto de Europa) por la denominada “excepción ibérica”. Pero el señor Feijóo no habla de las cosas buenas imputables a nuestros mandatarios, como tampoco menciona los buenos datos del empleo y de la reforma laboral aprobada con el voto en contra de su partido (y con voto equivocado a favor de la misma del esperpento político del diputado Casero, de Cáceres, ese que está imputado por prevaricación por su etapa como alcalde de Trujillo). Incluso ante los buenos datos de empleo llegó a cuestionar la estadística utilizada por el gobierno al no contar como parados a los denominados “fijos discontinuos”, quienes, por cierto, tampoco se contabilizaban como tales con los gobiernos de M. Rajoy. Es más, también dijo Feijóo que, en parte, la bajada del paro era porque habían ingresado más funcionarios públicos y éstos “no son productivos”. Que un político que lleva años en la gestión, tanto en su región como en diversos cargos a nivel nacional con otros gobiernos del PP, como los el de Aznar, haga estas declaraciones es un síntoma de que -igual que Casado o M. Rajoy cuando estaban en la oposición al gobierno de Zapatero- su única ambición es llegar al poder como sea, no importan los medios que se utilicen con tal de conseguirlo.

Llegar al poder y conservarlo está muy presente en el ADN de los políticos del PP. Las últimas pruebas de ello las hemos conocido en estos días, cuando se han dado a conocer públicamente más audios entre el ínclito comisario Villarejo y la entonces secretaria general del PP y ministra de defensa, Dolores De Cospedal, en los que se demuestra –una vez más- que el gobierno de M. Rajoy estaba dispuesto a todo, a utilizar las cloacas del Estado, los medios públicos e incluso el poder judicial -que deben estar exclusivamente al servicio de los ciudadanos y del interés general- para eliminar a sus adversarios políticos fabricando pruebas falsas contra ellos. Había que eliminar, como fuera, la figura política de Pablo Iglesias y de su partido político, Podemos. Son demoledores los audios cuando Villarejo le dice a Cospedal que tiene “una bomba” para cargarse al “hijo puta de Pablo Iglesias”, cito textualmente, a lo que Cospedal le contesta que sí, que Pablo Iglesias es “un hijo puta en toda regla”. Y, claro, hay que hacer lo que sea, con la colaboración de la derecha económica y mediática, para eliminar de la política a Pablo Iglesias, que es una persona incómoda y puede truncarles el mantenimiento del poder para su servicio personal.

Es normal que con estas premisas el presidente Sánchez hable de esos “poderes ocultos” que apoyan a muerte a la derecha política para fabricar mentiras y manipular la realidad con la única finalidad, conservar el Statu Quo del que nunca están dispuestos a salir: el poder político, económico y social. ¿Por qué no habla de todo eso Feijóo? Muy fácil, porque está secuestrado políticamente y ello le hace ser partícipe de las prácticas de dudosa legalidad que han utilizado y utilizan sus correligionarios.

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