La Covid sigue siendo algo temido, cuando las listas de espera en la sanidad están por las nubes. Parecía que el coronavirus iba dejando paso a otros asuntos, pero se está reactivando hasta el punto de llevar al sistema sanitario, nuevamente, a una situación que se aproxima, velozmente, hacia la saturación. Unos dicen que estamos sufriendo la séptima ola y otros que la octava ya ha llegado. No sé si ha lugar a hablar de olas porque, en todo caso, las oleadas son constantes y tan seguidas que no se desprenden unas de otras. Tenemos asumido que el coronavirus vino para quedarse entre nosotros, conviviendo con otros de su especie como la gripe, que se manifiesta reiteradamente, que se cobra sus víctimas y que seguimos con él a cuestas.
La incidencia acumulada por Covid en las personas mayores de 60 años se sitúa en más de 1.000 casos por 100.000 habitantes en 14 días. En algunos territorios, como en la Comunidad de Madrid, la incidencia de infecciones llega a 2.895 entre los mayores de 90 años. Las hospitalizaciones por esta causa se han incrementado hasta un 20% en los últimos días. Los datos que se nos facilitan, aunque alarmantes, son parciales y solo reflejan una parte de la realidad, porque son referidos a mayores de 60 años, de acuerdo con el nuevo sistema de vigilancia de la pandemia en el que no se cuentan todos los casos. Si a ellos sumásemos los de la población en general, puede que hubiera motivos para asustarnos. El verano parece que va a ser duro en este tema.
El riesgo de contagio por coronavirus es muy alto, máxime, cuando la cultura de la solidaridad para no contagiar a otras personas, por parte de las afectadas por la Covid, no ha calado en la sociedad. Creo que estamos subestimando la capacidad de destrucción física y moral que aún tiene el virus en cuestión (207 fallecidos en la última semana, en España), así como sus repercusiones en un posible colapso del sistema sanitario, tras semanas de crecimiento sostenido de los contagios.
Las subvariantes de ómicron BA.4 y BA.5 están demostrando que tienen más facilidad de transmisión y que esquivan mejor la inmunidad proporcionada por las vacunas que, parece, cada vez protegen menos frente a la reinfección de personas que ya pasaron la enfermedad. La Atención Primaria sanitaria está atascada y requiere soluciones inmediatas.
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) avisa sobre Centauros, una nueva variante de coronavirus que ha hecho saltar todas las alarmas, debido a su alta velocidad de transmisión, hasta cinco veces más contagiosa que ómicron y que se está extendiendo de forma rápida. Los primeros casos se identificaron el 30 de junio en la India. Cuando se escriben estas líneas no hay constancia de que haya llegado a España, pero llegará en cualquier momento, porque ya está en Europa, América y otros puntos muy distantes de la geografía mundial.
En tales circunstancias, bienvenida sea la regularización de más de 67.000 sanitarios aprobada por el Gobierno el pasado martes día cinco. Supone el que esa gran cantidad de sanitarios pasen a ser contratados fijos, dejando atrás toda una cadena de contratos eventuales y la inseguridad laboral que ello supone, con el correspondiente deterioro del servicio sanitario. La nueva reglamentación, una exigencia de la Unión Europea, pone como tope tres años de contratos eventuales encadenados, limitando así la temporalidad.
Queda pendiente la mejora salarial del colectivo sanitario, que está a la cola de Europa en ese aspecto. Y también queda pendiente aliviar la sobrecarga estructural que tiene el sistema sanitario. Para ello hacen falta nuevas contrataciones de personal que vengan a cubrir el déficit existente de 289.000 sanitarios. Además del incremento de trabajo originado por la pandemia, la Atención Primaria tiene más de un millar de médicos menos que en el 2018, ha perdido casi el 10% de los sanitarios y está a las puertas una jubilación de más de 12.000 empleados en los próximos cinco años. El relevo generacional se hace necesario, aunque no parece que se tenga mucho en cuenta por parte de las administraciones sanitarias.
Los gobiernos nacionales o autonómicos no prestan la atención debida al sistema de salud. El deterioro de la asistencia sanitaria se ha ido degradando en los últimos años, a pesar del esfuerzo añadido llevado a cabo por el personal sanitario. Una de las evidencias más dramáticas de ese deterioro es el incremento de las listas de espera, para ser atendido en hospitales y centros de salud, pero de eso hablaremos en otro momento.
Las privatizaciones de los servicios de salud no son la solución, ni tampoco son tan beneficiosas como algunos piensan. Una investigación realizada por investigadores de la Universidad de Oxford y cuyos resultados se han publicado en The Lancet Public Health, concluye que: la asistencia sanitaria ha empeorado en el Reino Unido, debido a la privatización. Además, la mortalidad evitable ha aumentado. Los científicos han analizado las consecuencias de esa privatización de servicios en 173 áreas sanitarias de Inglaterra entre 2013 y 2020. Y calculan que las privatizaciones impulsadas desde 2012 por David Cameron se relacionan con 557 muertes evitables en ellas. Datos para la reflexión. Cuídense.
Escuchemos “Respeta”, canción para quienes nos cuidan durante la epidemia COVID
https://www.youtube.com/watch?v=MoE3ffH0UQs
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© Francisco Aguadero Fernández, 8 de julio de 2022