A quienes les ha costado mucho ser aceptados es lógico que le guste celebrarlo. Es una explosión de alegría y orgullo.
Recuerdo cuando en los años 80, incluso antes, llevar un día, cada año, a un homosexual y una lesbiana , a clase de Psicología de la Sexualidad en la Universidad, era un acontecimiento. Muchos alumnos no conocían a ninguno y escuchar sus problemas y conocerlos eliminaba muchos prejuicios.
¡Cuánto sufrimiento inútil!
Ya entrado el año 2000, mientras se discutía la ley que legalizaría el matrimonio entre personas homosexuales, en una charla sobre sexualidad en la vejez, a 150 personas viejas, organizada por la Diputación de Valladolid, algunos sacaron el tema expresando sus resistencias frente a la homosexualidad.
Un señor que dijo tener 80 años , se levantó y contó lo siguiente:
“Cuando yo hice la mili en Madrid, había en mi compañía un homosexual, maricón le llamaban. Los mandos y sus compañeros se mofaban de él. Las duchas compartidas, por ejemplo, eran un martirio para él, como tantas situaciones más.
Un domingo salió de paseo vestido de soldado. Iba y solo, esperó en el andén la llegada del metro. Salto del andén a las vías, justo antes de la llegada del metro.
(Hizo un silencio, conteniendo la respiración y siguió) : “A ese soldado le mataron. El sargento, el brigada, el teniente, el capitán y casi todos los compañeros”
Se hizo el silencio, se acabaron las resistencias. Di las gracias por este testimonio y pedí un minuto de silencio.
Sirva este texto de homenaje al soldado asesinado.
¿Cómo, por ignorancia, podemos ser tan crueles?
Aún nos queda camino por hacer.