OPINIóN
Actualizado 06/07/2022 09:26:56
Raúl Izquierdo

Ha fallecido Antonio Romo, salmantino y sacerdote. Para los que creemos en Jesucristo ha pasado a vivir con plenitud en los brazos de Dios padre y madre o dicho de otra forma: nada nos puede separar del Amor de Dios, ni siquiera la muerte.

Leo estos días palabras de elogios y de reconocimiento hacia Antonio, a él que en vida huyó de halagos y parabienes, de inciensos y boatos. Pero si en algo se significó Antonio fue en señalar con el dedo a Jesús, como ya hicieran otros y otras antes que él. No es que fuera un hombre bueno que seguía a Jesús, sino que su seguimiento a Jesús le impulsaba a hacer cosas buenas, que no es lo mismo. Una fe arraigada en el corazón, que le hacía fiarse de quien le amó primero y después, tomar decisiones creando proyectos, pasando de las ideas a los hechos. Una fe que no dejaba de nombrar El Evangelio como buena noticia y que Antonio quiso hacer carne de su carne.

Pero Antonio no nos dejó nunca de recordarla raíz de su vida: Jesús. Es Jesús quien le sedujo en un momento de su historia, quien le llamó y a quién él quiso seguir. Siempre hablada de un Jesús que daba su vida por los demás, especialmente por los más pobres, empobrecidos, pequeños, excluídos…. Hoy, la vida de Antonio se me antoja imprescindible para mantener viva algo de esperanza. En medio de una sensación casi continua de funeral, tristeza y seriedad, necesitamos hombres y mujeres que vivan con alegría y buen humor el seguimiento de Jesús. Más allá de inciensos, cánones y reglamentos, necesitamos hombres y mujeres que pongan al ser humano por delante o por encima de todo. Más allá de reuniones, palabras, palabrerías y sermones, necesitamos hombres y mujeres que hablen con su vida y con su ejemplo. Sí, necesitamos hombres y mujeres referentes, modelos en los que mirarnos para crecer y ser felices. Necesitamos creer que Dios nos ama con locura con nuestras locuras, en medio de tantas dificultades, quejas y quejidos. En un momento en la Iglesia donde el número de cristianos está en caída libre y todavía no hemos tocado fondo, donde niños, adolescentes y jóvenes no encuentran un lugar significativo, donde tenemos tanto miedo a los cambios, a la crítica, a ser creativos…

Hoy más que nunca, ¡necesitamos de testigos creíbles porque hoy más que nunca necesitamos a Dios!

Pero incluso para muchas personas no creyentes, alejadas, hartas o desilusionadas, Antonio era un soplo de aire que avivaba las llamas del corazón, aunque fueran un pequeño rescoldo casi insignificante.

Antonio fue hombre con un corazón de pastor que no le cabía en su pequeño cuerpo. Pero no me gustaría ser un necio y quedarme mirando el dedo de Antonio cuando lo que hizo fue señalarme a Jesús. Me gustaría que la vida de Antonio me ayudara ahora a mí y a ponerme delante de Dios y preguntarme: ¿Qué quieres de mí en este momento de mi historia? ¿Qué puedo hacer por los demás, especialmente por los que más sufren, con todo lo que yo he recibido?

Gracias por la vida de Antonio. Y por la de tantas y tantos. Que no me quede embobado mirando el dedo y tenga el coraje de al menos desear contemplar la luna por mí mismo. Seguro que entonces, ocurrirán cosas…

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