OPINIóN
Actualizado 26/06/2022 12:12:20
José Luis Puerto

Este pasado 24 de junio, festividad de San Juan Bautista, celebración del solsticio de verano, se celebraba en el Aula “Miguel de Unamuno”, dentro del edificio histórico de la Universidad de Salamanca, un hermoso acto académico, al tiempo que protocolario –como corresponde a una universidad con ocho siglos de existencia–, emotivo e intenso.

Estaba dedicado al profesor José María Hernández Díaz, catedrático de de Teoría e Historia de la Educación, en la Facultad de Educación de la Universidad de Salamanca, con motivo de su jubilación a finales de este próximo mes de septiembre, tras más de cuarenta años dedicado a la docencia, a la investigación, a la dirección de tesis doctorales, de revistas universitarias y otras mil actividades que fueron glosadas en el acto.

Presidido por Ricardo Rivero, rector de la universidad salmantina, y con intervención de profesores de la propia facultad de educación, el acto tuvo dos componentes esenciales: la última lección (“ultima lectio”) de José María Hernández Díaz, como manda el protocolo, que versó sobre “La fortuna de enseñar Historia de la Educación”, todo un esbozo lleno de sabiduría, de conocimiento y de sugerencias de perspectivas para el presente y el futuro; y la presentación del libro de homenaje al catedrático homenajeado: Liber amicorum. Homenaje al Profesor José María Hernández Díaz, compendio de trabajos científicos de profesores españoles, europeos, americanos y de otros continentes, así como de textos de amigos y miembros de organismos e instituciones a las que José María Hernández Díaz pertenece.

Un libro coordinado por los profesores Eva García Redondo y Leoncio Vega Gil. Así como otra publicación –Políticas para una educación inclusiva, equitativa y de calidad–, también presentada en el acto, con trabajos científicos sobre distintos aspectos de la ciencia de la pedagogía, realizados por antiguos doctorandos bajo la dirección de José María Hernández Díaz; libro coordinado por los profesores Galo Sánchez y Santiago Esteban Frades.

Pero estoy corriendo el peligro de redactar una mera crónica, cuando lo que de verdad quiero es plasmar la importancia de la labor docente e investigadora, con múltiples derivas, no solo universitarias, sino sociales, nacionales e internacionales, de José María Hernández Díaz, un catedrático universitario que une una excepcional capacidad de trabajo, con un conocimiento y una sabiduría muy honda sobre la educación y su recorrido histórico.

Y, lo que es más importante, un profesor e investigador con una ética de la responsabilidad social muy grande, que entiende que el conocimiento y la formación de los universitarios han de estar encaminados a mejorar la sociedad, a hacer que la educación, en todos los niveles y en todos los órdenes, sea un bien público para toda la ciudadanía.

Ricardo Rivero, el rector de la universidad salmantina, que presidía el acto, evocando el título de Unamuno, aplicado a la labor universitaria de José María Hernández Díaz, hablaba de Amor y pedagogía.

Nosotros, siguiendo con esa estructura gramatical coordinativa, creemos que la cifra que expresa el quehacer y talante de José María Hernández Díaz, es la de sabiduría y entrega.

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