Debe preguntarse al torero, muy seriamente, y muy sinceramente, si quiere, que su vuelta sea un revulsivo, para la fiesta o si, por el contrario, va a seguir manteniendo esa incógnita de ida y vuelta
“Un torero debe estar dispuesto a dejarse matar 12 tardes al año”, la frase la hemos oído a muchos toreros, esta última es de José Tomas, hace unos cuantos años, cuando el mismo se media con toreros del escalafón, que era cuando sentía y necesitaba más el miedo. “Un torero tiene que estar en esa disposición al menos doce veces en una temporada. El toro puede ser bueno, malo o regular; pero el sentimiento es el mismo. Se lleva dentro desde mucho antes. Quieres demostrar a todos los que han ido a verte lo que eres capaz de hacer, porque sabes que eso es lo que ellos esperan que tú hagas. Y eso es lo que te llena de responsabilidad. Y eso es lo que produce el miedo. El miedo a fallar, el miedo a que no estés a la altura de lo que esperan de ti. El miedo a no ser tú esa tarde, sino alguien atenazado por el miedo, porque miedo tenemos todos... aunque cada uno a su manera, claro”. Cuenta el torero en una entrevista, de las pocas concedidas que:
Paseando por Sevilla una tarde de corrida, se relajó tanto por los parques de la ciudad... que se dio cuenta de que le faltaba algo... No estaba con la obsesión y preocupación de otras veces ¿Necesitaba el miedo?, necesitaba ese mal rato, esa droga psicológica que te cambia el carácter y te quita el hambre. Lo note - decía el torero, cuando me vi. En el patio de cuadrillas... Ahí volví a esa vieja sensación, pero hubiera sido mejor estar con ella más tiempo. Ahora, pasados los años, vuelve el torero a sentir el “ mono” de las angustias, de encarar y dominar el miedo llevándolo cerca, tal como pasa el toro, pero mandándolo y dominándolo.
Ocurrió de nuevo en Jaén: los partidarios deseosos de la vuelta a los ruedos de José Tomas, que tras deshojar la Margarita de cual seria la plaza elegida para que este año tuviera el honor de verlo vestido de luces-. Todos sabemos ya de sus formas de aparecer y desaparecer, y todos también parecemos encantados de asumirlo. El torero de Galapagar, que ya hizo de esta “modalidad” su modus vivendi, es decir: reaparece en una plaza, se lleva la taquilla, y el año próximo ya veremos donde cae la cosa, y como vende el abono ferial y colma todas las expectativas, de empresarios, seguidores y también, la de no pocos escribidores y cronistas, a los cuales se les nota una cursilería repetitiva, fuera de toda lógica, de quien ejerce critica, -pues nada que siga la cosa-.
Otros ante tan desbordado acontecimiento, optamos por la prudencia y la cautela, a la espera de ver como se desarrollan los acontecimientos, y saber, si el tan “deseado” J.T está dispuesto a entrar en competencia, a asumir responsabilidad de figura, a que los paganos recobren el palpito de emoción, de la verdad, de la incertidumbre y acudir a los escenarios, donde salga el toro digno de llamarse de lidia, y no, como ha venido haciendo tanto en León, Huelva, Algeciras, Granada y ahora Jaén, donde la parroquia asistente, comenzó a darse cuenta, de los triunfos “baratos”, con ritual misterioso, donde, el hechizo comienza a resquebrajarse, porque para la ceremonia, JT decide enfrentarse a “anovillados” semovientes, con digito legal en la paletilla, y esto sin duda empobrece su labor.
Debe preguntarse al torero, muy seriamente, y muy sinceramente, si quiere, que su vuelta sea un revulsivo, para la fiesta o si, por el contrario, va a seguir manteniendo esa incógnita de ida y vuelta; una o dos veces por temporada o bien engancharse al carro de los demás ases de la torería. Sus partidarios aseguran lo primero, las empresas se frotan las manos, y, él se volverá a vestir de seda, oro y miedo. A este comentarista, le parece de perlas, que J.T vuelva a sintonizar con la afición, y valora que el diestro, tiene su orgullo y su carácter para querer triunfar, el deseo de hacerlo bien, con pureza y valor, son cuestiones positivas, que se unen a una personalidad con toques de misterio.