Según la RAE protocolo es la secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc. Basados en datos y resultados comprobados los protocolos que hoy dirigen las actuaciones de la mayoría de profesionales pueden ser y son muy útiles, pero seguidos a rajatabla las consecuencias también pueden ser terribles porque los virus, los accidentes, los incendios y cualquier tragedia provocada o natural no disponen de protocolos establecidos para actuar y con frecuencia pasan facturas que se pagan caras.
El último de esta interminable cadena de asesinos se llamaba Salvador Ramos. Nada más cumplir 18 años se compró un par de pistolas y para estrenarlas mató a su abuela, se dirigió a una escuela de primaria y acabó con la vida de 19 alumnos y 2 profesoras en poco más de una hora. Y de nuevo surge en el país el eterno debate: ¿Se debe prohibir la venta de armas sin control, o se debe exigir que todos los ciudadanos vayan armados? La respuesta es simple: no se debería prohibir la venta sin control, se debería prohibir su fabricación. Las armas solo sirven para matar, y si no las hubiera, no habría que inventar guerras para probarlas, venderlas, comprarlas, gastarlas y seguir alimentando el negocio de la muerte. Es triste que mientras que vemos como desaparecen fábricas de todo lo necesario para vivir y se destruyen la agricultura y la ganadería, los trabajadores de las fábricas de armas jamás multipliquen las cifras del paro ni tengan que ponerse en huelga para exigir sueldos dignos. Deben estar bien pagados. Y desgraciadamente los gobernantes no parecen dispuestos a querer cambiar las cosas.
Son muchos los ciudadanos que piden leyes que prohíban la venta de armas con muy buen criterio. Los alumnos van al colegio a aprender, no a jugarse la vida, y es vergonzoso que para llegar al aula tengan que pasar controles de seguridad que ni siquiera sirven para evitar que la pierdan. Se calcula que en Estados Unidos hay más pistolas que ciudadanos. Se pueden comprar en un supermercado incluso y las hay más baratas que un móvil. Pero sus voces, aunque presidente tras presidente lamentan las matanzas y se visten de luto para dar el pésame a los padres, siempre caen en saco roto.
Seguramente son menos los que están a favor de que no se prohíban, pero tienen más fuerza, tanta que la mayoría forman parte de la famosa Asociación Nacional del Rifle, y para los gobernantes son intocables. ¿Por qué? Posiblemente porque financian campañas electorales, quizá porque protegen sus empresas o se las crean para que medren; todo cabe esperar menos que se salgan con la suya a cambio de nada. En su poderío hasta se permiten sugerir a los gobiernos la solución del problema que siempre es la misma: entrenar a los profesores para que aprendan a manejar armas y obligarlos a impartir las clases armados. Si no fuera porque se trata de algo muy serio sería para soltar una carcajada y no parar hasta que no fueran conscientes de tan grande estupidez por no decir barbaridad. ¿En qué cabeza medianamente cuerda cabe pensar que los profesores tengan que ir a impartir sus clases con una pistola en el bolso?
En esta ocasión también la policía ha fallado. Llegaron enseguida sí, pero aunque los padres desesperados gritaban desde fuera que hicieran algo, aunque los niños pedían ayuda desde dentro, no se atrevieron a disparar al agresor. Si hubiera sido un ciudadano negro, lo hubieran matado aunque hubiera sido a mordiscos por una simpleza, pero era un ciudadano blanco y había que esperar a que llegaran los policías especializados para tal gestión, y llegaron por fin, y por fin lo mataron a tiros, pero ya se había cobrado la vida de 19 niños y 2 profesoras, que algunas Se habrían salvado. Los policías han reconocido sus errores, pero no les pasará absolutamente nada, ellos cumplieron fielmente con el mágico salvoconducto que justifica todas las irresponsabilidades, todas las negligencias, todos los descuidos, es decir, con el protocolo que, como todos los protocolos, es tan útil como peligroso cuando se convierte en el suplente del sentido común, que no es que haya mucho, pero algo queda, y bueno sería que los protocolos obligaran usarlo cuando los hechos no se desarrollan como se espera para que no se acabe.