OPINIóN
Actualizado 11/06/2022 10:11:38
José Fermín Rozas

La Tierra se enfrenta a una triple emergencia planetaria: el clima se calienta a un ritmo demasiado rápido para que las personas y la naturaleza se adapten; la pérdida de hábitat y otras presiones sobre la naturaleza han conllevado a que aproximadamente 1 millón de especies estén en peligro de extinción; y la contaminación continúa envenenando nuestro aire, tierra y agua.

Naciones Unidas. 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente.

Pasamos el Día Mundial del Medio Ambiente camuflado en la Semana Savia entre teatro callejero, marchas solidarias, huertos urbanos y flores, junto a alguna celebración pseudo histórica de propina. Huérfanos todavía de actuaciones decididas para corregir los serios problemas ambientales, sirva de ejemplo los 100.000 viajes diarios en coche entre la ciudad y su alfoz, competencia de la Junta a quien no se acostumbra a exigir. Coincidiendo, el Observatorio de la Sostenibilidad presentó el informe de “Emisiones Gases de Efecto Invernadero 2022” en España, notificando un aumento del 5,9% en 2021 y un 14% en los cinco primeros meses de 2022. Por si se ha olvidado, solo la contaminación provocó en España 31.600 muertes prematuras en 2019.

La grave crisis ambiental detectada hace años avanza, aunque otros problemas parecen taparla. A pesar de ello, la ocasión es fantástica para acelerar el necesario cambio global de modelo económico, incluida la producción alimenticia (donde los científicos se empeñan en darle la razón al Ministro de Consumo) o la movilidad de personas y mercancías. Pero el gobierno, sustentado entre otros por algún partido ecologista, desprecia el ferrocarril y a quienes lo defienden, olvida el transporte público y fomenta el consumo de combustibles fósiles subvencionándolo.

Me parece bien la continua reivindicación municipal de más servicios ferroviarios, y la demanda de apoyo al transporte público en esta grave situación. Por desgracia sin mucho éxito. Incluso el diseño de las nuevas concesiones estatales de transporte de viajeros por carretera no se plantea como complementarias al ferrocarril, siguiendo la estela de las mercancías. Claro que para eso deberíamos tener una amplia red ferroviaria digan de tal nombre. Y la “revolución” energética solo avanza según los intereses de las grandes empresas. Por poner un ejemplo, los tejados de los polígonos industriales apenas contienen paneles solares, frente a la cada vez más dilatada ocupación de suelo agrícola. Si esto lo hace un partido progresista, qué vamos a esperar de una derecha negacionista en algún caso.

La actitud del Estado, en su más amplia acepción, también envía señales negativas. Sirva de muestra la reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia sobre una decisión del Ayuntamiento de Valladolid. Anulada por no utilizar una ordenanza (¿?) en vez de un decreto para crear un carril bus. El tribunal va más allá y emite falaces opiniones políticas que dudo sea su función. Afirma sin datos “es un hecho notorio el colapso de circulación que ha supuesto la implantación de esas medidas (…) en contraste con la casi nula utilización de esos carriles bus taxi y bici”. Según datos municipales, por las calles interesadas circulan diariamente 55.000 viajeros en autobuses urbanos frente a 32.000 conductores de vehículo propio. No he encontrado la asignatura de Derecho que incluya tan preclaros conocimientos en Movilidad Urbana.

Pues eso, mucho folclórico Día Mundial del Medio Ambiente y marca ambiental, la palabra sostenibilidad continuamente en los discursos, pero los problemas crecen. Y las encuestas insisten en la predisposición ciudadana para afrontarlos. Siendo positivos algo se hace, aunque a este paso no llegamos.

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