OPINIóN
Actualizado 04/06/2022 10:33:18
Juan Ángel Torres Rechy

La escritura se hace letra a letra, sonido a sonido, silencio a silencio. Su aspecto de obra acabada no responde al proceso de su hechura. Casi por milagro queda escrito algo en la página. Eso escapa a la capacidad de explicación. Las ideas no se deben a la razón exclusivamente, ni solamente salen del alma como agua de manantial. Uno en realidad no sabe cómo surge todo esto de la nada. Nos llega de lo alto al modo de un pájaro bajando en las alas del espacio a la tierra. Susurra algo necesitado de traducción en términos del mundo. El arte de las letras solo se atisba, se intuye, se recuerda. Se parece a un amor fuera del alcance de las manos. Está ahí tan cerca… Nada dura todo el tiempo, parece susurrarnos… Así nosotros nos lanzamos tras ese sueño letraherido lanzando la voluntad y el entendimiento, la memoria, allá a lo lejos, donde no sabemos. El círculo con su perfección y el triángulo con su cima señalada reflejan las ideas del espíritu atesoradas desde la eternidad en su inicio. Usamos el lenguaje para salvar imposiblemente una brecha entre la unidad del ser y la cantidad diversa. No resulta ocioso abundar en el motivo poético de la Caída del ser humano como medio de comunicación de nuestra carencia. La vida no sucede de manera exclusiva en lo conocido como la razón. Se echaría en falta cantidad de cosas innombrables e innumerables si redujéramos la existencia a esa porción medible y catalogable. Somos algo más, la esencia de la masa de lo bueno y de lo malo luce más dilatada hacia los bordes de la eternidad según la inspiración de algo inefable en no sé dónde. No parecemos posar las plantas de nuestros pies en este suelo si no encaminamos nuestro rumbo adelante. Adelante, donde lo de atrás se queda atrás y lo del mañana se acerca al presente. Esto es la poesía, camaradas, compañeros, gestores de la magia del encanto del engaño del teatro de este mundo, hermanos, prisioneros del idioma cifrado en las palabras. Esto es la poesía.

Árbol adentro, canto de tu pluma
posada en la página en blanco
del libro de mi alma. En sus versos
recitas el contorno de mi espíritu
redondo como el aro de la luna
cada mes cuando acaba una promesa.
Manantial sin remedio del ensueño
haciendo parecer una mentira
la razón destrozada en las puntas
filosas de las flechas de lo efímero.
Asombro suspendido en las pinzas
del mundo condenado al azoro
impreso en las pupilas de los niños.
Árbol adentro, dijo Octavio Paz
un día de canícula maldito,
bendito, miserable, parecido
a todas las personas en la tierra
que llevan en los hombros una carga
tan grande como el tiempo desde siempre.
Tu voz a mí me nombra al escucharte
hablar con mis palabras para ti
en el albor entrando en la ventana.
Te escucho si te hablo, si te siento
sentirme con tus manos mi silencio
cansado de morir al lado tuyo.
Te miro si me miras, tus pupilas
devuelven el reflejo de mi imagen
guardando en las niñas de mis ojos
tu misterio de piedra de obsidiana.
La piedra en el acento del lenguaje,
su asiento, su sentido, su promesa.

Esto es la poesía solamente. Una cosa ajena al uso y la costumbre de todas y de todos aquí donde se come con el sudor de la frente, donde penamos sin saberlo a la sombra del resplandor de un ángel sin nombre.

torres_rechy@hotmail.com
4 de junio de 2022, Xalapa-Equez., Veracruz, México

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