Las romerías son un fenómeno socioreligioso de carácter comunitario, en el que podemos encontrar muchos aspectos tanto de la vida espiritual como de la social, tales como ritos, creencias, temores, alegrías, valores, deseos o normas. El denominador común a todas ellas es que predominan los sentimientos de los participantes, se establecen relaciones sociales personales y tienen mucho de peregrinación.
Más allá de la religiosidad entorno a la veneración de una imagen de culto, las romerías son hechos sociales en toda su amplitud. Es una realidad constatable que, mientras que la religiosidad está retrocediendo, las romerías han adquirido, en los últimos años, un auge extraordinario, revitalizándose muchas de ellas e incrementando el número de participantes, según datos facilitados por los ayuntamientos correspondientes. Cada vez hay más romerías declaradas como Fiestas de Interés Turístico.
El antropólogo Marcel Mauss en su “Ensayo sobre el don”, al hablar sobre la forma y función del intercambio en las sociedades, define a los hechos sociales totales, diciendo que "se manifiestan a la vez todo tipo de instituciones: las religiosas, jurídicas y morales que son políticas y familiares al mismo tiempo; así como las económicas, que suponen formas especiales de producción y consumo, o más bien de prestación y de distribución; sin contar los fenómenos estéticos a que dan lugar estos hechos y los fenómenos morfológicos que caracterizan a estas instituciones."
Descripción esta de Mauss que bien podemos aplicar a las romerías. La mayoría de ellas son fenómenos culturales y costumbristas en los que, además de los aspectos religiosos y otros ya citados más arriba, se dan también aspectos morales, éticos, estéticos, lúdicos, festivos, identitarios y económicos. Son hechos sociales totales por sus implicaciones y aglutinamiento de factores sociales.
En cuanto que fenómeno social, las romerías tienen una alta complejidad que va más allá del rasgo religioso por el que, tradicionalmente, se les ha caracterizado. Son muchas las variables que intervienen y puede que sea esa multiplicidad de factores influyentes la que les da continuidad y, especialmente, el que pone de manifiesto la relación y expresividad de la identidad colectiva de un pueblo o comunidad.
No es casualidad que la mayoría de las romerías y peregrinaciones se realicen en el mes de mayo. Este es el mes que la Iglesia Católica dedica a la Virgen María, es el mes de las flores, de los poetas y de los enamoramientos, exuberancia de la vegetación y de clima templado en el hemisferio norte. La romería es un caminar hacia un templo dedicado a la Virgen o al Cristo, para mostrarle el cariño o el amor que se les profesa.
El origen de las romerías se remonta a la antigüedad. El pueblo judío se reunía e iban en peregrinación hasta el lugar en que se hallaba el tabernáculo. Desde el siglo III de nuestra era, los cristianos participaron en romerías para visitar los sepulcros de los mártires. En Europa se popularizaron a partir del siglo VI. A los peregrinos que iban a visitar las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo se les llamó “romeros”, derivado del latín Romae. A los que iban hacia la tumba del Apóstol Santiago se les llamó “peregrinos”, viene del latín peregrinus y se refiere a aquel que va o viene del extranjero. Y a quienes se dirigían a Tierra Santa (Palestina) se les llamó “palmeros”.
Entre los santuarios más famosos de Latinoamérica, con sus respectivas peregrinaciones, están los de la Virgen de Guadalupe en México, Nuestra Señora de Luján en Argentina, Uruguay y Paraguay; Virgen de los Remedios en Chile, Virgen del Cobre en Cuba, Virgen del Cisne en Ecuador, Virgen de los Ángeles (la “Negrita”) en Costa Rica, Virgen de la Aparecida en Brasil.
Pero las romerías no solo se dan en los grandes santuarios, que reciben centenares de miles o millones de peregrinos durante todo el año, sino también en las ermitas y santuarios más pequeños, situados en pueblos, villas o ciudades, donde se mantiene viva la tradición popular de la romería en el mes de mayo en honor a la Virgen María.
En España, la primera romería de la que tenemos noticias es la Romería de Ujué, en Tafalla (Navarra) en el siglo XI. El primero que habla de peregrinos y romeros en la literatura española es Gonzalo de Berceo, en la primera mitad del Siglo XIII y en su obra Milagros de Nuestra Señora. Luego lo haría, en la segunda mitad del siglo XIII, Alfonso X, Rey de Castilla, en sus “Cantigas”. Romeros fueron, hacia Nuestra Señora de la Cabeza en Jaén, Calderón de la Barca, Lope de Vega y Miguel de Cervantes, quien se inspiró en esta romería para escribir su libro Persiles y Segismunda.
Hay muchas romerías en España, más o menos famosas, nos quedamos con la del Rocío, en la provincia de Huelva. La más universal de todas las romerías. Los romeros van unos a pie, otros a caballo, otros en carretas, engalanadas con guirnaldas y flores. Esta Romería tiene su punto culminante con “el salto de la reja”, cuando los romeros se abalanzan sobre ella y, literalmente, “toman” la imagen de la Virgen, para sacarla del santuario a hombros de los hermanos cofrades almonteños. La Virgen del Rocío tiene 117 hermandades. Fue visitada por el papa Juan Pablo II en 1993. Se calcula que, en los últimos años, excepción hecha de los dos últimos que no se ha celebrado debido a la pandemia del coronavirus, la asistencia a la romería se aproxima al millón y medio de personas.
Mucho se ha hablado de la romería de El Rocío, pero muy poco de su origen y tradición. La primitiva Ermita de Santa María de Las Rocinas fue mandada construir por Alfonso X "El Sabio" entre 1270-1300, tras conquistar aquella tierra a los árabes. Alfonso XI la cita en el "Libro de la Montería". El edificio "de diez varas de largo, orientada al sur, con techumbre de madera a dos aguas y compas", sería de estilo mudéjar. La ermita actual, de estilo regionalista, fue proyectada por los arquitectos Alberto Balbontín Orta y Antonio Delgado Roig, con planta de cruz latina, tres naves, un triforio y la capilla mayor al fondo.
Las actas del Ayuntamiento de Almonte indican la existencia de la Hermandad ya en el siglo XVI. En 1653 la Virgen es considerada patrona de Almonte y ya conocida como Nuestra Señora del Rocío. Un siglo después, comienza la asociación con el Espíritu Santo, identificándola como La Blanca Paloma.
Las hermandades con sus fieles y otros peregrinos, marchan entre pinares, marismas y arenas rumbo a la aldea, para adorar a la Virgen del Rocío. Existen cuatro caminos principales: el de Moguer, el de Cádiz, el Sevillano y el del Condado. Son caminos para los amantes de la naturaleza, llenos de vida y colorido con el paso de las carretas, los Simpecado (insignia o estandarte que abre la comitiva de romeros de las hermandades de la Virgen), las monturas y los romeros andantes, sudados por el sol y el polvo, como si se tratara de una aventura.
Al final, todos los caminos convergen en el último tramo de la Romería y desembocan en la aldea donde, además de adorar a la Virgen, las caravanas se convierten en una fiesta animada por el baile, el cante flamenco y la juerga hasta altas horas de la madrugada. Quizás sea esta la idea más conocida de la romería de El Rocío, aunque para los rocieros como yo, el sentir y el hondo vivir está en el camino. El trayecto por cualquiera de los caminos citados bien vale la pena. El cansancio no existe y el sábado, las distintas hermandades desfilan por la aldea en una procesión inmensa ante la Madre Celestial. El domingo de Pentecostés sigue el jolgorio y la alegría, a la espera de que llegue el lunes por la mañana, sacar a la Virgen de la ermita y pasearla en hombros por la aldea. Finalizada la procesión, las hermandades inician el camino de vuelta a casa.
Salves a Nuestra Señora La Virgen del Rocío hay muchas, cada localidad o hermandad rociera tiene la suya, todas ellas profundas y con hondo sentir, escuchen la más popular de todas ellas: Salve Rociera
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© Francisco Aguadero Fernández, 31 de mayo de 2022