OPINIóN
Actualizado 25/05/2022 08:45:50
Santiago Bayón Vera

Los medios de ingeniería y mecánicos actuales permiten al presente horadar montañas y saltar vaguadas y ríos. En época romana ya se alcanzó a salvar esas corrientes fluviales con puentes de piedra. Pero, en momentos anteriores e incluso posteriores a ella, hombres y animales tuvieron que eludir la dificultad montañosa haciendo uso de las fosas transversales y de las depresiones intramontañosas; y cruzar los ríos, por los lugares en los que la corriente suaviza su curso, se ensancha o abre en brazos gracias a los cantos, arenas y limos que ella misma ha ido depositando.

Unos y otros parajes montañosos y fluviales son los pasos por los que las manadas de animales salvajes, con toda probabilidad, realizarían los desplazamientos estacionales a que les obligaba el clima y, en función de él, la abundancia o escasez de herbaje. Son los que prefirieron utilizar a continuación quienes, con los herbívoros que consiguieron domesticar, sometidos a las mismas incidencias climáticas, practicaron la trashumancia. Estos pastores extremaron el aprovechamiento del medio físico haciendo también vía pecuaria de los valles e incluso de los cauces secos de los arroyos o, en cualquier caso, de las riberas donde unos y otros coinciden en dirección hacia el lugar en que se va a estacionar el ganado durante los meses estivales o en el centro del invierno, según el clima y la posibilidad de herbaje que se deriva de é.

En definitiva, los agentes que modelaron y continúan modelando el solar peninsular, esto es, los que, en principio, lo plegaron y fracturaron, y las corrientes fluviales que prosiguieron y prosiguen su actividad retocadora del gran conjunto escultórico, marcaron los que iban a ser más fáciles parajes de tránsito. Son los que los animales salvajes, a impulso de su instinto, seguirían y a su vez remarcarían más; los que, a continuación, supieron aprovechar los hombres para trasladar por ellos sus propios rebaños y para trasladarse ellos con o sin cabalgaduras y carruajes.

Y son los que, por el mismo hecho de la vitalidad que entrañaban, atrajeron población a su vera o en su entorno en no pocos casos. Es la razón del emplazamiento de muchos de tales núcleos. Y, a la vez, es la sinrazón de que, al modernizar tales vías camineras, antes ganaderas al menos con preferencia, se haya roto la continuidad de éstas en numerosos puntos. Porque al ataque que sufrieron las cañadas por parte de los agricultores vecinos se ha sumado más recientemente la más radical de quienes desde sus despachos de planificadores mueven las poderosas máquinas que ensanchan y convierten en carreteras y autovías las que fueron calzadas y, antes, sólo largas reservas ganaderas que podrían ser ahora, al menos, de asueto y de respiro.

Foto: Portilla (Boca de Huergano, León) Santiago Bayon Vera

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