OPINIóN
Actualizado 20/05/2022 07:24:39
Félix López

Los analistas franceses han analizado sus últimas elecciones y llegan a las siguientes conclusiones:

a) Los excluidos de la sociedad del bienestar han votado con “rabia” por los partidos radicales de derecha y de izquierda.

b) Los beneficiarios de la “mal llamada” sociedad de bienestar han votado con “miedo”, contra los radicales. Macrón ha tenido el valor de reconocer que son muchos los que le han dado el voto por este miedo, no porque le quieran a él de presidente.

c) La “clase media”, un concepto muy difuso, con una frontera muy abierta por su base, dado que no ha dejado de empobrecerse en las últimas décadas, se han dividido entre los que tienen miedo a perder aún más con los radicales en el gobierno y los que ya se sienten desesperados y han votado contra Macrón. La clase media es la que está más dudosa y desorientada.

¿Es útil este análisis para la sociedad española? ¿Con qué motivaciones votamos? ¿Cuántos votamos con la nariz tapada o abiertamente contra alguien?

¿Algún partido le merece confianza y vota con ilusión?

Lo cierto es que votar con “rabia y desesperación ” o por “miedo” es señal de que no nos sentimos bien gobernados.

¿Por qué los políticos, salvo excepciones, nos merecen poca confianza, como señalan todas las encuestas? Ya que gobiernan pensando en este dato ¿Por qué no se lo toman en serio?

Por mi parte, sabiendo que en política cada persona tiene derecho a pensar y decidir por sí misma, me atrevo a señalar algunos indicadores de riesgo, en España:

En primer lugar, la mayoría de los políticos intentan manipular a la población emocionalmente, en lugar de convencerles racionalmente.

Insultar al contrario se ha vuelto normal en el Congreso, mentir deliberadamente y descaradamente, etiquetar al contrario de fascista, comunista, corrupto y todo lo que se le viene a la boca.

En segundo lugar, defender solo el propio interés o el de mi provincia, autonomía o nacionalidad, en el caso de unos, y comprar los votos en el Congreso con prebendas, por quienes están en el poder, es habitual.

En tercer lugar, declarar enemigo a quienes piensan de otra forma, no escucharse ni querer entenderse con él, ser incapaces de pactar la política internacional, una ley de educación y tantas cosas más.

En cuarto lugar, permitir que la desigualdad no deje de crecer, a pesar de tanta demagogia.

En quinto lugar, gobernar como Maduro, repartiendo dinero y aprobando leyes y decretos por intereses electorales.

Así podríamos seguir ¿Hasta cuándo?

El objetivo prioritario de un buen político no debe ser mantenerse en el poder, ni ganar la próximas elecciones, sino gobernar bien.

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