OPINIóN
Actualizado 16/05/2022 07:56:04
Jesús Garrote

En la Casa Escuela Santiago Uno aceptamos todos los retos con nuestros chicos. Algunos no sabemos decir que no.

Hablamos de una sociedad acelerada. Pero otras veces parece que es fácil adormecerse en el bienestar.

La escuela, la psicología, la medicina todo parece acomodarse. Los que no logran entrar en ese mar en calma no suelen encontrar salvavidas para no ahogarse.

La ideología burguesa coincide incluso en los extremos políticos porque no transciende a los que pasan hambre y abandono. Demasiadas palabras vacías sin mestizaje.

Por eso esta semana en que tan pronto éramos botánicos en las Arribes, como nadadores intrépidos en el Duero, como maestros de maestros en la FP de los Escolapios de Betania, hortelanos, jardineros, soldadores, camareros , cocineros, ciclistas,… No es hacer por hacer. Es compartir, vida, conocimientos y esfuerzo para que nuestros chicos se sientan orgullosos de lo que hacen.

Pueden sentirse gladiadoras de su propia vida y de una sociedad mejor.

Parece mentira que una feria ecosocial en Gomecello tenga efecto placebo para diagnosticadas enfermedades mentales. Una alumna enseñando a niños a ordeñar, esquilar ovejas, hacer cremas con plantas, hacer queso y comer lentejas de la Armuña y una ensalada compartida.

La magia de una verbena popular que permite ver la ternura y alegría de niñas que sucumben en la ciudad a sustancias de una economía sin escrúpulos.

Se pudo vencer un día la fractura generacional de profesores, alumnos y nietos que no reconocen los saberes de sus abuelos.

Se puede encontrar magia, espiritualidad y alivio entre el ruido de una gran familia. En los pueblos vaciados a los que nos acercamos con timidez había menos soledad que en la ciudad cuando estaban llenos.

En la búsqueda desesperada de la salud mental recorremos los pueblos con una escuela abierta a la realidad de distintas vidas.

No nos podemos retirar en la intimidad de nuestros recuerdos o fantasías cuando nos reclaman huérfanos de padres vivos. Jornadas impregnadas de barro, estiércol y agua pueden ser más eficaces que terapias o proclamas de salón.

Tenemos que escuchar en nuestras asambleas el eco de lo que vivimos en la naturaleza con amor. El tambor marca el ritmo de los ODS.

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