OPINIóN
Actualizado 14/05/2022 09:52:48
José Fermín Rozas

Tras la segunda guerra mundial se popularizan los medios de transporte privados, el coche, instaurando una puja por el espacio público urbano entre personas y máquinas. Y estas han ido acaparando la mayor parte de ese espacio público en detrimento de la mayoría. Las calles, plazas y parques pertenecen a toda la ciudadanía, nuestros munícipes elegidos son solo sus gestores en beneficio de la comunidad. En Salamanca la peatonalización de la Plaza Mayor a comienzos de los años 70 debería haber sido el punto de inflexión.

Pero no lo fue hasta el cierre al tráfico rodado de la Rúa Mayor a finales de los 80. Poco después tuvimos las absurdas polémicas por las Calles Zamora, Toro y Compañía atestadas de mentiras, facilitadoras del ininterrumpido gobierno municipal desde entonces de quienes las incitaron. Tras ello se acelera la peatonalización del centro, en especial en los últimos años, pero apenas en los barrios. Si bien también podemos encontrar sonrojantes reformas de calles, como los 6 inútiles carriles de la Vía Helmántica con arcenes, los 5 del Paseo de la Estación o el lavado de cara del Paseo de Canalejas donde ni siquiera les entró un carril bici.

De todas formas, hay que alegrarse de los avances, y del entendimiento por fin de la necesidad de recuperar la calle para la inmensa mayoría. Caminar es el principal modo de transporte en Salamanca, el 60 % de viajes. No estaría de más despejar también de máquinas el resto de la ciudad, barrios residenciales, dejando el espacio a niños, mayores, a las personas y los desplazamientos sostenibles. Mejor será no hablar de árboles y sombra, de momento.

Recientemente se ha unido otro inconveniente a la recuperación del espacio público. Las terrazas, en proceso de modificación su ordenanza dando titulares incluso con tintes bélicos. El Ayuntamiento ha decidido cumplir la norma que obliga a dejar 1’80 metros de acera despejados de cualquier cosa, y esto parece entrañar problemas para algunos, trasladando la sensación de ser los amos de la calle, y la ciudad, quizás recordando a algún viejo ministro de… Turismo (y Gobernación).

Es evidente la importancia económica del espacio público, y está bien aprovecharla. Pero en demasiados sitios lo de sobrepasar los límites ya no es una apariencia, es realidad. Desde luego la confluencia, y choque, de diferentes intereses se resuelven dialogando, pero desde la empatía y respeto hacia la mayoría. La explosión turística de Salamanca, todavía lejos de lo que debería ser si hubiera de verdad un trabajo serio y riguroso, puede estar cegando a algunos y convertir a la avaricia en lo único importante.

La calle es de todas y de todos, el Ayuntamiento su gestor, y son los intereses generales quienes han de organizarla. Sin acabar la lucha por recuperarla del uso innecesario del coche, de repente nos vemos abocados a otra donde una minoría aún más pequeña quiere quedársela. La seguridad, el sentido común y el respeto a los demás, y a las normas, deberían estar por delante. Los planteamientos de accesibilidad actuales hablan de 2 metros, incluso de 2’5, de espacio libre en las aceras y calles. Mejor no pensarlo.

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