OPINIóN
Actualizado 14/05/2022 09:51:09
Julio Fernández

El nuevo presidente del PP, Núñez Feijóo, elegido “a dedo”, como ha sido tradicional en este partido desde tiempo inmemorial (con la única excepción de Casado, que lo fue en primarias, tal vez por eso lo eliminaron de la vida pública, puesto que la práctica del PP, en estos y otros asuntos, es la clientelar y caciquil que les ha caracterizado siempre) y desde su “destierro” de representación del pueblo español -puesto que no ha sido elegido en ningún momento por los ciudadanos en comicios generales hasta el momento- se toma la licencia de opinar –siempre en ruedas de prensa convocadas al efecto, nunca desde la sede de la soberanía nacional- sobre el presidente del gobierno, calificándolo de una “caricatura de presidente”, que “cede ante los independentistas”, es una “afrenta a España y ofrece su cabeza a los independentistas y debilita al Estado para buscar su supervivencia”. Todo un lujo de declaraciones de un político al que consideran “moderado y dialogante”. Yo añadiría que, efectivamente, es un político “manso” mientras no le lleves la contraria -tenga la razón o no-, porque es de esa estirpe de políticos cultivados en una escuela de maestros que siembran el clientelismo político del estilo de Fraga, M. Rajoy y los políticos conservadores en el territorio gallego desde tiempo inmemorial.

Feióo censura de forma dramática y con ciertos tintes de político renegado acostumbrado al estar en el cetro del poder, las actuaciones del presidente del gobierno, esa paja en el ojo del presidente, mientras no ve la enorme viga que tiene en el suyo. En primer lugar, ha designado unilateralmente como sucesor en la presidencia de la Xunta a Alfonso Rueda, que no lo conoce ni “el Tato” –parafraseando a su maestro político M. Rajoy-, prescindiendo de una elección democrática realizada por militantes de la formación; mantiene sus discrepancias, pero le apoya, al PP más recalcitrante de todo el país: el que manda desde hace decenios en Orense por el clan de los “Baltar”, que controlan todos los puestos de trabajo públicos de la Diputación de Orense y de la inmensa mayoría de ayuntamientos de la provincia, es decir, un clientelismo caciquil de envergadura, con una tradición ancestral que ya describía perfectamente a finales del XIX Emilia Pardo Bazán en su novela más conocida “Los Pazos de Ulloa”. El PP gallego, por otra parte, y, por supuesto, también Feijóo, mantienen una relación de colaboración con el alcalde de Orense, el esperpéntico y colérico Gonzalo Pérez Jácome, del partido Democracia Ourensana y del que todos conocemos de sus excentricidades y violencia puesto que ha sido investigado por malversación, insulta sistemáticamente a los concejales de la oposición política en el ayuntamiento e incluso hace unos días cuando se cruzó a las puertas de la Casa Consistorial con una sindicalista que, megáfono en mano, estaba revindicando mejoras laborales para un colectivo de trabajadores dependientes de la corporación, se revolvió como un dóberman arremetiendo vilmente contra la sindicalista y propinándole un violento empujón. Y lo justificó como legítima defensa porque la sindicalistas estaba cometiendo una “agresión acústica” al estar gritando por el megáfono. Parece que tiene ingenio este primer edil. Está gobernando en el ayuntamiento de Ourense con el firme apoyo del PP.

Feijóo critica al gobierno pero nada dice sobre los presuntos casos de corrupción del ayuntamiento y la comunidad de Madrid sobre las sendas compras de mascarillas en las que están implicados el hermano de la presidenta madrileña y unos usureros comisionistas y que, por otra parte, fue el motivo de la discordia política “pepera” más propia de la mafia siciliana que de formaciones políticas de un Estado Social y Democrático de Derecho y que acabó con la presidencia de Casado y la de su colaborador García Egea.

Feijóo censura al gobierno de Sánchez, a políticos independentistas y nacionalistas y, en cambio, nada dice de los “discursos matones” que la señora Ayuso dedica a la líder de Más Madrid en la Asamblea de Madrid, Mónica García, a quién este jueves -y después de que ésta se quejara por los insultos y descalificaciones personales que sistemáticamente de infiere Ayuso- le dijo que “a la política se viene llorado de casa. Si no soporta la presión, habrá alguno que la sustituya con gusto”. Resulta muy doloroso que un personaje como la presidenta de Madrid, que siempre ha vivido de la política del PP madrileño –atestado en los últimos años por las prácticas de corrupción política, y hay muchos casos aún por sustanciar judicialmente y en los que podría estar implicada esta señora- insulte sistemáticamente a otra que es una profesional de la medicina y que puede vivir perfectamente de su digno y honesto trabajo.

Feijó critica al gobierno central pero se olvida de que una comunidad como la de Castilla y León –gobernada por el PP desde hace casi 4 décadas- sea la que más habitantes pierde de España, no haya expectativas de vida en la inmensa mayoría de sus pequeños municipios, en los que, parafraseando a Serrat en su canción “Pueblo blanco”, ya no hay ni cura, ni sacristán, ni cabo, porque “el sacristán ha visto/ hacerse viejo al cura. /El cura ha visto al cabo/ y el cabo al sacristán./ Y mi pueblo después/ vio morir a los tres…”, se jubilen médicos y no los sustituyan y en sus hospitales los sanitarios estén hartos de trabajar sin cesar, sin tener apenas horas libres, despidiendo a muchos después de la pandemia, mientras Mañueco ha nombrado a un vicepresidente (de Vox) sin cartera ni cometidos, sólo para cobrar un escandaloso salario y a multitud de cargos públicos a los que les ha incrementado el sueldo de manera lamentable y vergonzosa. No hay dinero para sanidad, educación y otros servicios públicos esenciales, pero sí lo hay para contratar cargos y asesores que perciben un salario mayor que el presidente del gobierno de España.

Y Feijóo cuando en esa rueda de prensa “en el destierro” le preguntaron qué opinaba de los contenidos previstos en la futura reforma de la ley de despenalización del aborto en que, además, piensan incluir la posibilidad de bajas laborales, rigurosamente controladas por los médicos, para mujeres trabajadoras que padecen menstruaciones muy dolorosas, dijo que todo esto es un “tapado” del gobierno para ocultar su nefasta gestión. Mire, señor Feijóo, que se reconozca a las mujeres la posibilidad de una baja laboral cuando tienen esas reglas tan dolorosas es un derecho laboral que debía estar en la legislación desde hace décadas. Burlarse, y con desprecio, de que la mujer pueda beneficiarse de un derecho social tan evidente, es una falta de respeto hacia el sexo femenino. Claro, es lógico que el PP no plantee estas reformas porque con sus insistentes propuestas de bajadas de impuestos –que todo hay que decirlo, benefician infinitamente más a los que más tienen- difícilmente podrían abordarse mejoras y prestaciones sociales de este calibre, necesarias en un Estado Social y Democrático de Derecho que quiere seguir formando parte del club de países del Estado del Bienestar.

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