OPINIóN
Actualizado 12/05/2022 14:13:08
Juan Robles

Los que vamos ya entraditos en años, recordando los tiempos en los que las catequesis tenían lugar en las iglesias o las parroquias, y muchas veces incluso en la escuela, aún tenemos presente en nuestras mentes aquel canto propio del mes de mayo que tenía lugar para honrar a la Virgen María en el mes de mayo.

He aquí el canto con el que comenzaban nuestras plegarias, y que algunos seguimos cantando hoy para invitar a las oraciones marianas de mayo: “Venid y vamos todos, con flores a porfía, con flores a María que Madre nuestra es”.

No viene mal recordarlo en un momento en que da la impresión de que nos sentimos huérfanos o desprotegidos. En estos días están nuestros legisladores y gobernantes pendientes de la abundancia desmedida de suicidios, más de cuatro cada día, en esta España nuestra. Nunca habíamos tenido una plaga como ésta a lo largo de los tiempos. Hasta se nos ofrece un teléfono para llamar y asesorarse en los momentos en los que la tentación de suicido se hace presente. Y parece que el sentir que alguien nos escucha y nos atiende, produce una sensación de acompañamiento, que nos anima a seguir adelante, porque sabemos que no estamos solos.

El acompañamiento aparece reforzado si se apoya en sentimientos o creencias religiosas. Por eso, es muy positivo creer que tenemos un Dios que es Padre y que, como tal, piensa en nosotros, nos quiere y nos protege, como suele ocurrir con la experiencia vivida con nuestros padres, cuando éstos son, como corresponde, auténticos y efectivos padres.

Y lo mismo ocurre si la fe y la creencia se refiere a la experiencia normal de la protección y el cariño recibido de la propia madre. O a la Madre que nos regaló Jesús de Nazaret mientras colgaba de la Cruz ofreciéndose por nosotros.

Por eso, es muy positivo, es decir, es una suerte, que podamos recordar de vez en cuando que tenemos a disposición una Madre, a la que podemos manifestar nuestro amor con la ofrenda de “flores a porfía, con flores a María, que Madre nuestra es”.

El mes de mayo es el momento más adecuado para invitarnos a llevar a María las flores a porfía, como corresponde hacer con las madres a las que queremos y que sabemos que nos quieren. Con razón celebramos el primer domingo de mayo el día de la madre.

No está mal, por tanto, ni debemos avergonzarnos de vivir y manifestar nuestro espíritu infantil. Menos todavía los que hemos recibido la enseñanza evangélica de que sólo si nos hacemos como niños entraremos en el reino de los cielos.

En esta primavera que estamos gozando, es un regalo poder experimentar la hermosura de las flores que, poco tiempo después se verán transformadas en preciosos frutos. Superadas ya las oleadas de la mayor pandemia de nuestro tiempo, se nos permite vivir gozosamente las bellezas primaverales y las riquezas de los frutos veraniegos.

Y de flores y frutos podemos hablar también visitando, o al menos cantando, las experiencias salvadoras de la Virgen de Fátima: “El trece de mayo en Cova de Iria bajó de los cielos la Virgen María”. Fátima es esperanza para mucha gente, y la asistencia de multitud de peregrinos el 13 de mayo lo manifiesta. Vayamos todos con flores a porfía.

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