OPINIóN
Actualizado 10/05/2022 09:28:59
Rafael Herrero

Este mes de abril hemos celebrado, por fin, el décimo aniversario del nacimiento de nuestro periódico digital salamancartvaldia.es, aunque tenía que haberse celebrado en 2021 pero a causa del Covid tuvimos que ir aplazándolo hasta este mes de abril. Estuvo meses rodando por nuestra cabeza hasta que por fin lo pudimos celebrar y disfrutar.

Dentro de este periodo, hace más de seis años, nació este humilde periódico de papel y con él mis escritos, de cosas que me rondaban en la cabeza, plasmando así en palabras distintas historias y pensamientos. Al escribirlos se hacen inmortales instantes, sensaciones, lugares y personas que me marcaron, así como algún que otro sueño, como aquel de “Quiero ser Peter Pan”. De esta forma me propuse decir sí a unir esos trocitos de mi cada mes, hacer eternos los lugares, personas o momentos que me hicieron tremendamente feliz y que ahora, forman parte de mí, de mi historia y mis ganas de ver las cosas.

Aunque alguno me veis como escritor y me alentáis con vuestros comentarios de ánimo, estoy muy lejos de serlo. Sin embargo, desde pequeño he tenido claro que lo mío era la programación, de hecho, siempre pensé que la informática sería mi destino, pero, a día de hoy, creo que ‘destino’ es ese lugar donde te sientes tú mismo. Ahora estoy más bien escondido muchas veces en la contabilidad de empresas, en el análisis de los números y en la búsqueda de nuevas iniciativas empresariales, a día de hoy es lo que define mi destino.

Independientemente de que nos sintamos acordes o no con nuestro destino, debemos ser conscientes de lo que estamos haciendo en el momento presente, si estás con la familia, con amigos o con compañeros, o simplemente en un lugar disfrútalo y vívelo con entusiasmo, tanto si es un gran evento como un pequeño encuentro o celebración. Todos ellos van a dibujar tu vida. Yo por ejemplo destaco una tarde cercana con mis primos Toño y Montse. Comenzamos en el bar tomando un café a media tarde, de ahí surgió un paseo por un camino que nos llevaría de Santiz a Palacios del Arzobispo, un trayecto de una hora larga de ida y otra de vuelta, en el que yo estaba inmerso en las anécdotas que contaba mi primo, sus momentos de caza, otros del trabajo y peripecias y recuerdos de niñez. Pasé la tarde escuchándole y disfrutando de cada momento y de su compañía. Terminamos la tarde en su casa, en la cocina, con los manjares del pueblo, embutidos y vino caseros. Entre bocado y sorbo, nos reíamos de la vida, como debe ser, dando por sentado que los momentos vividos y aquel disfrutado en su casa, eran también nuestro destino.

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