Guadramiro se ha quedado sin uno de sus hijos más queridos: Josito. Nos quedan, eso sí, los buenos recuerdos, las alegrías compartidas y, sobre todo, la certeza de haber conocido una persona inmejorable.
La semana pasada todo el pueblo de Guadramiro pasó por el amargo trance de enfrentarse a la temprana muerte de uno de sus vecinos más queridos, José García Sendín, al que todos conocíamos como “Josito”.
Gracias a su inmensa bondad y su alegría compartida, Josito se había ganado el corazón de todos sus paisanos, que sabían que su compañía era sinónimo de pasárselo bien entre risas, sin que ningún atisbo de maldad pudiese hacer acto de presencia, pues el bueno de Josito era una de esas almas puras que no conocen la maldad.
De ánimo voluntarioso, Josito siempre intentaba ayudar a quien lo necesitase, y buscaba echar una mano en todas las tareas que se pusiesen por delante, unas veces con más acierto y otras con menos, pero siempre guiado por el corazón y la buena fe.
Parte de mi familia (mi abuela y su madre eran primas), no puedo olvidar que al fallecer mi abuela María Cristina, hace año y medio, Josito no tardó ni un segundo en prestarse para llevar a hombros el féretro. No hacía falta pedírselo, le salía del alma, más en un caso como ese, pues mi abuela y su madre, Fili, aunque primas, tenían una relación más propia de hermanas, que se extendía también a Isabel, hermana de Fili y prima de mi abuela.
Por otro lado, si hace dos décadas el padre de Josito, Alicio, se fue demasiado pronto, dejando tanto un profundo dolor por su marcha, como un gran recuerdo en la familia, hacía apenas un mes habíamos recibido otro varapalo, el fallecimiento de Vicente, tío de Josito, quien era prácticamente como un segundo padre para Josito, y a quien todos valorábamos enormemente por su gran humanidad y corazón.
En todo caso, si por aquello de la edad avanzada y el ciclo natural de la vida, el fallecimiento de Vicente fue más esperado (como lo fue también poco antes el de Tomás, gran amigo de mi abuelo, a quien personalmente tenía en gran estima) el de Josito, de apenas 60 años, nos cayó a todo el pueblo como un gran jarro de agua fría. Demasiado joven y bueno para irse tan pronto de este mundo.
Y es que hay personas que piensas que nunca van a faltar, porque su sonrisa y positividad parecen necesarios para un mundo mejor, pero en ocasiones la dureza de la vida se muestra en que las personas buenas y alegres se vayan antes de tiempo, como ha pasado con Josito, y como pasó hace escasos años con Amable, dos grandes personas que contribuían a que todos los guadramirenses caminásemos con más alegría por las calles de nuestra histórica villa.
Desgraciadamente, las rúas de Guadramiro se han quedado huérfanas de uno de sus hijos más queridos, y en el corazón de todos nosotros se instala la tristeza de no poder disfrutar de la compañía de una gran persona como Josito. Nos quedan, eso sí, los buenos recuerdos, las alegrías compartidas y, sobre todo, la certeza de haber conocido una persona inmejorable. Descansa en paz amigo, y sigue compartiendo tu alegría en tu nueva morada, allá donde vuelan las mejores almas.