Lo que van a hacer en estos próximos meses, Feijoo y Abascal, PP y Vox, es poner las bases para lograr el Gobierno, sea como sea. Luego, ya en el poder, subirán impuestos a la clase media sobre todo para abastecer económicamente a sus protectores y valedores de los media, del Ibex-35 y demás amigos de las finanzas. A estos apenas le subirán los tributos. En la capital, Madrid, por ejemplo, hay mucha gente con muy alto poder adquisitivo que quiere votar a aquellos que favorecen sus intereses.
Y las primeras leyes que derogarán serán la del derecho al aborto, al matrimonio homosexual, a la eutanasia. De paso se ´cepillaran´ leyes de protección social como las de Igualdad, LGTB… También romperán el pacto de Estado contra la Violencia de Género y la Ley de Memoria Histórica.
La corrupción en el PP es adictiva, es su ADN; es lo más anstruso de las élites peperas desde los gobiernos de Aznar. Todo lo demás es ´cuento´, estrategia para alcanzar otra vez la mayoría absoluta que les lleve al Gobierno de España. Pero si no lo logran solos, lo harán pactando con Vox.
Y aquí entra de lleno el nuevo líder del Partido Popular, Feijóo. Hace unas semanas logró esquivar la foto junto a Abascal en la toma de posesión de Mañueco como presidente de la Junta de Castilla y León (ese pepero ´moderado´ pero que pactó con la extremaderecha de Vox). Pero Feijóo no se librará de estar junto a Abascal en la más que posible toma de posesión de Moreno Bonilla en Andalucía. Y se ha hecho a la idea –por si no lo tuviera ya claro– de que su partido no logrará llegar a La Moncloa sin esa extrema derecha con la que el “otro pepero moderado” Feijóo se avendrá a colaborar sin ninguna duda.
Lo sabemos todos de sobra: Feijóo sólo será presidente del Gobierno de España si Abascal es vicepresidente. El caso es que Vox aparece ya en las quinielas políticas con mucha insistencia y exitosos resultados.
Salvo unas pocas excepciones, el apoyo a la extrema derecha (como en la UE) sube cuanto más se aleja uno de las grandes ciudades y nos internamos en la España rural, vacía, vaciada, despoblada. Ahí Vox tiene buena cosecha de ciudadanos cabreados y coléricos entre ganaderos, cazadores, agricultores, toreros, moteros, los señoritos del campo, latifundistas, etc. Claro, además de algunos banqueros, los pillos ´comisionistas´, los patrioteros de la banderita, los nostálgicos y viejunos franquistas y falangistas...
Lo más curioso es que en esa España vaciada (digamos C y L y Galicia) han estado gobernando continuamente dirigentes del PP. Y así ha sido durante más de treinta años. Muy poco han hecho por cambiar ese vacío, esa despoblación, esa falta de riqueza y trabajo…
La conciencia de clase se desvanece. La brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande. Ahora, en el mundo laboral predominan el teletrabajo, el individualismo y la falta de conexión con los jóvenes. Eso hace que los sindicatos estén mucho más solos ante un nuevo desafío histórico (amén de sus propios errores). La digitalización, la globalización, ha segmentado el curro en ´proletarios y precarios´.
La ultraderecha –aquí y en Francia sobretodo– penetra en sectores de trabajadores defraudados con la democracia y la izquierda. La ultraderecha avanza en capitalizar el descontento de un sector de la clase trabajadora. Quiere también ocupar la calle. Aprovecha la desmovilización, la insólita fractura de la izquierda más progresista y el olvido del 15-M. No hay duda de que la ultraderecha está disputando a la izquierda transformadora y a los sindicatos el sentimiento de indignación de colectivos defraudados y desorganizados. Lo hace con un lenguaje similar a ellos para disfrazar sus verdaderas intenciones que no son otras que desacreditar, destruir o cerrar el paso a los avances en igualdad. Hipócritamente afirman en en Vox que están “por la defensa de los derechos de los trabajadores, el derecho a un empleo estable, salarios que permitan prosperar, crecer, formar familias y, sobre todo, frente a un Gobierno que se ha lanzado a provocar la ruina, miseria y llevar al colapso económico y social a las clases populares y trabajadoras de España". Pero eso es una burda maniobra electoralista y populista.
Lo que van a hacer en estos próximos meses, Feijoo y Abascal, PP y Vox, es poner las bases para lograr el Gobierno, sea como sea. Luego, ya en el poder, subirán impuestos a la clase media sobre todo para abastecer económicamente a sus protectores y valedores de los media, del Ibex-35 y demás amigos de las finanzas. A estos apenas le subirán los tributos. En la capital, Madrid, por ejemplo, hay mucha gente con muy alto poder adquisitivo que quiere votar a aquellos que favorecen sus intereses.
Y las primeras leyes que derogarán serán la del derecho al aborto, al matrimonio homosexual, a la eutanasia. De paso se ´cepillaran´ leyes de protección social como las de Igualdad, LGTB… También romperán el pacto de Estado contra la Violencia de Género y la Ley de Memoria Histórica.
¡Abajo impuestos!, gritan la derecha y la ultraderecha! Pero claro si ahora ya nadie apoquina los impuestos, cómo se paga la fiesta. Nunca PP y Vox debatirán a fondo los precios desorbitados de las viviendas. Pues son acérrimos defensores de los fondos buitres que especulan con los derechos constitucionales ni se rebelarán contra los desahucios. Es más, algunos tienen negocios muy sucios bien arropados en edenes y paraísos fiscales.
Así que toca espabilar. O la Izquierda (PSOE, Unidas Podemos) más sus socios de la moción de censura, se ponen las ´pilas´ o su discurso insulso y miedoso, les va a llevar al fracaso más estrepitoso como ocurrió ya en C y L, Murcia, Madrid y posiblemente Andalucía una vez más. Y lo peor es que el auge de la ultraderecha de Vox es ya indiscutible y alarmante.
Por eso, Yolanda Díaz, una política de los pies a la cabeza, “con un potencial de transversalidad inaudito y una raigambre militante garantista”, es quizá la última oportunidad de la Izquierda para evitar volver a las trincheras de la época post Zapatero de 2011.
Ahora, todo lo que sea erosionar su imagen pública con disputas de cuotas internas de poder para tal o cual formación debiera ser condenado al unísono por todas las izquierdas. Da igual de dónde venga. Bienvenido el debate fraterno de ideas, pero cero espacio a las telenovelas palaciegas y los dramas psicopolíticos a los que algunos nos tienen acostumbrados. Quienes tanto hablan de responsabilidad histórica, demuéstrenla.
Es muy preocupante y desalentador descubrir cómo la extrema derecha de Vox penetra en sectores de trabajadores defraudados por la izquierda e incluso llega a utilizar lenguajes similares y cómo disimula la inmediata destrucción de algunos de los derechos de los ciudadanos, que pretenden realizar con el blanqueo de Feijóo y el PP de siempre. Hay que hacer algo más que esa estrategia electoral ya cansina ´que viene el lobo de los fachas´. Ese alegato no sirve ya ni para parar a Vox ni para ganar unas elecciones. La Izquierda debe construir un proyecto ambicioso e ilusionante que combata eficazmente ese ataque conjunto de la derecha (PP) y ultraderecha (Vox).
Cuidando a los más vulnerables, a la vez que gestionando las libertades y derechos laborales y sociales alcanzados en los últimos treinta años. La Izquierda no puede admitir esa terrible realidad actual en la que Feijóo sea ya presidente del Gobierno y blanquee a Vox entregando la vicepresidencia a su líder Abascal. Hay que parar las embestidas del ´ayusismo´ más radical y del populismo fascista de Vox.
Y solo hay una manera de frenarlo, sobre todo cuando esa misma Izquierda es la que gestiona esa terrible realidad: “llenándole la nevera a la gente y asegurándole unas condiciones de vida dignas”.