OPINIóN
Actualizado 20/04/2022 19:30:57
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Todo lo cual genera alarma cívica en la conciencia de la ciudadanía más sensible

En cuestiones relativas al ecologismo no caben los buenismos, los relativismos, ni las medias tintas. La grave problemática sufrida por la “casa común planetaria” tal vez haya sido la aportación conceptual-científica más genuina a nivel universal durante el siglo XX. De ahí que los gobiernos asentados en países democráticos comenzaran a establecer un conjunto de normativas, leyes y medidas conducentes a la preservación del medio ambiente, cuya degradación continúa en ostensible y progresivo aumento: vertido de residuos de petróleo al mar, arranque de árboles e incendios forestales, desertificación, abuso de pesticidas y fertilizantes químicos, regresión alarmante de la biodiversidad… y un larguísimo etcétera, con repercusiones decisivas en el cambio climático global de la biosfera, y fortísimos impactos en la troposfera: disminución capa de ozono, invasión de chatarra y basura tecnológica… Todo lo cual genera alarma cívica en la conciencia de la ciudadanía más sensible –popularmente denominadas ecologistas- quienes inician a organizarse para ellas asumir el ingrato papel de cumplir y obligar a cumplir las leyes emanadas de los gobernantes democráticos, ya fueren locales, regionales, nacionales e internacionales, y sin distinción de los posibles autores causantes del presunto delito: poderes públicos o personas y/o empresas del sector privado.

La metodología que suelen aplicar es la que consideran en todo momento más eficaz para defender la conservación y mejora del medio ambiente. Desde las más suaves y persuasivas que facilita la Educación Ambiental, hasta las más enérgicas de la denuncia ante los tribunales que en cada caso corresponda, con independencia del rango que ostente la persona o institución presuntamente autora del delito, ya que todos y todas estamos obligados a cumplir y obedecer las sentencias dictadas por el poder judicial democrático, recurriéndolas si fuere necesario a través de los cauces establecidos y vigentes en todo Estado de derecho.

Respetables señoras y señores: pretender intentar demonizar a las/os ecologistas inculpándoles de frivolidades, ligerezas, protagonismo, ser causantes del vaciamiento poblacional, frenar el desarrollo, aumentar el paro… resulta tan injusto como soez y hasta insultante. El ecologismo prioriza el “modus vivendi” y la subsistencia de sus actuales pobladores, mas intenta hacer posible el bienestar en igualdad de las generaciones venideras. Sus actuaciones no son ningún caprichoso antojo, ninguna iluminación extraterrestre, y muchísimo menos un idealismo utópico. Por el contrario, trata de asumir el cumplimiento de uno de los axiomas científicos más constatados y verificados por el conjunto de las ciencias: biología, física, antropología, química, sociología, geología…, que abordan la integridad del hábitat sobre el que tienen asiento el progreso y devenir de la especie humana.

Por favor, observen y analicen la realidad; no vean gigantones perversos donde solo hay molinos de viento que tratan de impulsar los resortes de la vivacidad y biodiversidad, además del progreso razonable y posible para el común de la humanidad. Asimismo les rogamos no contribuyan a favorecer el falso progreso basado en los derroches consumistas del capitalismo ¡ay! en un orbe tan limitado de recursos naturales. Como se decía al principio, para armonizar la convivencia solo vale el arbitrio de las leyes. “Dura lex sed lex”. “La ley es dura, pero es ley” como ya dictaban y cumplían nuestros antecesores grecorromanos. Huelgan los buenismos, los doctorismos, y muchísimo más esas gracietas frívolas y demás patrañas derivadas del chismorreo de las “fake news”. Recibir esos salivazos que tratan de superar con elevadas dosis de resiliencia, les estimula para desear a quienes les hacen objeto de sus burlas, agravios y hasta de cierta tenaz hostilidad, salud y felicidad de todo corazón.

Santiago Corchete Gonzalo

Ex- Coordinador del Grupo Escuela-Medio

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