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OPINIóN
Actualizado 18/04/2022 09:35:43
Maeva Peraza

<<Cierro mis ojos para ver>>

Paul Gauguin

La obra de José Luis Corella (Valencia, 1959) parte de una premisa que, paradójicamente, nació casi al unísono que él mismo. En los años sesenta del siglo pasado, en medio del esplendor de la abstracción y el conceptualismo, un grupo de artistas retomaron el referente cotidiano y convirtieron la representación verídica en un enfrentamiento al mayor de los retos: el vacío. Un vacío latente en la sociedad norteamericana abrumada por el consumismo, por la manipulación -entonces incipiente- de los medios audiovisuales y por la copia fiel, y también vacía, de la realidad que proponía la fotografía. La intención del hiperrealismo era reproducir con la mayor exactitud posible, pero sustituir ese vacío en la vitalidad del universo pictórico, lo anterior hace que dicho movimiento sea inevitablemente autorreferencial y que mire a las técnicas clásicas de producción visual.

Corella, por su parte, participa de esa tradición; su pintura goza de una descripción minuciosa que nos hace cuestionarnos sobre el verdadero carácter de lo real para distinguir si estamos en presencia de una ficción o de una realidad más tangencial que la realidad misma. La exhibición Ensayo sobre las emociones gusta de generar ese equívoco, el referente fotográfico del que parte se ve enriquecido por su depurada técnica, por una pintura en apariencia inexistente donde la pincelada resulta casi imperceptible pues está camuflada en la perfección del acabado.

Pero la intención del artista no solo se dirige a representar el encanto trivial de lo cotidiano; Corella se interesa por mostrarnos un variado abanico de psicologías a través de sus retratos, los cuales se caracterizan por la minuciosidad descriptiva con que nos presenta a sus personajes, pero también por la historia que se esconde tras cada mirada, gesto o arruga. Las figuras que articulan su narrativa suelen ser familiares, amigos, conocidos o incluso el propio artista. El virtuosismo del pintor pone a flor de piel sus ilusiones, dolores y dramas personales, de manera que la nitidez y pormenorización del detalle resulta directamente proporcional en el plano visual y en el psicológico; pues ya desde el propio título de la muestra Corella nos indica que su investigación y experimentación va dirigida precisamente hacia las emociones.

Llama la atención que dicha agudeza impacta en las piezas de tal manera, que el retrato de cada figura deja entrever una operatoria con una movilidad de dentro hacia fuera; el artista capta lo profundo de cada psiquis y lo exterioriza con delicada sutileza, el resultado es una visión personal y también conceptual de la persona retratada, pues esta también simboliza una etapa, sentimiento o situación concreta. Por otra parte, sus escenas urbanas presentan ese aliento pop tan unido al hiperrealismo norteamericano de artistas como Richard Estes y Don Eddy; se trata de piezas que nos muestran vitrinas atestadas de productos, enclaves donde se encuentran restaurantes y supermercados, o una Valencia tan bella como silente. Detrás de esa tranquila y aparente frivolidad encontramos una sociedad desesperada y en descomposición.

José Luis Corella participa de un movimiento donde sus aportaciones se encausan hacia la ruptura de la banalización en lo real. El conjunto de piezas expuestas en el Palacio de la Salina, constituyen una invitación a conocer esos espacios habitados y aprehendidos por el artista y, sobretodo, a compartir emociones.

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