OPINIóN
Actualizado 18/04/2022 12:37:37
Charo Alonso

Empieza la primavera en las tierras del Estrecho, cuando migran los pájaros a la península y se cubren de flores los campos en una ola que va subiendo por la Andalucía cálida, la Extremadura que estalla en amarillos y malvas y más arriba nuestra tierra se cubre de cenefas bordadas a lo largo de los caminos y de las planicies de cereal donde se yerguen, milenarias, centenarias, augustas, las encinas que esperan el amarillo de sus flores de candelas.

Es el tiempo feliz y feraz de las flores de cuneta. Y mientras espero a los acianos azules que son mis favoritas y me recuerdan coronas de reina que trenzaba mi abuela, florecen las margaritas que mi madre llama gamarzas y se yerguen las yerbas que dice mi alergólogo que son las que me molestan. Una niña criada entre campos de cereal, girasoles sonrientes, cunetas florecidas que se agostan con el calor y el perro se lleva entre las patas en forma de pinchos que guardan la semilla. Y es el tiempo en el que despliega mi médico el interior del brazo, tierno y blanco después del invierno y puntea, con un exquisito pinchazo, las pruebas de la alergia. Es mi particular herbolario que me rasco y me lamo como un perro cuando florece la erupción de mi condena… mi alergólogo parece un botánico cuando recita los nombres de las hierbas de cuneta… aquellas que me hacen pasar una primavera de ojos desorbitados y nariz inflamada. “Pareces un Ecce Homo” me dice mi madre que no tiene filtro ninguno, y le digo que ha pasado la Semana Santa con su resurrección bendita por los campos de trigo verde y cunetas que pronto se llenarán de flores y jugaremos al me quiere, no me quiere arrancando los pétalos blancos de la margarita.

Es el paso del paso, la llegada implacable de la primavera. El invierno con su casa caliente, con su ropa que se deshoja cuando pica el sol y en marzo mayea y en abril, en vez de llover tenemos un atisbo feroz de verano pleno. Zumban alrededor de las flores del árbol que plantó mi padre una sinfonía de generosa miel las abejas que no sabemos dónde anidarán ¿Anidan las abejas? Colmena del corazón para dejar la dulzura de estos días de primavera. Y es justo antes del polen que nos llena, del oro que arrancamos al trasluz, cuando soy inmensamente feliz en primavera, y las lilas me devuelven la esperanza con su perfume que no sabe de guerras, y se despliegan los brotes en un abanico de hojas delicadas como encaje de enredadera. Es el tiempo del herbolario feliz que me recuerda todo lo bueno de una vida renovada, resurrección y flor sobre la tierra.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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