OPINIóN
Actualizado 18/04/2022 13:46:12
Rafael Herrero

Con el paso del tiempo te vas dando cuenta que la llave para ser feliz radica, entre otras cosas, en la capacidad para marcar el propio destino y eso implica frecuentemente elegir, decidir y arriesgarse. O rectificar, puesto que a veces el cambio es dar un paso atrás para asegurar la dirección correcta en el futuro. En suma, cambiar y enfrentarse sin miedo a la novedad. Lo cierto es que estos últimos años nos ha tocado enfrentarnos a muchas novedades, cuando piensas que ha pasado una, aparece otra: la crisis del ladrillo, la financiera, la globalización de los mercados, la pandemia, la erupción del volcán ‘Cumbre Vieja’ y ahora una guerra, entre otros. Y lo cierto es que cuesta, pero solo queda levantarse y seguir adelante, apoyándote en lo que te dé fuerzas; quizá para unos el hecho de ser padre ayude a levantarnos de cada caída, por nuestros hijos, otros tendrán otras
motivaciones.

Todo puede cambiar de un momento a otro, y la vida nos cambia de manera radical: la pérdida de un trabajo, la muerte de alguien muy querido, una enfermedad grave o las catástrofes que nos ocasionen pérdidas de algún tipo. Estos días vivimos la guerra de Rusia a los ucranianos y escuchamos en las noticias los diferentes testimonios de las personas que están sufriendo las consecuencias, ponen los pelos de punta, y no es para menos: “nos hemos quedado sin casa, sin trabajo, sin nada...”, “no sé dónde está mi familia” ... Impactan las imágenes de tanta destrucción. Y las imágenes de las pérdidas aún mayores, como el dolor de un niño llorando al lado de su madre, tendida en el suelo y cubierta con una sábana, o los niños perdidos sin una mano que les agarre fuerte para llevarlos en la dirección correcta. O la madre que pone a su hijo de 11 años en un tren, solo, dirección a Eslovaquia en la frontera de Ucrania, a mil kilómetros del lugar de donde salía, con una mochila en su espalda con el pasaporte dentro y un número de teléfono escrito en su mano. Afortunadamente todo salió bien, la madre subió después un vídeo a Facebook explicando el motivo y agradeciendo a todos “gracias por haber ayudado a mi hijo a llegar a Eslovaquia y salvar su vida”, estas palabras las dice con una mano en el corazón, antes de quebrarse en llanto. Sobran ejemplos, hay demasiados.

Aún en situaciones tan difíciles como estas y después de tanta pérdida y sufrimiento, estas personas nos demuestran que debemos crear nuevas ilusiones, confiar nuevamente en el otro, aprender a trabajar unidos, ayudarnos entre nosotros. Porque creer es confiar y cuando confiamos nos permitimos abrirnos a nuevas posibilidades, nos permitimos crear. Sin confianza no declararíamos nuestro amor, no traeríamos hijos al mundo, no invertiríamos para mejorar, no nos arriesgaríamos, no innovaríamos. Confiar y vivir van de la mano.

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