El nuevo presidente del PP, Núñez Feijóo tiene fama de persona sosegada y reflexiva; tal vez porque en el ámbito social en el que se ha movido hasta ahora, en Galicia, ocupando la presidencia de la Xunta, sus opositores políticos no han tenido ni el carisma personal ni la convicción suficiente para contrarrestar las conductas clientelares y caciquiles tan enraizadas en la política gallega desde tiempo inmemorial. Parafraseando al desaparecido Fraga (que nunca pudo ser presidente del gobierno, aunque, como Feijóo, también fue súper jefe de Galicia durante muchos años), al menos, desde los tiempos de Viriato.
No obstante, parece que el nuevo viaje que ha iniciado de presidente del PP –elegido por la tradicional dedocracia de los verdaderos jefes del PP, los hombres de atrás que actúan como autores intelectuales- le va a producir alguna que otra alteración en su ritmo cardiaco y el viento de la singladura va a despeinarlo en más de una ocasión. La primera, en una entrevista concedida a la emisora de radio, Cadena Ser, cuando Angels Barceló le preguntó sobre los pactos con Vox en Castilla y León. Visiblemente enfadado contestó que corresponde al PP gobernar debido a que Mañueco ganó las elecciones y que al no aceptar el PSOE abstenerse para que gobierne, consideran legítimo buscar las fórmulas para gobernar. La primera, en la frente, porque parece que Feijóo desconoce que hace 3 años, en las elecciones autonómicas de 2019 y después de 32 años gobernando el PP en esta región y la pérdida de peso social y económico en el Estado, ganó el PSOE, además, con una diferencia mayor de diputados a la conseguida ahora por el PP (5 frente a 3 en las actuales elecciones). Argumento inválido, por tanto; aunque ya se sabe, el PP es fiel seguidor de la filosofía de Groucho Marx, si unos principios no valen, tienen otros y siempre a su conveniencia.
Por otro lado, también respondió que el PSOE no puede dar lecciones de “manuales de pactos”, al estar gobernando con Bildu en Navarra y con Podemos en España. Feijóo no es tonto, y aunque sabe que ETA ya no existe desde hace más de una década y Bildu es un partido absolutamente democrático que condena la violencia, hay que seguir dando con el mazo a ver si convencen al electorado de que Bildu es ETA. La misma cantinela utilizan con Esquerra Republicana de Catalunya. Pero señor Feijóo, ¿no se da cuenta que el actual gobierno ha contribuido decisivamente a desactivar al independentismo catalán y a mejorar la convivencia entre todos los ciudadanos de Catalunya tengan la posición ideológica que tengan? ¿Quiere comparar a formaciones políticas mucho más democráticas, que incluso deciden las cuestiones de forma asamblearia y mucho más partidarios de las políticas sociales, de la redistribución de la renta y la riqueza, que otras, como Vox, que tienen su origen en el fascismo, el racismo, la xenofobia y, como el PP, en las políticas clientelares, el caciquismo y la aristocracia?
Evidentemente, señor Feijóo, no es lo mismo, aunque ustedes quieran empañarlo todo. Y se ha visto muy claro en el pacto del PP con Vox en Castilla y León, donde esta formación quiere derogar las leyes que identifican la violencia machista y para ello se inventarán una nueva normativa que sustituya la específica violencia de género, violencia machista, por la intrafamiliar; porque, en el fondo, el ideario de este partido comulga perfectamente con una sociedad patriarcal que afortunadamente los españoles estábamos comenzando a superar. Y España, con la ley integral contra la violencia de género, de 2004, ha sido un país pionero en la lucha contra esa lacra social e incluso inspiró la elaboración del “Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y violencia doméstica” aprobado en Estambul, en 2011 y que, entre otros aspectos, en su preámbulo reconoce “que la naturaleza estructural de la violencia contra las mujeres está basada en el género, y que la violencia contra las mujeres es uno de los mecanismos sociales cruciales por los que se mantiene a las mujeres en una posición de subordinación con respecto a los hombres”.
Pero Vox no solo quiere derogar las leyes que protegen a las mujeres de la violencia machista, sino también las de memoria democrática, aquellas que reconocen derechos a víctimas de la guerra civil y la dictadura franquista que fueron tan vilipendiados, vejados, humillados y olvidados por un régimen político tirano y opresor, víctimas que lo fueron por defender el Estado de Derecho, el sistema democrático que consagró los ideales de libertad, igualdad, fraternidad y pluralismo político, que potenció la educación universal y gratuita para todos los ciudadanos con independencia de la clase social a la que pertenecieran, que puso en marcha políticas económicas que luchaban contra la desigualdad, la pobreza y la exclusión social y pretendían el equilibrio económico y social en un entorno dominado por el caciquismo, el clientelismo y los privilegios ancestrales de la aristocracia y la nobleza sobre el pueblo llano esclavo y hambriento. Aprovecho la ocasión, en el 91 aniversario de la proclamación de la II República Española, para rendirle un cálido y emocionado recuerdo. Ese ensayo de libertad tan vilmente pisoteado por la razón de la fuerza del fascismo, por las botas de unos militares rebeldes que acabaron con los votos de los ciudadanos.
A ese entorno parece que quieren volver PP y Vox con su pacto en Castilla y León, que se parece más a la coalición radical-cedista entre Lerroux y Gil Robles, en el 34, que a un pacto avanzado y moderno que trabaje por el progreso y el bienestar de los ciudadanos. Ya lo ha dicho el líder de Vox en Castilla y León, el señor Gallardo, porque quiere devolver las competencias autonómicas al Estado, pisoteando el título VIII de la Carta Magna. Y lo hacen con un falso argumento de austeridad presupuestaria cuando el presidente de las Cortes de Castilla y León, Carlos Pollán, de Vox, percibirá unas retribuciones anuales que superan en 15.000 euros a las que recibe el presidente del gobierno de la nación y un 4 % más que su predecesor. Esta es la austeridad que practican en sus remuneraciones, con dinero público, claro, que pagamos todos los castellanos y leoneses.
Pero no solo en Castilla y León; en Madrid, se llevan practicando estas políticas de la derecha rancia, totalitaria y excluyente desde que Ayuso consiguió el gobierno autonómico y Almeida –a pesar de no ganar las elecciones municipales-, el ayuntamiento de Madrid. Y a las pruebas me remito con las últimas informaciones conocidas por las que se ha sabido que el ayuntamiento de Madrid adquirió material sanitario en pleno Estado de Alarma, en la primera ola y más letal de la pandemia, pagando una comisión de 6 millones de euros a unos desalmados, a unos comisionistas que, ¡vaya casualidad!, forman parte de la aristocracia como el señor Medina, hijo del duque de Feria y nieto de otro aristócrata, terrateniente, Rafael Medina, que sembró el terror en la retaguardia de la Guerra Civil, al lado de Franco y se dedicó a “limpiar de rojos” los pueblos entre Sevilla y Huelva.
Y todo esto lo está practicando el PP de Feijóo, no estamos hablando ni del de Aznar ni del de M. Rajoy ni del de Casado. Aunque hay que dejar muy claro que Feijóo lleva ocupando cargos públicos la mitad de su vida, porque ya los ocupó en el PP de Aznar y en el de Rajoy, un PP podrido de corrupción. Y en este PP de Feijóo se simpatiza con la ultraderecha de Vox. Un caso único en toda Europa, porque, actualmente, hemos comprobado que para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, en la que compiten Macron y Le Pen, todas las fuerzas políticas democráticas están al lado de Macrón, también la derecha del partido republicano francés, esa que sería la homóloga del PP en España. En Francia todos están contra la ultraderecha de Marine Le Pen y en el resto de Europa todas las formaciones políticas sensatas y plenamente democráticas. La derecha española, como siempre, ultramontana y reaccionaria, está del lado de los que defienden el fascismo y simpatizan con líderes como Putin.
¿Es esta la derecha moderna que quiere implantar el manso de Feijóo? Tengo más dudas que certezas; ya lo dice el refrán: “Líbrame de las aguas mansas que de las malas me libro yo”.