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SOCIEDAD
Actualizado 08/04/2022 23:45:02
Vanesa Martins

Conocemos de primera mano el día a día de los refugiados ucranianos que han llegado hasta la capital charra. “A través de los ojos transmiten que traen una expresión de sufrimiento e incertidumbre"

Nada más cruzar la puerta del albergue Lazarillo de Tormes se respira una realidad completamente ajena. Niños corriendo por los pasillos, jugando, con peluches… pero también personas más mayores, mujeres y madres que, sin pronunciar una palabra, transmiten sentimientos de cierto alivio, pero también de preocupación, de angustia a la vez. Y es que, desde el pasado 22 de marzo, este albergue es el hogar de 71 personas ucranianas que han tenido que salir de su país debido a la guerra y que no saben cuando podrán volver a su casa, si es que pueden volver.

Personas que han llegado hasta la capital del Tormes y que se alojan aquí, un albergue habilitado por el Ayuntamiento como parte de la ayuda puesta a disposición de ACCEM (la entidad encargada de coordinar la llegada de personas refugiadas a Castilla y León).

SALAMANCA rtv AL DÍA recorre el centro con Sheila Largo y Ana Isabel Calzada, técnicos de inclusión social del área de Bienestar Social. Ellas mismas cuentan que la llegada no ha sido fácil, ya que el idioma ha sido una gran barrera. Se han entendido gracias a la participación de voluntarios y de traductores. “Ahora mismo hay una traductora de forma continua que es la que ayuda en todo”.

El albergue dispone de zonas comunes con televisión y sofás, comedor y una sala con cristalera que se ha habilitado como ludoteca para los 22 menores. Además, es importe destacar que las habitaciones se han adaptado y las familias no se han separado. “Una de las cosas fundamentales era mantener los núcleos familiares. Se les han asignado las habitaciones en su núcleo, no se les ha mezclado, aunque se pueda perder alguna cama. Esto nos parece muy importante”. Además, todas las habitaciones disponen de baño propio.

Algo que las familias agradecen. “El hecho de que sea solo para ellos les causaba una sensación muy buena. Les causaba mucha tranquilidad porque lo poco o mucho que cada uno trae en su maleta es lo que les queda de su vida”. Como parte de esa privacidad, las habitaciones las limpian y recogen ellos mismos. “Al final no es como cuando estás de vacaciones, es proporcionarle la intimidad necesaria y están muy agradecidos por ello”.

Con la alimentación se están haciendo ajustes, porque no tienen el mismo sistema de comidas que en España. “Desde el primer momento se ha adaptado para gente que era vegana, que tenía que tener una dieta, etc. También se ha adaptado el horario para ellos”.

Levan tan solo dos semanas en este albergue, que ya es su hogar, al menos de momento. Tanto Sheila como Ana Isabel recuerdan la expresión de estas personas cuando se bajaron del autobús. “A través de los ojos transmiten que traen una expresión de sufrimiento e incertidumbre. Llevan solo dos semanas, se van relajando, pero no dejan de tener preocupaciones porque algunos han venido solos, tienen allí familiares. Ahora les sale esa ansiedad de todo lo que han vivido porque lo que han hecho desde que comenzó la guerra hasta que llegaron aquí ha sido sobrevivir”, destacan.

Hay familias, mujeres, niños, pero también personas que han venido solas y que se están conociendo en el Lazarillo. “Entre ellos mismos van creando lazos”.

Una situación complicada para estas personas, sin embargo, en el albergue Lazarillo de Tormes han encontrado un lugar seguro, con personas que se preocupan y les cuidan, porque aunque físicamente se encuentran a miles de kilómetros de Ucrania, su país, su mente, sus pensamientos y, en muchos casos, su familia, sigue allí.

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