LAS ARRIBES
Actualizado 08/04/2022 10:14:01
Redacción

Hemos escuchado el clamor de los campesinos y gentes del campo que se sienten asfixiados por el incremento insólito de los precios de los carburantes que requiere la maquinaria agrícola, los fertilizantes que demanda la agricultura, los piensos de los que se alimenta la ganadería y el coste disparado de la electricidad de la que depende la producción

El cambio climático nos ha hecho más conscientes de la insostenibilidad del actual modelo agroindustrial de producción de alimentos, basado en la lógica productivista del mercado globalizado y el transporte a miles de kilómetros de los insumos y las producciones. La pandemia, al cerrar fronteras, nos obligó a mirar a mirar a nuestro alrededor y a caer en cuenta de que casi nada se producía en cercanía –ni mascarillas ni alimentos básicos– y de que, casi sin advertirlo, habíamos ido perdiendo la soberanía alimentaria.

La invasión de Ucrania y las sanciones económicas impuestas por Europa y Occidente a Rusia han acentuado la gravedad de la crisis energética que ya antes amenazaba a la economía global, evidenciando aún más la dependencia de todo un sistema económico, y la cadena agroalimentaria en particular en el caso que nos ocupa, de recursos energéticos que cada vez escasearán más. La ONU ha alertado de que la guerra desatada en Europa desencadenará una crisis alimentaria a escala mundial, que causará estragos en los países empobrecidos, que no pueden hacer frente a la subida de precios y a la especulación con el trigo y el pienso en los mercados mundiales.

Hemos escuchado el clamor de los campesinos y gentes del campo que se sienten asfixiados por el incremento insólito de los precios de los carburantes que requiere la maquinaria agrícola, los fertilizantes que demanda la agricultura, los piensos de los que se alimenta la ganadería y el coste disparado de la electricidad de la que depende la producción. Muchas explotaciones reconocen encontrarse al borde de la quiebra.

Ante esta realidad que pone sobre la mesa las contradicciones e insostenibilidad del actual sistema agroindustrial de producción de alimentos –basado en la especulación de los mercados, el consumo de energía, la esquilmación de los recursos naturales y la dependencia de la cadena de distribución–, la ONG Colectivos de Acción Solidaria –en la que estamos integradas diversas entidades con presencia territorial en distintas comunidades autónomas–, quiere lanzar un mensaje a favor de la transición hacia un modelo agroecológico, que defendemos como una apuesta por la soberanía alimentaria y un pilar esencial para hacer posible un mundo rural vivo.

Es una transición necesaria, de la que casi nadie quiere hablar, e inaplazable en el contexto de los grandes retos que la humanidad debe afrontar: el cambio climático, la crisis energética, la dependencia de un sistema globalizado que especula con los alimentos, la acaparación de los recursos de la tierra y la dificultad de sectores de la población cada vez más amplios para el acceso a derechos básicos como la alimentación saludable.

Defendemos el modelo agroecológico por importantes razones de peso:

  • Es un modelo de producción de alimentos ligado a los recursos naturales del territorio, en equilibrio con la tierra y los ecosistemas de los que depende la vida, basado en el trabajo de agricultores/-as y ganaderos/-as que sostienen la vida en los pueblos y comunidades rurales.
  • La agroecología devuelve al campo su papel esencial como productor de alimentos sabrosos y saludables para la humanidad. Reconvertir las plantaciones intensivas y fragmentar las insostenibles macrogranjas, para transformarlas en una red de pequeñas explotaciones agrícolas naturales y granjas ecológicas, en equilibrio con los recursos del territorio y en otra escala más familiar, se convierte en la mejor herramienta de lucha contra la despoblación.
  • Reivindica una vida digna para los agricultores y campesinos que cuidan de la tierra y cultivan y producen alimentos de calidad para la comunidad, que deben ser compensados con precios justos.
  • El modelo agroecológico fomenta la producción de alimentos de cercanía y de km0 y cuestiona el transporte abusivo de alimentos, piensos, abonos y fertilizantes en el mercado global, insostenible desde un punto de vista ambiental y energético.
  • Genera comunidad. Es un aliciente para impulsar los mercados locales y propiciar otro tipo de iniciativas económicas fundamentadas en los principios de la economía social y solidaria: cooperativas y empresas de inserción, redes de productores y consumidores basadas en la confianza recíproca, herramientas asociativas y colaborativas que pueden hacer frente a los objetivos capitalistas y reforzar la profesión, dando el valor que se merecen a las personas que trabajan el campo y producen los alimentos.
  • Mantiene viva la cultura campesina, el saber atesorado por generaciones de campesinos a lo largo de siglos y generaciones. Desde la percepción de la crisis global en la que nos encontramos sin salida –que es crisis climática, energética, económica, social, alimentaria– intuimos que ese saber será esencial para la sostenibilidad del planeta y el futuro de la humanidad.
  • La agroecología es la única opción coherente con la sostenibilidad del planeta, que declaramos defender en compromisos institucionales que la mayoría de las veces se incumplen. Reduce al mínimo las emisiones de CO2 y el consumo de combustibles fósiles en el transporte de insumos y alimentos que requiere el modelo de producción intensiva.
  • Nos sitúa en otra perspectiva radicalmente distinta, en clave de soberanía alimentaria: ver la alimentación como un derecho básico al que todas las personas deben tener acceso, un derecho que se ha arrebatado a millones de seres humanos, y no como un negocio especulativo en el mercado global.
  • Entronca con la perspectiva del ecofeminismo que pone el foco de atención en el cuidado de la vida y la salvaguarda de la naturaleza, la casa común de la humanidad. No es casualidad el protagonismo de las mujeres en las iniciativas agroecológicas: campesinas, ganaderas en red, mujeres pastoras y nuevas pobladoras incorporadas al campo que reivindican la ganadería extensiva, la soberanía alimentaria, el respeto al medio y la igualdad de género.

Nuestra postura se sitúa en las antípodas de la visión inmovilista y homogeneizante de la ruralidad que reivindican algunos partidos conservadores y movimientos de extrema derecha que se arrogan el derecho de ser los depositarios de los valores y esencias del campo, cuando en realidad están defendiendo un sistema de privilegios y unas estructuras de dominación y clientelismo que asfixian la vida de las comunidades rurales.

Nos posicionamos, al contrario, del lado de la alternativa global que movimientos como la Vía Campesina están alentando en el mundo, con la que también se alinean la FAO y la Unión Europea con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible: la soberanía alimentaria como aspiración, la defensa de la agricultura y ganadería familiar, el aprovechamiento de los recursos en equilibrio con el territorio sin esquilmar ni degradar el medio natural, el tejido comunitario que nuestras acciones fortalecen frente al individualismo deshumanizador, la lucha contra las estructuras de dominación, el compromiso por un mundo rural vivo, habitado por hombres y mujeres que sueñan con otro mundo posible, son claves importantes de un trabajo en red que compartimos.

COLECTIVOS DE ACCIÓN SOLIDARIA

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