Hemos escuchado el clamor de los campesinos y gentes del campo que se sienten asfixiados por el incremento insólito de los precios de los carburantes que requiere la maquinaria agrícola, los fertilizantes que demanda la agricultura, los piensos de los que se alimenta la ganadería y el coste disparado de la electricidad de la que depende la producción
El cambio climático nos ha hecho más conscientes de la insostenibilidad del actual modelo agroindustrial de producción de alimentos, basado en la lógica productivista del mercado globalizado y el transporte a miles de kilómetros de los insumos y las producciones. La pandemia, al cerrar fronteras, nos obligó a mirar a mirar a nuestro alrededor y a caer en cuenta de que casi nada se producía en cercanía –ni mascarillas ni alimentos básicos– y de que, casi sin advertirlo, habíamos ido perdiendo la soberanía alimentaria.
La invasión de Ucrania y las sanciones económicas impuestas por Europa y Occidente a Rusia han acentuado la gravedad de la crisis energética que ya antes amenazaba a la economía global, evidenciando aún más la dependencia de todo un sistema económico, y la cadena agroalimentaria en particular en el caso que nos ocupa, de recursos energéticos que cada vez escasearán más. La ONU ha alertado de que la guerra desatada en Europa desencadenará una crisis alimentaria a escala mundial, que causará estragos en los países empobrecidos, que no pueden hacer frente a la subida de precios y a la especulación con el trigo y el pienso en los mercados mundiales.
Hemos escuchado el clamor de los campesinos y gentes del campo que se sienten asfixiados por el incremento insólito de los precios de los carburantes que requiere la maquinaria agrícola, los fertilizantes que demanda la agricultura, los piensos de los que se alimenta la ganadería y el coste disparado de la electricidad de la que depende la producción. Muchas explotaciones reconocen encontrarse al borde de la quiebra.
Ante esta realidad que pone sobre la mesa las contradicciones e insostenibilidad del actual sistema agroindustrial de producción de alimentos –basado en la especulación de los mercados, el consumo de energía, la esquilmación de los recursos naturales y la dependencia de la cadena de distribución–, la ONG Colectivos de Acción Solidaria –en la que estamos integradas diversas entidades con presencia territorial en distintas comunidades autónomas–, quiere lanzar un mensaje a favor de la transición hacia un modelo agroecológico, que defendemos como una apuesta por la soberanía alimentaria y un pilar esencial para hacer posible un mundo rural vivo.
Es una transición necesaria, de la que casi nadie quiere hablar, e inaplazable en el contexto de los grandes retos que la humanidad debe afrontar: el cambio climático, la crisis energética, la dependencia de un sistema globalizado que especula con los alimentos, la acaparación de los recursos de la tierra y la dificultad de sectores de la población cada vez más amplios para el acceso a derechos básicos como la alimentación saludable.
Defendemos el modelo agroecológico por importantes razones de peso:
Nuestra postura se sitúa en las antípodas de la visión inmovilista y homogeneizante de la ruralidad que reivindican algunos partidos conservadores y movimientos de extrema derecha que se arrogan el derecho de ser los depositarios de los valores y esencias del campo, cuando en realidad están defendiendo un sistema de privilegios y unas estructuras de dominación y clientelismo que asfixian la vida de las comunidades rurales.
Nos posicionamos, al contrario, del lado de la alternativa global que movimientos como la Vía Campesina están alentando en el mundo, con la que también se alinean la FAO y la Unión Europea con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible: la soberanía alimentaria como aspiración, la defensa de la agricultura y ganadería familiar, el aprovechamiento de los recursos en equilibrio con el territorio sin esquilmar ni degradar el medio natural, el tejido comunitario que nuestras acciones fortalecen frente al individualismo deshumanizador, la lucha contra las estructuras de dominación, el compromiso por un mundo rural vivo, habitado por hombres y mujeres que sueñan con otro mundo posible, son claves importantes de un trabajo en red que compartimos.
COLECTIVOS DE ACCIÓN SOLIDARIA