1922 fue, desde luego, en distintos aspectos, un annus mirabilis, ya que en él se produjeron diversos acontecimientos decisivos en la vida cultural contemporánea, como la edición de determinadas obras claves de la literatura occidental (por ejemplo, Tierra baldía, de T. S. Eliot; o Ulises, de James Joyce, entre otras).
Pero también fue un annus mirabilis por el nacimiento de determinados creadores e intelectuales muy significativos en la cultura contemporánea, como, por ejemplo, ese italiano inclasificable y genial que fuera Pier Paolo Pasolini, quien naciera en Bolonia, bajo el signo de piscis, en marzo de 1922.
Pasolini fue un genio, un heterodoxo, un creador e intelectual incómodo. En su figura se entrecruzan el catolicismo, el marxismo, el antifascismo, la homosexualidad, el respeto por la conservación de la tierra…, así como en el ámbito de su creación aparecen la poesía, la narración, el ensayo, el cine, la pintura, la filología…
Todo ello, nos está hablando de un ser vitalista, plenamente entregado a la vida, sin prejuicio alguno. Y esa vitalidad desbordante, y esa creación plena y en múltiples direcciones son las que convierten a Pasolini en una figura tan atractiva, cuyo personaje y cuya obra siguen teniendo una plena vigencia, como modelo europeo de ser humano que, de continuo, entremezcla vida y cultura.
Es, al tiempo y sobre todo, un creador e intelectual mediterráneo, fruto de esa Europa católica del sur, que hoy parece haber perdido importancia desde hace tiempo, frente al predominio en todos los órdenes de lo anglosajón, de la Europa protestante del norte, que desde hace ya décadas, se está llevando el gato al agua e imponiéndonos a todos su predominio. En este sentido, es necesario recordar a Max Weber, que reflexionó sobre todo ello en La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
En una reciente biografía que acaba de publicar sobre él Miguel Dalmau, lo llama “El último profeta”. Alude con ello, indudablemente, a esa raíz católica que está presente siempre en Pasolini; católica heterodoxa, esto es, plasmada y vivida a su modo; como también viviera a su modo el marxismo (su heterodoxia vital, sexual y creativa hizo que fuera expulsado del partido comunista) y todo aquello que amó y por lo que se interesó.
Su admirado Antonio Gramsci, el pensador marxista italiano, hizo que escribiera un libro de poemas, Las cenizas de Gramsci, que en nuestro idioma publicó el sello editorial madrileño de Visor, en traducción de Antonio Colinas. Hay una foto conmovedora de Pasolini ante la tumba de Gramsci, que nos habla de esa admiración.
Pasolini era un radical, no en ese sentido peyorativo interesado que se la da hoy al término, sino en el sentido de ser fiel a la raíz y de existir y crear siempre de raíz. Hay en él dos fidelidades, el mundo tradicional mediterráneo y su interés por la dignificación de los humildes, que están presente siempre, de un modo y otro en su obra (en su cine, en su ficción, en sus ensayos…).
Sobre lo primero, llegó a decir: “Soy una fuerza del Pasado. / Solo en la tradición está mi amor.” Esto es, Pasolini procede del mundo de la raíz, del mundo italiano que está en el pueblo, que se expresa en la tradición del pueblo. Es una voz antigua de la tierra la que se manifiesta a través de su figura.
Por otra parte, Pasolini conoció las vidas de los más desfavorecidos y escribió sobre ellos –como indica Miguel Dalmau– “con una valentía y emoción inéditas”. Siempre están presentes en su obra.
Una obra multiforme, que sigue teniendo vigencia, como expresión de esa Europa del sur, mediterránea; una obra que surge del espíritu de la tierra, de esa raíz, de esa tradición italiana que él reivindica, de esa simbiosis del mundo católico y del mundo clásico que marca lo mejor que ha dado Italia.
Un buen momento para leer a Pasolini, para ver sus películas, así como para reivindicar su figura, tan emblemática de ese sur de Europa que parece que hoy contara poco, frente al predominio anglosajón y protestante, que, frente al espíritu de la tierra (que ha tratado de borrarse), nos ha impuesto el del capitalismo.