… “Nadie puede invocar la resolución pacífica de los conflictos (…)
Nos acordaremos de aquellos que en este momento solemne no estén a nuestro lado” …
(Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la UE. Intervención ante el Parlamento europeo 01/03/22)
Se cumplen dos semanas de la invasión de Ucrania por parte de Putin, la mayoría de los medios de comunicación informan copiosamente de las barbaridades de la guerra, la destrucción que acompaña, el precio que se paga en víctimas civiles y militares, las ciudades situadas sin abastecimiento ni energía, la heroica resistencia a la invasión, las imágenes de miles de ucranianos llegando como refugiados a los países de U.E… todo aquello que nos hubiera parecido increíble dos semanas atrás. Sin embargo hoy ya es tarde, parece un propósito ingenuo querer hablar de algo que era real tan sólo dos semanas atrás. Querer hablar de los estrechos vínculos históricos, humanos, religiosos y culturales que han unido y unen a ucranianos y rusos desde hace mucho tiempo parece hoy tarea anacrónica o tardía, pues ya los tambores de la guerra ensordecen todo lo demás.
Hoy los hermanos, los amigos, los vecinos de ayer, se presentan en los medios como enemigos acérrimos creados de la noche a la mañana, irreconciliables. Ya lo vimos durante los años noventa con otras guerras en los Balcanes y en el Cáucaso, entonces presenciamos qué débiles y vulnerables eran las costuras de la convivencia y no supimos o no quisimos poner el freno a tiempo al enfrentamiento que se desató.
De igual modo, cuando el ejército ruso invadió el país vecino a finales de febrero tras diversas maniobras rusas en la frontera con Ucrania no creíamos que esto podría suceder de forma tan frívola por la magnitud que podría alcanzar, aún a pesar de que la inteligencia americana ya lo había anticipado para el día 16 del mismo mes. Eso quiere decir que los análisis de los geoestrategas de los EE.UU, de la OTAN y también de Rusia conducían ya sus fichas en el tablero hacia una guerra irremediable; quería decir -aunque lo ocultaran- que no quisieron evitarla antes cuando se tuvieron herramientas para hacerlo, más al contrario propusieron una guerra absolutamente suicida.
De nada sirven la Geografia y la Historia, su conocimiento y sus lecciones, cuando las dejan huérfanas y sin explicación, cuando los militares traducen a los malos liderazgos políticos que no existía espacio alguno para el diálogo, para la Paz, para la resolución no militar del conflicto, toda vez que Putin ya escogió el camino equivocado de la guerra, dejándonos tras sí la semilla del odio, el oprobio de la guerra que tan dificil es de limpiar.
¿Cómo es posible que dos (pueblos) hermanos eslavos, vecinos, algo similar o mas fuerte aún a lo que nos ocurre a los españoles con nuestros queridos vecinos ibéricos, los portugueses, hayan podido llegar a este enfrentamiento cainita? ¿Cómo es posible? -Nadie se lo puede explicar: es una dinámica que realmente es ajena a la vida natural de los pueblos, que escapa al entendimiento y a la lógica de la convivencia humana. ¿Qué hacen entonces los actores politicos líderes de sus respectivos países sean democracias o no? -Desempeñan políticas claramente inadecuadas para la Paz, ponen en marcha relatos nacionales idealizados que sirven a unos intereses de poder concretos que desbordan la voluntad de los pueblos y sólo pueden ser explicados -no justificados- dentro de en un marco geopolítico mucho más amplio, en este caso el que se juega en el tablero europeo entre Occidente y Rusia.
Una certeza: los ucranianos están padeciendo la cruel e injusta agresión ordenada por Putin. Es algo incuestionable, pero el relato de lo que sucede nos queda expuesto ante la opinión pública de una manera muy burda y simplista, lo que nos empuja, jaleado por fuertes aparatos mediáticos de propaganda, a hacer una lectura demasiado maniquea del conflicto. De algún modo es de nuevo la película conocida de “lo buenos y los malos”, la película que nos conduce en Occidente a donde quieren exactamente vayamos, a que nuestras simpatías se dirijan, por pura lógica emocional -y no es para menos- hacia la parte sufriente que es la víctima de la agresión: los ucranianos. Descontando -obviamente- que los otros, los malos de la película (¡solo pueden ser los victimarios rusos!) son los malos malasombra, que están de igual modo sometidos a semejantes aparatos de propaganda por parte del poder del Kremlin y al mismo tiempo de forma muy eficaz siendo víctimas evidentes de la tiranía de Putin sobre su propio pueblo.
Hasta aquí todo podría parecer comprensible, pero hay más, algo que los medios se cuidan en no contar, porque sería vano esperar a que Occidente hiciera la autocrítica que nunca hizo, que analizará su propia conducta y responsabilidad en esta penosa historia. Lo que no cuentan los medios -o muy pocos lo hacen- es precisamente el papel vergonzoso que han desarrollado las políticas occidentales en los últimos tiempos en Europa Central -con EEUU a la cabeza, seguida por la OTAN y la U.E- con el fin de aislar en lo más posible y de forma notoria a Rusia del contexto no ya europeo sino también del internacional. Promover políticas de aislamiento aún a pesar de destacadas advertencias como la del exsecretario de estado americano Henry Kissiguer, nada sospechoso de parecer una paloma, hacerlo aún a sabiendas del peligro que entrañaba provocar a un oso dormido que podía despertarse con hambre.
¿Acaso podían desconocer los ya mencionados actores occidentales los riesgos a los que podía conducir la continuidad de tales políticas de aislamiento? -No, no podían desconocerlo. Efectivamente, los medios tampoco cuentan ahora -o muy pocos lo hacen- toda la serie de acontecimientos políticos y geoestratégicos previos al estallido del conflicto armado y su posterior e irrefrenable escalada.
¿Acaso seríamos capaces de comprender en Occidente la lenta generación de este conflicto en Europa Central si no se hubieran producido antes la ampliaciones de la OTAN y la UE hacia el Este? -Es improbable. ¿Acaso no se dejaron las puertas abiertas de forma un tanto descuidada para que se abriera paso sin dificultad alguna un conflicto que ya no sería de carácter local, regional o nacional entre ucranianos y rusos sino internacional y/o mundial? -Es imposible no reconocerlo.
Hoy sabemos de sobra cómo se empiezan las guerras pero desconocemos en qué condiciones se sale de ellas y el alto precio, desafortunado, que todos tenemos que pagar. Unos más y otros menos todos pagaremos. Aún así algunos criminales estimarán que salen ganando algo si por lo menos el enemigo pierde más que ellos.
De primeras ya estamos viendo cómo los países mas ricos que son los occidentales, entran en recesión, lo que no impide que aumenten de forma obscena sus presupuestos militares y, de entre ellos, cómo los admirados países europeos neutrales, más o menos pacíficos, pasan a ser beligerantes, tales como Suecia y Finlandia, y la tibia Alemania se nos muestra muy capaz ahora de ponerse el traje belicoso que apartó de su armario después de la experiencia de Hitler.
La directa consecuencia de estas politicas militaristas generalizadas es que traerán sin duda mayor pobreza y desigualdad para todo el mundo, menoscabando todos los esfuerzos globales habidos -de suma y vital emergencia- que ya deberían haber sido destinados a los fines más constructivos que la convivencia pacífica requieren a nivel planetario. Alguno de estos esfuerzos son la lucha efectiva contra el cambio climático y el calentamiento global, la agenda 2030 de la ONU para lograr el desarrollo sostenible, la igualdad de hombres y mujeres, el final de la pobreza y las pandemias, etc… todas prioridades que vuelven a ser olvidadas.
-II-
Nos acordaremos de aquellos que en este momento solemne no estén a nuestro lado” … (Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la UE.Intervención ante el Parlamento europeo 01/03/22 )
En las palabras del discurso de Josep Borrell podemos ver un ejemplo evidente de lo que está ocurriendo con extraordinaria celeridad. Es la intervención “histórica” -adjetivo que le han dado casi todos los medios de comunicación- del jefe de la diplomacia europea, un político español con larga trayectoria tanto en España como en Europa, pronunciada en el Europarlamento en solemne sesión (sí, “momento solemne” es lo que dijo el Sr. Borell) el pasado uno de marzo. La intervención ante todos los líderes europeos de la UE: Charles Michell, Ursula Von der Leyen y los representantes nacionales destacados en ese club político de la UE y que cosechó la mayor adhesión conocida de los últimos tiempos.
Probablemente, es verdad, Borell haya hecho el discurso de su vida, aunque es posible también que en un futuro no muy lejano tenga tiempo de arrepentirse de ello si se lo permite su soberbia. Sus palabras recibieron un muy cálido aplauso por parte de todo un parlamento europeo entregado a la retórica de la acción mesiánica, la expresión unánime del apoyo a la causa belicista de la Vieja Europa en contra de la invasión de Putin en Ucrania, para luchar juntos por la soberanía en aquel país, y para defender la libertad y la legalidad internacional por la que no se preocuparon tanto en el pasado. El resto de su discurso incide en la misma retórica, pero el extracto seleccionado no resulta casual. Estremece escuchar sus palabras por lo que significan, especialmente cuando dicen de forma tan lapidaria:
“nos acordaremos de aquellos que en este momento solemne no estén a nuestro lado”
Parece una amenaza para todos aquellos que no nos coloquemos del lado conveniente de la historia, fuera del discurso integrista que ofrece la UE -por boca de Borrell- completado por otra manifestación suya, inmediatamente anterior e igualmente peligrosa e inquietante. En esta última la UE decidió -mostrando la inteligencia a lo que nos quieren reducir- el bloqueo de aquellos medios de información rusos, como son RT y Sputnik, porque quieren librarnos a los indigentes europeos de la propaganda que el “enemigo” sin duda difunde y la UE no puede consentir. Por tanto, está claro, que con estos discursos no parece haber cabida para diletantes, parece que hay que subirse al tren de la guerra a golpe de silbato, que Europa no desea cobardes pacifistas entre sus miembros, ni tampoco discursos disidentes o contrarios al discurso que han decidido sea el único posible.
A los pacifistas no nos parece acertado que las medidas punitivas, económicas, militares o informativas vayan en camino de la búsqueda genuina y certera de la Paz. No nos parece acertado ni conveniente que la demonización, la exclusión de todo lo ruso en todos los ámbitos del concierto internacional, la represalia, el revanchismo, el chovinismo sean las mejores fórmulas para resolver este asunto de tan trascendental importancia, como si esas fueran las soluciones factibles para resolver un conflicto donde se juega nada menos que el futuro de la Humanidad. Creemos que nuestros líderes no hicieron bien su trabajo, que se confunden muy gravemente en eso y no debemos rendirnos a la guerra si seguimos empeñados en la Paz.
Es preciso buscar otras medidas encaminadas hacia la Paz, la respuesta de las armas es el total fracaso de Europa tras la experiencia de dos guerras mundiales vividas, que es responsable por no haber sabido o querido construir la “Casa Común Europea” de la Cooperación y la Seguridad continental, cuando pudo haberlo hecho con Gorbachov y tras el colapso de la URSS en 1991: una extraordinaria oportunidad perdida, que pasados treinta años suponen una respuesta suicida para la Humanidad.
Hemos de saber por todos que el pueblo ruso no salió del vientre desconocido de Asia, que el pueblo ruso -como nosotros- no quiere la guerra, que son hermanos nuestros, que no la desean porque también la sufren y la han sufrido de forma atroz, cuando junto a sus hermanos ucranianos y el resto de los pueblos soviéticos tuvieron que hacer frente común y repeler con gran sacrificio al fascismo que inundó Europa.
Hemos de saber por todos que no sólo la locura de Putin, sino la impericia y el “extraño oportunismo” de los lideres occidentales nos conducen al precipicio de la guerra internacional, sino mundial. Lo más trágico es que todos lo sabemos pero aun así no lo evitamos. Desde el poder descuentan las pérdidas inevitables que son siempre para el pueblo víctima y se apuntan en primera fila a los negocios futuros que afloran o tienen planeados como consecuencia de la guerra.
Hemos de saber que corren malos tiempos cuando emerge en Europa la euforia nacionalista que campa y se desarrolla a sus anchas cuando la guerra toma su fuero. Ahora nos queda cuestionar, por último, si es ésta la Europa de las libertades y los derechos humanos que tanto hemos amado y de la que tanto hemos presumido ante las jóvenes naciones. Si aspiramos todavía a ser el faro de la salvación para el resto de los pueblos del orbe. Porque las libertades, los derechos humanos y el invento de la democracia no merecen la pedagogía que se impone con la guerra.
Lucas Herrero, Plataforma Pacifista de Salamanca