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BéJAR
Actualizado 12/03/2022 13:09:12
David Sanchez

La Ruta de las fábricas textiles enlaza de manera única la peculiaridad del entorno natural con el legado del glorioso pasado textil de Béjar.

El agua y su discurrir suelen ser sinónimo de vida, aunque en los recovecos que fluyen junto a las orillas del Cuerpo de Hombre en Béjar, se convierten en una ventana que, al asomarnos, nos lleva al pasado más recordado de la ciudad al sur de la provincia.

La industria textil fue un signo de distinción y fortaleza económica de Béjar durante varios siglos. Los Duques de la ciudad impulsaron y promovieron cambios y avances en las labores de tratamiento de la lana y otras materias que permitieron colocar a Béjar como el referente del sector en toda España.

El agua del rio que desciende desde la sierra, se convirtió en un elemento clave para mover la maquinaria que empezaba a ganar terreno en las labores de producción. En los márgenes del cauce empezaron a aflorar varias fábricas que aprovechaban su potencia y velocidad para girar las ruedas de cárcavo y sustituir a las calderas de carbón, que quedaban como reserva cuando el caudal era mas escaso, por ejemplo, en los meses estivales. El rugido de las maquinas, junto con el sonido del agua y las aves que sobrevolaban este espacio, se convirtieron en la banda sonora de quienes paseaban en los senderos que marchaban al lado de los inmensos edificios donde la actividad era frenética.

Béjar y su industria cayeron en barrena durante la segunda mitad del siglo XX, y los ciudadanos vieron como una a una, muchas de estas fábricas, iban cerrando sus puertas. El paso del tiempo trajo consigo el deterioro de las instalaciones que durante años dejaron un cementerio de elefantes que se perdía en la memoria de los mayores y que resultaba extraño para las nuevas generaciones.

Por ello, a principios de los años 2000, el Ayuntamiento local decidió transformar ese camino que muchos obreros realizaban cada día para acudir a su puesto de trabajo en una ruta que permitiera el visitante disfrutar del entorno natural y a la vez, asombrarse por la magnificencia de las extintas fábricas. Así surgió la “ruta de las fábricas textiles”, que en 2016 fue elegida mejor ruta corta de toda España en ese mismo año.

Antes de adentrarnos en este viaje temporal, hagamos unas consideraciones previas: Es una ruta lineal que en total consta de 4 kilómetros, entre ida y vuelta. El camino está acondicionado y cuenta con barandillas en todo el recorrido, aunque no está adaptada para sillas de ruedas o carritos de bebés, ya que hay varios escalones a lo largo del trayecto.

Para acceder a la “ruta de las fábricas textiles” disponemos de dos opciones. Una de ellas es a través de un sendero, a unos 100 metros del casco urbano, en la denominada “Cuesta de los perros”. A través de este camino llegaremos al “Puente de los Izares” que nos pasa al otro lado del río, parte por la que discurrirá el resto del paseo. Este puente fue originariamente de madera, siendo hoy en día de cemento. La segunda forma de llegar al inicio es a través de una entrada que se encuentra en la carretera SA-220, que une Béjar y Ciudad Rodrigo, a unos cuatrocientos metros tras salir de la ciudad textil.

Una vez llegados a aquí comenzará la ruta en sí. En este lugar existe un indicador junto con un panel explicativo con las diferentes paradas que componen el recorrido y una breve nota histórica del legado textil, que nos permitirá hacernos una visión global antes de adentrarnos en este paseo fluvial. Por supuesto, el visitante no deberá perder vista de la fauna y flora de este enclave, ya que se encontrará con especies arbóreas más propias de un clima y ecosistema diferentes a la sierra que rodea a la capital de la comarca.

En esta zona el cauce discurre más abierto junto a la denominada “Pesquera de Las Golondrinas”, y veremos de forma clara los alisos, reconocibles por el color oscuro de sus hojas, los fresnos y los álamos. En épocas en las que el sol es el predominante en los cielos se puede llegar a observar alguna encina e incluso alguna higuera entre la mampostería de los muros.

Seguimos el sentido descendente del Cuerpo de Hombre, encontrando una de las pocas fabricas que siguen en activo, las instalaciones textiles de Pablo Farrás, que en los últimos años ha apostado por la energía solar, pero sigue manteniendo las antiguas chimeneas de carbón, apreciando sobre todo su envergadura.

En cuanto a la fauna, durante casi todo el trayecto podremos ver tres bellos pájaros: la lavandera blanca y la lavandera cascadeña, de colores grises y blancos el primero y con matices amarillentos el segundo; o varias parejas de mirlos acuáticos que anidan en esta zona, una pequeña ave de color negro y con una identificativa mancha blanca en el pecho.

Nuestra vista se fijará de manera inevitable en el puente del tren que estará sobre nuestras cabezas. Actualmente por encima de él, discurre la vía verde que ocupa el antiguo trazado ferroviario.

Inmediato a este puente que data de 1892, nos encontramos el edificio que acoge al Museo Textil, habilitado en la estructura de la antigua fábrica de Gilart, y bajo el museo, las aguas se remansan en la pesquera que esta a su lado y que fue reestructurada con cemento y con un escalonamiento para facilitar el remonte de los peces.

Justo en este punto, encontraremos la única salida que nos llevará de vuelta al casco urbano, en caso de no querer continuar la ruta hasta el final y que nos dejará en el “Puente de San Albín”, otrora uno de los puntos de paso más importantes y única salida de la ciudad hacia el sur durante la Edad Media.

Si el viajero decide continuar, pasaremos por debajo de otro puente similar, y unos metros más adelante, se alza una imponente pared de granito en la que están asentadas varias naves, que actualmente son la sección de hilaturas de Rafael Díaz, una minicentral hidroeléctrica y el clasificado de lanas de Martín de Argenta. Mientras que, en la orilla contraria, veremos lo que fue un clasificador de lanas llamado “la estambrera”, en estado de ruina, que perteneció en sucesivas épocas a las familias de origen catalán.

Seguramente uno de los paisajes más impactantes sucederá unos minutos después, cuanto arribemos a una parte abrupta que corresponde en el río con un salto de agua que debió ser una cascada natural y que al represarse formó la actual “Pesquera de los Ladrones”. El charco servía para nutrir de aguas las instalaciones de la gran fábrica de García y Cascón, y hoy es el trasvase para la minicentral hidroeléctrica Cejuela.

Desde aquí y hasta casi el final de esa ruta, veremos los restos de la que fue una de las empresas más destacadas de la industria bejarana. Fundada por Leandro Cascón, y bajo el nombre de García y Cascón, podremos observar a nuestra izquierda un edificio de más de 400 metros de largo que llegó a albergar cerca de mil ochocientos trabajadores. Los edificios, de los que resaltan dos esbeltas chimeneas cónicas de ladrillo, siguen los cánones de la arquitectura fabril textil. Para hacernos una idea de la grandiosidad de esta industria, veremos un puente que conecta esta instalación con el edificio de oficinas, donde estaban ubicadas una capilla y un teatro con capacidad para 1000 espectadores.

La ruta continúa y nos vamos acercando al final de esta. En la propia curva que traza el río, se han habilitado bancos para el descanso y la contemplación de la bella perspectiva que se alcanza y que combina lo fabril de las naves, lo medieval de las murallas y lo natural del monte.

Este es el final del paseo fluvial, que nos dejará en la carretera de Aldeacipreste. Ascendiendo por ella, volveremos a Béjar, concretamente al casco antiguo. La “ruta de las fábricas” puede hacerse en cualquier momento del año, pero es en primavera y otoño cuanto alcanza su máxima belleza.

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