La semana pasada publicaba un artículo con el titular de ‘Aguantando’ en el que daba mis razones a un tema tan importante como lo es el del envejecimiento-. Entonces mi querido primo César, que como siempre “anda al loro” como se dice ahora para justificar la agudeza mental, me envió una nota whatsapp para animarme dado que yo escribía una afirmación en la que decía que ahora ya me puedo morir tranquilo, un tanto pesimista.
El primo César (Ver foto), me espeta sin miramientos: “Jo… con el ya me puedo morir tranquilo… que no, que no, que tú eres un viejo joven”.
No anda descaminado el bueno de César, pues en muchas ocasiones la edad que marca la partida de nacimiento de cada cual no siempre coincide con la que representa el estado de su organismo ni como te sientes. Es más, en muchas ocasiones la diferencia de estado en que se encuentran dos “quintos” es abismal. Por ello, cuando me encuentro con algún amigo o conocido con el que hacía tiempo no coincidíamos el hacerle la clásica pregunta ¿Qué edad tienes? no tiene mucho fundamento. Pues luego vienen las comparanzas inadecuadas… ¡Pues… estoy mejor que él… o no!
Ello es natural, y cada persona envejece de una forma y a un ritmo distinto, marcado por su propia naturaleza biológica que como viene siendo natural, unas veces es pródiga y generosa y en otras bastante rácana y poco dadivosa… ¡Esto es lo que hay!
Dicen, que tras mucho investigar, se ha llegado a saber al respecto que la herencia genética influye en gran manera en este envejecimiento celular; pero que también tiene el ello importancia marcada y mucha, nuestro estilo de vida, la alimentación, los hábitos y hasta el sueño.
A lo largo y ancho periplo en prensa, radio y televisión, tuve la oportunidad de toparme y conocer a muchos personajes singulares que nunca dejaron de sorprenderme y asombrarme. Tal es el caso de Emilio, al que cuando pregunté interesado, sabedor de su peculiar estilo de vida, ¿Y tú hígado? ¿Qué tal responde a tanta presión como le sometes? Me contestó: “De vez en cuando me “pega” un poquitín. Fíjate, el otro día hice números, es auténtico, del vino que yo he trasegado desde que tenía 15 años de edad, y a un promedio de tres botellas diarias, 365 días, por cuarenta y nueve años, dan ¡70 toneladas! Hoy sólo me he tomado algo de “Viña Vial” del 70 y entre semana algo de “Vega Sicilia” y “Paternina… ¡Ahora me cuido más!
Aún así, la apostillé incisivo. ¿Por eso de las sepulturas llenas?
Pero no se arredró y me contestó: “Qué va. Hay más de hambre y sed. Lo hago, porque a partir de los 60… ¡hay que cuidarse!”
Pero vamos a volver a la realidad de los telómeros, que son cobardes y se acortan tanto que dejan de proteger a la célula que deja de dividirse y muere.
Me apostilla mi primo César lo de “viejo-joven”. Y aunque en una edad avanzada las pérdidas de memoria son habituales, me gustaría recordarle y también agradecerle pues con benevolencia me lo dice, que lo que ahora verdaderamente me apetecería es el volver a ser, aunque fuese media hora aquel joven que en Poveda de las Cintas (Ver foto), sostenía una lucha muy particular con un ¡caballo!... Sí un caballo de carne y mucho hueso ‘Vivillo’ que su dueño Julio Yagüe nos dejaba cuando había que ir a traer o llevar a mi padre, médico del lugar, a la Estación de tren de Cantalpino, en las visitas a la capital con motivo de alguna gestión profesional.
Ya de entrada Julio le había comentado a mi padre en más de una ocasión, que “notaba” una cierta tensión entre los dos, dado que cuando yo entraba a la cuadra, al viejo caballo se le ponían las crines como escarpias. Yo debo decir que sinceramente no tengo pruebas fehacientes de tener nada en contra del animal. Eso sí, ‘Vivillo’ como caballo era un ¡ca… con pintas! de una mala leche reconocida, de baja alzada y colmillos retorcidos. Por lo demás; era un caballo como el resto de los equinos del pueblo, que entonces había muchos.
Eso sí. Cuando yo iba montado en él camino de la Estación, teníamos que pasar por delante del molino de Manolo y allí siempre estaban su madre y hermanas, las cuales comentaron en más de una ocasión… ¡Chacha, pasó por aquí como una exhalación!...
Y, era cierto. Un día, en una de estas velocidades al llegar cerca del Arroyo de Cotorrillo; ‘Vivillo’ frenó en seco. Y yo salí disparado hasta la orilla del otro lado donde quedé medio “entoñado” en el lodo. Estaba en esta tesitura de desconcierto, cuando llegó a mi lado “Chanines” el pastor de ovejas que estaba por allí con su rebaño. El buen hombre trataba de socorrerme y animarme. Al otro lado del charco continuaba impasible el viejo caballo y “Chanines” en un “arrebato” me cogió del brazo y me dijo mirando fijamente a “Vivillo”: ¿Te das cuenta que sé está riendo?... ¡él muy ca… ¡
Sí. Mi querido primo César, ahora comprenderás la ilusión que yo tenía por “tener una media hora a solas”, con ‘Vivillo’, y no para hacerle una broma pesada al viejo caballo ¡ni mucho menos!... sería por tener la posibilidad de poder montar otra vez en él; volver a ser joven y surcar a “toda mecha”los infinitos páramos de “Cotorrillo” y “Revilla”. Sí, sé que ello es una quimera. Pues eso.