El conocido ábside se encuentra lleno de desperdicios, incluyendo mobiliario doméstico
El Torreón de Guijuelo es junto al jamón ibérico la enseña más característica de la villa. Pese a que su nombre apunta a ser los restos de una fortificación, en realidad es el ábside de una iglesia que nunca se llegó a completar. Con el tiempo, estos restos se convirtieron en emblema de la villa, llegando a presidir el escudo heráldico de la localidad.
Sin embargo, y pese a que muchos vecinos profesan un gran cariño al monumento más destacado de la villa, para otros no tiene más valor que cualquier casa abandonada en un solar. En el interior del ábside se puede observar actualmente una gran cantidad de desperdicios. Envoltorios de comida, bolsas de plástico y cajetillas de tabaco vacías. Peor aún son los restos evidentes de la práctica del botellón, con numerosas botellas de bebidas alcohólicas, de refrescos e incluso indicios de pequeñas hogueras. Sin embargo, lo que más llama la atención en estos últimos días es la aparición de todo un sillón tirado en medio de un zarzal junto a las paredes de la histórica construcción, lo que hace suponer que algunos practicantes de un botellón decidieron aumentar su comodidad a la hora de disfrutar de su bebida.
A todo esto se suman problemas ya conocidos, como los numerosos graffitis en la piedra del monumento y los posibles defectos estructurales que podrían causar la caída de piedras, siendo el arco principal, únicas piedras suspendidas de la construcción, el mayor motivo de preocupación entre los expertos. El Torreón de Guijuelo forma parte de la Lista Roja de Patrimonio desde el año 2014 por su situación de "abandono y ruina progresiva". En 2019 se llevó a cabo una campaña de recogida de firmas para su mantenimiento, a la que se sumaron más de 700 personas.
Según la propia información de la web de la Lista Roja: "La construcción del templo se realizó por orden de la Infanta Doña Catalina, hermana de Juan II, señora de Salvatierra, en 1425, como agradecimiento después la devolución de sus señoríos. La obra se inició en 1575 y se conoce que no se concluyó gracias a un visitador de la Diócesis que informa de esta circunstancia en 1606, señalando además la imposibilidad de continuar “Aquí hay comenzada una iglesia parroquial, fuera del lugar, en un ejido, tiene hecha la capilla mayor, pero no hay con que para seguir la obra”. En 1620, el mayordomo del templo, Domingo Muñoz, firmó un nuevo contrato con un cantero de la Garganta para levantar otra en el mismo lugar. Sin embargo, las circunstancias se agravan poco después con la guerra de Portugal que tuvo lugar entre 1640 y 1668, que requirió del apoyo económico de toda la zona. En la actualidad se conserva la cabecera o ábside de planta poligonal con bóveda de abanico".