OPINIóN
Actualizado 26/02/2022 09:23:29
Francisco Aguadero

Con el ataque de fuerza, a la antigua usanza, iniciado por Rusia en la madrugada del jueves 24 de febrero contra Ucrania, comenzó otra guerra en el continente europeo. Un conflicto que, con gran facilidad, puede convertirse en una guerra abierta al mundo, lo que nos situaría en el peor de los escenarios, el de la tercera guerra mundial, aunque esta sea una guerra híbrida, con ciberataques incluidos.

El que una potencia nuclear, como es Rusia, invada un país vecino, con una diferencia militar descomunal y que amenace a quien le ayude, es de una irresponsabilidad sublime y mafiosa. Es sustituir el imperio de la ley por el imperio de la fuerza. Supone una violación del derecho y la legalidad internacional. Es una agresión injusta e injustificada, una guerra en Europa traída por Putin.

Vladímir Putin, el presidente ruso, ha declarado la guerra mediante una “operación militar especial”, con el pretexto de “defender y proteger” a la ciudadanía, “desmilitarizar y desnazificar Ucrania”, según él. Todo parece indicar que lo que busca es anexionarse algunos territorios y, en último extremo, un cambio de gobierno en Ucrania, afín a Rusia. La maquinaria de guerra ya está en marcha. En el momento en el que se escriben estas líneas, la invasión ha sido masiva, las tropas rusas se encuentran en Kiev, la capital de Ucrania, las víctimas mortales se cuentan por decenas, más de 100.000 desplazados en solo 24 horas. La invasión de Ucrania por Rusia sobrepasa cualquier capacidad para prever sus consecuencias. No sabemos hasta dónde llegará el drama humano. Pero sí podemos intuir que esto puede cambiar el rumbo del mundo en el que vivimos.

Por su parte, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ya había declarado el estado de emergencia y permitía a sus ciudadanos llevar armas, ante el fracaso de las conversaciones con el presidente de la Federación Rusa, saldadas con un silencio como respuesta por parte de este.

Desde Estados Unidos (EE. UU.), el presidente Joe Biden ha acusado a Putin de haber llevado a cabo un “ataque injustificado” contra el pueblo ucraniano y ha alertado de las consecuencias “catastróficas” que supondrá. También ha anunciado “sanciones severas”, económicas y tecnológicas, principalmente.

Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, reconoce la dificultad europea ante Rusia. Las sanciones adoptadas por la UE y EE. UU. no lograron disuadir a Putin de ir a la guerra, una guerra que, bajo ningún concepto, quiere Europa. La diplomacia occidental se ha entregado a fondo en los días previos, tratando de evitar el conflicto armado, pero con Rusia no hay diplomacia que valga, parece que sí, pero no, más bien convierten a la diplomacia en una gran mentira, cuando la utilizan como arma para ganar tiempo, mientras que se van dotando de reservas y preparando el ataque para la invasión, con tambores de guerra incluidos. Con estas formas, la diplomacia no puede dar resultados, haciendo siempre Putin lo contrario de lo que decía que iba a hacer.

El conflicto fronterizo entre Rusia y Ucrania generó una crisis que ha terminado siendo una guerra. Las claves del conflicto hay que buscarlas, en primer lugar, en la ambición secular rusa zarista e imperialista del expansionismo a costa de sus vecinos. Así, en el 2014 invadió Crimea y ahora invade Ucrania, con la excusa de proteger y mantener la paz en las regiones ucranianas independentista de Donetsk y Lugansk, fronterizas con Rusia, que se han autoproclamado repúblicas independientes y que, ante los ojos de la comunidad internacional, pertenecen a Ucrania, territorialmente. El reconocimiento de esa independencia y soberanía por parte Putin, ha indignado a la ONU, EE. UU. y la Unión Europea, que lo consideran como un ataque a la soberanía de Ucrania.

Otra de las claves del conflicto es la rivalidad entre Rusia y EE. UU. Durante la segunda mitad del siglo XX ambas superpotencias estuvieron enfrentadas por expandir su influencia ideológica y tipo de sociedad (comunista o capitalista) por el mundo, originando guerras locales, sin llegarse a atacar directamente el uno al otro, por lo que se conoce como el periodo de la “guerra fría”. Tras la disolución del Pacto de Varsovia en 1991, ambos bloques enterraron el hacha de guerra e intentaron mantener la paz por medio del diálogo, encuentros bilaterales y firma de tratados internacionales.

Rusia y Ucrania fueron miembros de la Unión Soviética. Con la caída y disolución de esta en 1991, las repúblicas se hicieron independientes y se incrementaron los conflictos en el este de Europa con Rusia, por la pugna de en qué órbita ideológica fueran cayendo aquellas. A lo que hay que añadir la presencia de la OTAN, la alianza militar de occidente liderada por EE. UU., acercándose a Rusia. Todo ello ha supuesto diferentes encontronazos a lo largo de las últimas décadas, siendo otra de las claves del conflicto actual, la occidentalización de Ucrania y el temor de que la OTAN llegue hasta la frontera rusa.

En enero de 2008 Ucrania inició el proceso de adhesión a la OTAN, pero aún no está integrada, por lo que, ante la invasión rusa, la alianza militar no está obligada a entrar en la guerra, a pesar de las buenas relaciones con aquel país. Pero tanto EE. UU. como otros países de la Alianza Atlántica y la UE, entre ellos España, están comprometidos en apoyar a Ucrania con recursos e imponiendo sanciones a Rusia por el atropello.

La guerra abre también un frente económico. La UE, EE. UU. y demás países occidentales, están llevando a cabo sanciones económicas contra Putin, compañías de gas, entidades financieras y otros sectores rusos. Desde el ámbito tecnológico, se podrían cortar las vías de financiación rusa con su expulsión de la conocida como Society for World Interbank Financial Telecommunication (SWIFT) el sistema de mensajería interbancario que conecta a multitud de entidades financieras de todo el mundo y que utiliza todo tipo de entidades, para el envío de mensajes sobre pagos realizados electrónicamente de forma segura. Pero la guerra también afectará a la economía de occidente, especialmente en los mercados de energía y cereales, con una espiral de precios que incrementará la inflación y que repercutirá en las expectativas europeas de recuperación económica tras la pandemia.

Esta guerra híbrida está poniendo a prueba la convivencia de la guerra armamentística tradicional con la guerra digital que se juega en dos frentes: el de la desinformación y el de los ciberataques. Con la desinformación se vulneran los derechos del ciudadano a estar informado, de forma veraz, sobre todo aquello que le atañe. Con los ciberataques se destruyen las fuentes de información, la capacidad de reacción y la gestión sobre elementos básicos de la economía y las relaciones.

Las consecuencias de esta guerra son geopolíticas, nos afectan a todos. Hace falta mucha unidad europea, solidaridad con el pueblo ucraniano, compromiso con la paz y reflexión de las partes, para frenar la barbarie que supone la guerra que, como siempre, el conflicto de intereses y egos de unos pocos perjudica a todos. Los esfuerzos diplomáticos para evitar la guerra fallaron, pero no pueden fallar los esfuerzos para detenerla, más pronto que tarde. El “No a la guerra” sigue teniendo sentido, ahora y siempre.

Les dejo con la banda sonora del Doctor Zhivago

https://www.youtube.com/watch?v=nf49s_9hcV8

Aguadero@acta.es

© Francisco Aguadero Fernández, 25 de febrero de 2022

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