Los últimos días de la campaña electoral de las elecciones a las Cortes de Castilla y León han deparado situaciones esperpénticas y diabólicas. El esperpento lo ha protagonizado este jueves el ínclito M. Rajoy, presidente del PP cuando erupcionó la corrupción política de esta formación a nivel nacional y en varias comunidades autónomas gobernadas por ellos, como Madrid o Valencia. Este personaje –que últimamente ha querido convertirse en un intelectual con la publicación de “su libro”, y que es lo que lee Casado como preparación para su futura salida de la política- llegó a decir en un mitin de apoyo al candidato Fernández Mañueco -cuyo partido en Salamanca está siendo investigado por presuntos casos de corrupción política-, que “las batallas no se ganan hasta que se ganan y todas se ganan en el último minuto. Todas no, pero muchas sí…”
Y, lo diabólico, Ayuso y Casado; la primera, porque su enriquecida ignorancia se puso una vez más de manifiesto, en este caso no confundiendo las históricas Cortes de León con las de Castilla, sino acusando a los familiares de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista de alimentar el odio por seguir demandando la reparación, la justicia y la dignidad de las personas que fueron masacradas por defender los ideales del Estado Social y Democrático de Derecho plasmados en la Constitución política de la Segunda República y calificando como “errores” los ignominiosos comportamientos de algunos miembros de la Iglesia Católica española que atentaron contra la indemnidad sexual de niños, cuando en realidad fueron conductas delictivas y muy graves. “Nunca me han hablado de la Guerra Civil”, dice; porque “me querían libre de odios”, cuando todos sabemos que esta señora en su juventud fue una “falangista de rompe y rasga”, cuando trabajaba en radio intercontinental de Madrid, dicho por el reputado falangista Eduardo García Serrano. Esta ciudadana no sólo no tiene odio, sino que manifiesta en cada acto público, en cada sesión de la Asamblea de Madrid, en cada comparecencia ante los medios de comunicación, una perversa animadversión hacia el disidente y su mirada de desprecio y engreimiento es comparable a las de los políticos totalitarios que en el mundo han sido.
Por su parte, el segundo, Casado, ha continuado envenenando el escenario social con insultos y descalificaciones gruesas –algo habitual en él- reivindicando para Castilla y León la creación de algo parecido al “Consejo de la Hispanidad” creado por Franco en los años 40 del pasado siglo, exaltando un exacerbado nacionalismo patrio, excluyente, perverso y sectario, aquél utilizado por muchos desalmados en la conquista de América y tan criticado por grandes humanistas históricos de nuestra Alma Mater, la Universidad de Salamanca, en el siglo XVI, como Francisco de Vitoria, principal inspirador de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional y que, en presencia de Carlos V -que recordemos nació en Flandes y no en los reinos ni de Aragón ni de Castilla y que vino a nuestras tierras a reinar- gritó “trátenlos como a seres humanos porque ellos también tienen alma” refiriéndose a los indígenas. Hecho por el cual el emperador comenzó a considerar al dominico como enemigo, al igual que otro de los miembros de la Escuela de Salamanca, Fray Bartolomé de las Casas.
¿Y qué decir de Mañueco?, al que defienden a capa y espada y a la desesperada algunos medios de comunicación muy conocidos. Significativa es -y una muestra de que están muy nerviosos- la crónica hecha al día siguiente del último debate de los tres principales candidatos: Egea, Tudanca y Mañueco, por cierto medio de comunicación escrito, en la que decían que no había color, que ni Tudanca ni Egea habían podido con Mañueco, ese ciudadano que solo ha tenido de profesión la política ¡Qué elocuencia y qué carisma tiene este señor, que en uno de sus últimos mítines ha prometido defender la lengua “castellana” en nuestra tierra de Castilla y de León! Sí, prométalo, siga manipulando la realidad y engañando a los ciudadanos, no sea que los “sediciosos y amigos de los terroristas”, Sánchez, los catalanes y los euskaldunes –allí donde ustedes políticamente no tienen nada que rascar- vengan a invadirnos y nos impongan el euskera o el catalán como lengua oficial y única. ¡Qué patético y qué triste!