OPINIóN
Actualizado 06/02/2022 09:30:33
José Luis Puerto

También valdrían las parábolas para narrar lo que nos ocurre. Siempre en la misma aula, siempre con el mismo libro, siempre en la misma página. Y, entonces, ante tanta atonía, levantando la mano, le preguntan al profesor los alumnos más atrevidos, que siempre los hay: “–Profesor, ¿no pasaremos página?”

En las otras aulas del mismo edificio, van cambiando de curso, van cambiando de materias, van cambiando de libro, de manual, van avanzando. Nosotros, siempre en la misma página, con la misma trivialidad, con el mismo profesor, que va envejeciendo, al igual que nosotros, y que, de vez en cuando, reclina su cabeza sobre el tablero de la mesa y, con ella entre las manos, se echa una cabezada, un sueño.

Y en esa cabezada, en ese sueño estamos, con el libro aburrido, siempre en la misma página. Con el argumento ya requetesabido, con la lección aprendida. Los que quieren progresar, se atreven a salirse del aula y se van a otras clases, a otras tierras.

Y nuestra aula se va quedando semivacía, con el libro siempre en la misma página. Las líneas se desvanecen. Ya casi no acertamos ni logramos leer las letras, pronunciar las palabras, entonar los enunciados. Y entonces hasta el sentido se desvanece, se esfuma, deja de existir.

Y el aire de nuestra aula se enrarece, porque no se renueva. Cuando alguien trata de abrir la ventana, se oye una protesta casi general. “–¡Que nos resfriamos! ¡Cierra la ventana!”. Y el ambiente, debido a ello, no ha podido oxigenarse apenas.

Fuera, en las aulas más próximas, e incluso en otras más alejadas y de otros pisos, se escucha la vida, se perciben e incluyen los cambios, se advierten nuevas voces y, acaso, nuevos seres que pueblan ese centro educativo al que pertenecemos, pese a que a cada uno le haya caído en suerte distinto curso y en distinta aula.

Y los alumnos más despiertos y más desinhibidos reiteran de vez en cuando, tras levantar la mano: “–Profesor, ¿no pasaremos página?” O, también, en algún otro momento: “–Vamos a abrir la ventana, que entre un poco el aire, que se oxigene el aula y podamos respirar un poco mejor.” Con la réplica consabida: “–¡Que nos resfriamos! ¡Cierra la ventana!”.

A veces, hablar mediante parábolas –un procedimiento muy antiguo, para articular el relato del mundo, conocido ya entre los pueblos semíticos, presente ya en la Biblia– es conveniente, para que extraigamos lecciones sobre lo que nos ocurre.

¿No pasaremos página?

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