El Año Nuevo chino que en este 2022 se celebra el día 1 de febrero es la festividad más importante en el calendario del país, así como también en otros lugares del continente asiático. En esta festividad al igual que en occidente tienen un especial significado las comidas y reuniones familiares, los regalos y especialmente los fuegos artificiales. En esta ocasión, el Año Nuevo va a coincidir con el inicio de los juegos Olímpicos y Paraolímpicos de invierno Pekín 2022. Aprovechando las fiestas y especialmente la celebración de este evento deportivo a nivel mundial, China quiere presentar un lavado de imagen frente a la comunidad internacional.
Autor: Juan L. Hernández (defensor de los derechos humanos)
No es desconocido que los derechos humanos en la República Popular China no son en absoluto respetados y las denuncias de diferentes ONG ante la persecución, detención y represión de numerosos defensores de los estos derechos en el país son constantes a lo largo de los últimos años. Ante esta circunstancia Amnistía Internacional se ha puesto al frente de una campaña impulsada por el Secretariado Internacional de la Organización ya que estamos en una excelente ocasión para impulsar mejoras en materia de libertad de expresión y de protección a los derechos humanos.
Los Juegos Olímpicos como cualquier otro evento deportivo a nivel planetario son un grandísimo espectáculo deportivo con una enorme visibilidad y esta gran audiencia no debería ignorar lo que en realidad ocurre en China: abogados y activistas perseguidos y encarcelados; víctimas de agresiones sexuales castigados por denunciarlas; grupos étnicos musulmanes como el caso de los uigures perseguidos, internados en masa y torturados y no olvidemos el tema de la pena de muerte ya que se estima en miles los sentenciados y ejecutados anualmente según denuncias del investigador de Amnistía Internacional Alkan Akad.
Conociendo las posibles dificultades que China se podría encontrar para organizar los Juegos Olímpicos ante el deterioro de los derechos humanos, el gobierno ofreció determinadas garantías antes de su concesión como por ejemplo que se respetaría la libertad de expresión de los medios de comunicación, así como los derechos laborales e incluso la posibilidad de celebrar manifestaciones pacíficas durante la celebración del evento. Alkan Akad dijo que “El mundo debería aprender de las lecciones de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, cuando el gobierno chino también prometió mejoras en los derechos humanos que jamás se materializaron”.
Antes del inicio de los Juegos, Amnistía Internacional ha presentado su campaña “¡Libertad para los cinco!”, en la que pone de manifiesto la difícil situación de cinco activistas chinos entre los muchos detenidos por ejercer su derecho a la libertad de expresión. Los cinco activistas son la periodista Zhang Zhan, el académico uigur Ilham Tohti, la activista de derechos laborales Li Qiaochu, el abogado de derechos humanos Gao Zhisheng y el bloguero tibetano Rinchen Tsultrim.
Tampoco hay que olvidar un caso tan significativo y del que aún no se tiene constancia de lo realmente ocurrido como es la denuncia de la jugadora de tenis china Peng Shuai sobre los abusos sexuales que sufrió por parte de un alto funcionario chino. Primero, la tenista estuvo en paradero desconocido, posteriormente se publicaron videos de dudosa fiabilidad y por último ella misma aseguró en una entrevista que nunca había presentado tal denuncia y que era un asunto privado que se malinterpretó. Ante las graves sospechas de presiones y amenazas que habría recibido Peng Shuai, la WTA canceló los torneos a celebrar en China. Sin embargo, el COI, contactó con una simple videollamada con Peng Suai para constatar si habría sufrido alguna limitación en su libertado de expresión con y sin más aceptó su declaración de que se encontraba bien.
Si en definitiva la intención del gobierno chino es que estos juegos sean el escaparate del país, debería empezar por dejar en libertad a todas las personas acusadas o detenidas únicamente por ejercer pacíficamente sus derechos humanos y dejar de seguir mostrándose ante el mundo como un ejemplo representativo de la intolerancia hacia todas las opiniones contrarias y de su afán por castigar la disidencia de la forma más contundente y dura.